Capítulo 63

Hola!!! Cómo están?! Espero que mejor que yo! jajajja me estoy resfriando y me siento para el ... espero mañana estar mejor! ;D Dependiendo de esto y como avance mis trabajos vemos si el domingo hacemos maratón les parece?! Igual como vamos con las firmas ni ahí la hago... así que ponganse las pilas y activense para ver que pasa! :D Gracias a todas por firmar!!! Son lo más! Besos y nos leemos mañana!

Twitter: @Caparatodos

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—En ese caso, ¿cuál creen que sea motivo? —preguntó el abogado, lanzando una mirada a Lali.

Capítulo 63:

—Eso es lo que vamos a averiguar. Toma asiento, Mariana. —Peter ocupó la silla junto a la de ella mientras Gastón se sentaba a la cabecera de la mesa de conferencias—. De la conversación que mantuvo con Lali deduzco que le preocupaba su presencia.

—Entiendo cómo se siente. Está siendo demasiado simpático con su competencia laboral.

—Algo que espero no lo haga tomarse la libertad de hacerla explotar por los aires —dijo Peter con brusquedad.

—Si es que fue él.

—Sí, si es que realmente fue él. Pero no me refiero a eso. Puso mucho empeño en dar a conocer que sabía que eras una experta, ¿no es así, Lali?

Ella asintió.

—Sí.

Juan Pedro se había situado de forma que pudiera ver la puerta, y tan pronto como Dante Cortés entró en la habitación en compañía de Franco Castillo, lo supo. El apasionado asesor estaba callado pero parecía no poder estarse quieto, tirándose de la oreja derecha y haciendo crujir los nudillos hasta que Juan Pedro se sorprendió de que no se le cayeran los dedos.

En un asunto de negocios ése era el momento que Juan Pedro siempre esperaba con ansia, el momento en que sus opositores se percataban de que no tenían oportunidad contra él y de que estaba a punto de dar el golpe. En esos momentos tenía que apretar el puño con fuerza contra el muslo para evitar abalanzarse sobre la mesa y darle un par de golpes a su asesor de adquisiciones.

—Peter, Gastón, están todos bien, ¿no? La policía me ha hecho evacuar mi oficina. —Los ojos de Cortés se dirigieron a Mariana para apartarlos acto seguido sin realizar ningún contacto.

«Es hombre muerto», se dijo Juan Pedro. Dante Cortés era hombre muerto.

—Sí, estamos todos bien —respondió suavemente, ofreciendo su serena sonrisa profesional.

—Señor Cortés —dijo Castillo, ocupando otro asiento de la enorme mesa de caoba —, me gustaría hacerle un par de preguntas tan sólo para aclarar algunos puntos de la investigación del robo.

—Por supuesto. Encantado de ayudarlo en lo que pueda.

—La tablilla. Usted dijo que tenía un valor estimado de un millón y medio de dólares.

—Correcto.

—¿En qué se basa para estimar ese valor?

Juan Pedro se movió con impaciencia. Esto no se trataba de la tablilla; se trataba de quién había intentado matar a Mariana. Pero a ella no parecía importarle el giro que había tomado la conversación. De hecho, había agarrado algunas hojas en blanco de Gastón y estaba dibujando a lápiz unas carpas. En realidad era bastante buena. Se preguntó si tenía formación académica o si era un don natural. Probablemente, lo último. Lali Espósito, mujer del renacimiento.

—Hum, el valor siempre se basa en comparativas con otros objetos similares y con el precio al que han sido vendidos.

—Pero, según tengo entendido, sólo existen tres de éstas en todo el mundo. ¿Se ha vendido alguna últimamente?

—No. Pero el precio original de compra de Peter en enero era de poco más del millón de dólares, y el mercado de coleccionismo grecorromano ha estado bastante pujante los últimos meses. Me mantengo al tanto de las subastas y las ventas públicas. Forma parte de mi trabajo.

—¿Qué me dice de las otras piezas que se perdieron?

—Que se aplican las mismas reglas. El valor de la armadura es por lo general mucho más sencillo de estimar, dado que existen más en el mercado. Por desgracia, algunas piezas eran muy raras, y el valor de la aseguradora es, por consiguiente, mucho más elevado. Estoy seguro de que Gastón podría proporcionales esa información… los reclamos fueron realizados por medio de su estudio.

Mariana continuó dibujando, tratando de no prestar atención a la conversación que estaba teniendo lugar a su alrededor. Teniendo en cuenta que se estaba llevando a cabo allí por ella, Juan Pedro comenzó a sentirse un tanto irritado.

—¿Qué estás haciendo?

—Mirar el futuro.

Dante dio un vistazo a la hoja en la que ella dibujaba. A menos que Juan Pedro estuviera equivocado, la rubicunda tez del administrador palideció un poco. Él mismo bajó la vista… y reprimió el súbito impulso de sonreír. Lali había pasado del pez a un bonito garrote y la soga del verdugo. Ignoraba si tenía un innato sentido de cómo jugar al «poli bueno/poli malo», o si también estaba enojada y simplemente elegía su propio medio de expresarlo.

—¿Cuál es el procedimiento a seguir con los objetos dañados pero que pueden ser reparados? —insistió Castillo, el poli bueno, mientras continuaba tomando notas en su libreta.

Mariana comenzó a dibujar a la víctima ahorcada, que tenía pelo oscuro y engominado y vestía el mismo traje que Dante llevaba puesto.

—Son tasados por la compañía aseguradora y por un reputado experto en arte. Si la restauración no daña el valor del objeto y puede realizarse sin comprometer su autenticidad, es autorizada. De lo contrario, la aseguradora paga una compensación basada en el valor a la baja del objeto.

—Así que el propietario no pierde realmente dinero tanto si el objeto es robado como destruido.

Cortés asintió con impaciencia.

—Exactamente. De hecho, si se sabe que un objeto se devalúa en el mercado, su inmediata destrucción podría suponer un beneficio monetario para el propietario.

—¿A dónde quieres llegar? —preguntó Juan Pedro con brusquedad.

—Únicamente respondo a las preguntas del detective, Peter. Tengo la responsabilidad de decir la verdad. —Se echó hacia delante en la silla—. Y por eso debo contarte que tu amiguita es una ladrona de arte.

La mano de Mariana se quedó inmóvil y alzó lentamente la mirada hasta la de Dante con los ojos brillantes.

—Perdón, ¿cómo dice?

Continuará…