Capítulo 16

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—¿Estás segura?

—Ahora que lo dices… no tanto. Vuelve a preguntármelo la semana que viene y puede que sea yo quien lo mate por ti.

Capítulo 16:

Cuando Lali finalmente volvió al spa, estaba más indignada y enojada que nunca con Candela por haberla metido en los preparativos de navidad. ¡Ahora tendría que perder dos horas cada semana hasta comienzos de diciembre! Era absurdo. Y encima Candela había escogido ese momento para sermonearla por la actitud que había tenido el domingo por la noche con Peter. Lali se esperaba el regaño, pero no por eso le resultó más soportable.

Seguía refunfuñando en voz baja cuando se chocó con Rocío en la cafetería.

—Ah, aquí estás —dijo Rocío alegremente—. ¿Cómo te fue en la reunión con el comité? Escuché que el nuevo secretario está como para comerselo.

Lali frunció el ceño.

—Tú también no… —murmuró, y se dio la vuelta para regresar a su oficina—. Ya oí todos los comentarios habidos y por haber de Eugenia y Candela —junto al humillante regaño por su mal comportamiento el domingo.

Antes de que pudiera cerrar la puerta, Rocío entró detrás de ella.

—Ok, está bien. Perdón si dije algo que no debía. ¿Me puedes decir qué te pasa?

—En pocas palabras —dijo Lali—, no quiero que Candela, Eugenia o tú piensen que va a haber algo entre Peter Lanzani y yo. Si alguna vez quiero salir con un hombre, yo misma lo decidiré.

Los ojos de Rocío brillaron con alegría.

—Entendido.

—No me estás tomando en serio —la acusó Lali—. ¿Por qué ninguna de ustedes me toma en serio?

Rocío se puso seria al instante.

—Lali, claro que te tomamos en serio. Valoramos mucho tus opiniones sobre el centro de belleza.

—Pero no sobre mi vida amorosa.

—Eso es porque nos haces acordar a nosotras mismas antes de casarnos —dijo Rocío.

Lali soltó un profundo suspiro.

—Lo mismo me dijo Euge.

—Todas hemos pasado por esa fase.

—¿Qué fase?

—La fase de rechazo.

—¿Rechazo? He visto a Juan Pedro tres veces y te puedo asegurar que no es mi tipo. Es demasiado estricto y arrogante —el comentario estaba muy lejos de ser verdad, pero de ninguna manera iba a admitir que tenía un lunar irresistible, una sonrisa compradora que le aflojaba las piernas y un encanto natural.

—Así no es como Cande ni Euge lo describieron.

—¿Cómo lo han descrito? —preguntó Lali con curiosidad.

—Alto, guapo, inteligente y muy sexy. Tiene un lunar. Creo que fue Candela quien se dio cuenta de ese detalle.

—Ah, mira… yo ni cuenta me había dado —mintió Lali—. Pero de todas formas, no creo que esas virtudes sean suficientes para formar un compromiso de por vida.

—Puede que no —dijo Rochi—. ¿Te dije que también era rico? Su familia está forrada. Creo que me he cruzado con sus papás en algunos eventos.

—Tampoco basta con eso —dijo Lali—. Si me importara el dinero, me hubiera quedado en Pilar. Además, si de verdad es rico, ¿qué hace trabajando acá? ¿Acaso lo desheredaron? ¿O es su acto de buena fe del siglo? Y por último ¿qué haría un hombre así con una simple esteticista?

—Y masajista —agregó Rocío, conteniendo la sonrisa—. No te olvides que también das excelentes masajes. Gastón me ha sugerido más de una vez que aprenda de ti.

—¡Ay, por amor de Dios! sabes de qué estoy hablando. Un hombre rico, de buena familia, buscaría a una mujer reconocida y respetada en la sociedad.

—Bueno —dijo Rocío—. No sé las razones que tendrá Juan Pedro Lanzani para hacer lo que hace. Nunca hablé con él. Pero, ¿por qué no se lo preguntas?

—Porque eso mostraría un interés que no siento —declaró Lali tercamente—. Y ahora, si no te importa, necesito tomar un café y no el té que tenemos acá. Tengo que prepararlo a escondidas, y tengo clientas esperando.

—Que no diga que interrumpo el negocio —dijo Rocío sonriendo. Ya se iba cuando volvió a girarse—. Ah, ¿por qué no vienes a comer a casa el próximo domingo? Irán todos.

—¿Todos? —preguntó Lali con los ojos entrecerrados.

—Candela, Agustín y los chicos. Eugenia y Nicolás. Candela dijo que de repente Gonzalo también venía, y Eugenia está intentando que Micaela pase el fin de semana en casa. Y por si tienes dudas, será Gastón quien cocine, no yo. Así nadie morirá envenenado.

—Es bueno saber eso —dijo Lali, sopesando la idea. No quería ir a una comida donde volvieran a sacar el tema de su vida amorosa, aunque podría aprovechar la oportunidad para confirmar su postura—. Está bien —aceptó finalmente—. ¿Necesitas que lleve algo? ¿Vino? ¿Gaseosas? ¿El postre?

—Olvídate del postre. Gastón es un repostero de primera. Los postres y tortas son su especialidad. Una noche llevé una torta de frutas congelada y duró más de un mes. Puedes llevar tequila, y así preparamos margaritas.

—Oh, oh… ¿con margaritas te refieres a los mortales?

—¿Existe algún otro? —preguntó Rocío con una sonrisa—. Ninguna de nosotras está embarazada ni nada por el estilo. Así que a las cuatro te quiero en casa, ¿ok?

—Ok —respondió Lali, aunque no confiaba del todo en la lista de invitados que le había dicho Rocío. Tenía el presentimiento de que también invitaría a Peter Lanzani, aunque sólo fuera para comprobar si la descripción que le habían dado era cierta.

Y tal vez para que ella también pudiera tratar de meterse en su vida amorosa.

Continuará…