Capítulo 3

Hola chicas pericas!! :P jajajaja cómo las trata el día?! Gracias por sus comentarios, siempre tan ahí, siempre tan lindas!!!! Ahora les quiero pedir algo… les parece si cuando comentan me dejan su nombre o tw o algo con lo que las pueda reconocer y el día de su cumple??? Espero se animen! Besos y nos leemos mañana!!! Que tengan un lindo viernes!

Y… les recomiendo la nove de http://morithalaliter.blogspot.com/ va por el capítulo 8!!!

Twitter: @Caparatodos

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—Pero…

—No lo haré, Candela. Es mi última palabra.

Por primera vez en los tres años que tenía trabajando en el Beleco Spa, Lali se puso de pie y se marchó, dejando boquiabierta a su jefa.

Capítulo 3:

Hace no más de una hora y quince minutos que Peter Lanzani ocupaba el cargo de secretario local de Monte Grande cuando el intendente Osvaldo Laos entró en su oficina y acomodó su voluminosa figura en una silla.

—Tenemos que hablar sobre la navidad —anunció.

Peter le clavó una mirada fulminante, destinada a cortar la idea de raíz.

—Osvaldo, ¿no crees que deberíamos concentrarnos en el presupuesto? Hay que decidirlo en la próxima reunión, y tengo que saber cuáles son las prioridades acá.

—Yo te diré cuál es la prioridad —respondió Osvaldo—. Navidad. Es una celebración muy importante aquí y tenemos que hacerlo bien, así que ya puedes ir coordinando una reunión con los comerciantes y empresarios. Te daré los nombres más importantes —su expresión se volvió pensativa mientras Peter buscaba la forma de negarse—. Podríamos usar adornos nuevos para la plaza, ahora que se han abierto más negocios en el centro. Tal vez algunos de esos copos de nieve iluminados. Estoy pensando que este año debería celebrarse en el centro, como antiguamente. El parque está bien, pero hay algo especial en una plaza preparada para acoger la navidad, ¿no crees?

Peter ignoró la pregunta.

—¿Los nuevos adornos están incluidos en el presupuesto actual? —preguntó, intentando ser práctico y no admitir lo poco que le gustaban esas fiestas.

—No creo —respondió Osvaldo, encogiéndose de hombros—. Pero siempre se pueden utilizar unos cuantos pesos de aquí y de allá para este tipo de emergencias. Fondos de emergencia, ¿no es así como los llaman?

—Luces en forma de copos de nieve no pueden calificarse como gasto de emergencia —arguyó Peter, preguntándose si iba a tener muchas discusiones como aquélla durante su permanencia en Monte Grande. Si ese era el caso, la experiencia iba a ser muy agotadora.

Osvaldo hizo un gesto con la mano, quitándole importancia.

—Seguro encuentras la manera. El tema es arrancar de una vez.

—Recién estamos en septiembre, Osvaldo —le recordó Peter, sintiendo cómo su impaciencia crecía proporcionalmente al entusiasmo del intendente.

—Hace falta tiempo para organizarlo todo, especialmente cuando se necesita reclutar voluntarios. Según tu currículum tienes experiencia de sobra para organizar todo tipo de eventos. Es hora de que la uses.

—Viendo tu entusiasmo, me parece que deberías ser tú quien se encargue del proyecto —dijo Peter, sin poder ocultar un tono de desesperación. Si seguía pensando en preparar una navidad a todo lo que da, se pondría a sudar como un chancho.

Había crecido en una casa que empezaba a prepararse para navidad con meses de anticipación. La casa en Pilar parecía una enorme tienda navideña incluso antes de que los adornos salieran a la venta. Pero ni Peter ni sus hermanas intentaban desenvolver los paquetes repartidos bajo los árboles. La mayor parte de ellos solo eran cajas vacías. Como casi todo en la casa de los Lanzani, se tratara de una fachada, no del contenido.

Se dio cuenta de que Osvaldo lo observaba con la mirada inquisidora.

—¿Tienes algo en contra de la navidad?

—No tengo nada en contra de la festividad religiosa —se apuró a responder Peter—. Sólo estoy diciendo que me parece una pérdida de tiempo dedicarme a preparar luces y adornos. Y, además, está la separación de la iglesia y el estado y todo eso. Tenemos que ser muy sensatos. Muchas leyes prohíben aglomeraciones en público.

—Nada de eso —dijo Osvaldo—. Estamos en Monte Grande. Aquí nadie va a oponerse a que festejemos —se levantó de la silla—. Quiero un informe de tus progresos antes de la reunión del jueves, ¿entendido?

Peter tuvo que hacer un esfuerzo para no cerrar los ojos y rezar pidiendo paciencia.

—Entendido —murmuró con los labios apretados.

Dejarlo a él a cargo de los preparativos navidaños era como dejar que Scrooge se encargara de la navidad.

Si Lali bebiera, la conversación con Candela la habría llevado directamente al bar. En vez de eso la llevó a Delica’s para una porción doble del famoso crocante de manzana con helado de vainilla de Eugenia. El pedido bastó para que la propietaria del restaurante más famoso de la localidad y copropietaria del Beleco Spa saliera de la cocina y fuera al encuentro de Lali.

—¿Qué pasó? —le preguntó Eugenia, poniendo el crocante sobre la mesa y sentándose frente a ella.

Lali hizo una mueca. Debería de haber sabido que ir ahí era una mala idea. Las Poderosas, como se hacían llamar Candela, Eugenia y Rocío, eran tan intuitivas como metidas.

—¿Qué te hace pensar que pasa algo? —preguntó, atacando el postre de manzana.

—Para empezar, nunca pides una porción doble de este postre. Después está ese gesto en tu cara —le dijo Eugenia, observándola atentamente—. Y el dato de que Candela me haya llamado para decirme que estás muy enojada por una conversación que tuvieron. Tenía la seguridad de que vendrías aquí.

—¿Hay algo, una sola cosa, que las tres no compartan? —preguntó Lali, metiéndose en la boca otra cucharada de helado que se derretía sobre el crocante caliente. Si no hubiera estado tan enojada, la deliciosa combinación de manzanas con helado la habría atrapado por completo.

—Tenemos nuestros secretos —le aseguró Eugenia—. Pero siempre estamos dispuestas a ayudarnos las unas a las otras. Y ahora eres una de nosotras.

—No, no lo soy —protestó Lali, aunque sus ojos empezaron a humedecerse—. Yo no crecí aquí. Las tres se conocen desde siempre y llevan haciendo cosas juntas toda la vida. Yo soy una visitante. No puedo ser una de ustedes.

—Por Dios, Lali. No necesitas tener una marca de nacimiento ni nada parecido. Si nosotras decidimos que lo eres, entonces lo eres —respondió Eugenia—. Y eso significa que nos preocupamos por ti y que podemos meternos en tu vida tanto como sea necesario. Así que cuéntame lo que pasó con Candela.

—¿No te dijo nada?

—Sólo me contó que tenía algo que ver con navidad. Pero la verdad, no le encontré mucho sentido. Nadie tiene problemas con navidad, a menos que te hayas demorado en hacer las compras hasta Nochebuena. Y para eso falta bastante.

—No se trata de las compras —dijo Lali con un suspiro de resignación. Eugenia no iba a dejar pasar el tema—. Quiere que forme parte del comité navideño del pueblo.

—¿Y el problema sería…? —preguntó Eugenia lentamente—. ¿Acaso no tienes tiempo?

—Podría hacerme un tiempo si quisiera —admitió Lali a regañadientes—. Pero no quiero hacerlo.

—¿Por qué?

—Porque no quiero. ¿No es ese un motivo suficiente?

Continuará…