Capítulo 25

 

Holanda!!!! Cómo las trató el viernes?! Si fue mal, olvídense y pa’ delante nomás que ya llega el finde y ahí siempre hay un momento para descansar, distender y relajarse! ;) Besos y gracias por mensajes siempre!!!!! Nos leemos mañana!

Twitter: @Caparatodos

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—Por lo visto, esta vez, sí —dijo Peter con un suspiro. Aquella noche no había nada que hacer—. Tengo que irme.

Al menos vería a Lali por la mañana, en la reunión del comité. Tal vez para entonces supiera cómo reparar sus errores.

Capítulo 25:

El lunes por la mañana, Lali estaba contando los potes de crema hidratante cuando Candela entró en su oficina.

—¿No tienes una reunión con el comité esta mañana? —le preguntó.

—No voy a ir —respondió Lali, evitando la mirada de Candela.

—No puedes esconderte de él —dijo Cande—. No sé lo que pasó anoche entre ustedes, pero Monte Grande es un lugar chico y se terminarán cruzando por ahí.

—Iré la semana que viene, o la próxima —le aseguró Lali—. Pero hoy no.

—¿Puedo saber qué dijo o qué hizo para que no quieras acercarte a él?

—No voy a hablar de esto contigo. Eres mi jefa.

Candela la miró como si le hubiera dado una cachetada.

—También soy tu amiga.

Lali suspiró y la agarró de la mano.

—Lo siento. Sé que puedo contar contigo, pero en esto no puedes ayudarme. Ni siquiera sé por qué estoy tan enojada. Sólo sé que ese hombre me saca de mis casillas…

Candela le apretó la mano.

—Yo podría ayudarte a averiguarlo, si me contaras.

—Gracias, pero no hay nada para contar. Lo que sí espero es que tú y las demás dejen de intentar emparejarnos. Peter y yo somos incompatibles. No hay más, tema cerrado.

—Está bien —aceptó Candela.

—¿Está bien? —repitió Lali, sorprendida—. ¿Así de fácil?

—Dejaste muy claro tu punto. ¿Quieres que te ayude a desembalar los productos?

—No, gracias. Necesito algo para mantenerme ocupada.

—¿Para no pensar en lo que sucedió anoche? —preguntó Candela—. ¿O para no imaginarte la reacción de Peter cuando no te vea en la reunión de hoy?

Lali la miró avergonzada.

—Ambas cosas.

—Bueno, entonces te dejo sola. Si cambias de idea y quieres hablar conmigo, ya sabes dónde estoy.

—Gracias —dijo Lali—. Y Cande… eres una gran amiga. En serio.

—No debo de serlo tanto si no puedo ayudarte a superar tus problemas.

—No está en tus manos resolverlo, pero aprecio tu intención de ayudarme.

Candela se fue y Lali se hundió en el sillón. Su estado de ánimo era ridículo. Peter no era el primer hombre por el que se había sentido atraída. Ni era el primer hombre al que con solo mirarlo sabía que no había futuro con él. Pero la noche anterior, cuando declaró que su intención era mudarse después, Lali se había sentido más dolida de lo que quería admitir.

Con demasiada frecuencia había sido una simple atracción pasajera para otros hombres. La diferencia era que, esta vez, lo sabía de antemano. Si dejaba que pasara algo entre ellos, si le entregaba su corazón a un hombre que ya tenía un pie en la puerta, ella misma se estaría condenando al dolor y la desgracia.

Y de ninguna manera iba a permitir que eso volviera a sucederle.

María se había pasado el fin de semana esperando con impaciencia la reunión del comité. Soportar a su ex suegro era un precio muy bajo por la oportunidad de pasar más tiempo con el nuevo secretario. El hombre más guapo y prometedor de Monte Grande desde el regreso de Nicolás Riera.

Había estado media hora más de lo habitual para elegir la ropa adecuada. Un sastre color turquesa, ideal para principios de octubre siempre que las temperaturas no cambiaran, unos zapatos de taco alto que realzaban sus piernas largas y formadas, unos aretes plateados y una pulsera a juego que había comprado en uno de sus viajes. Se había arreglado el pelo para sugerir el aspecto que tendría si acabara de acostarse con un hombre. Sexy y sensual pero con un toque de sofisticación. Pocos hombres eran inmunes a esa imagen.

Al entrar a la sala de reuniones, Nicolás le dedicó un silbido y un guiño.

—¿Ya encontraste una nueva presa, Mery? —le preguntó insolentemente.

—Vete al diablo, Nicolás —soltó ella, y se sentó a propósito en el otro extremo de la mesa, aunque aquello significara estar más lejos de Peter de lo que le habría gustado.

Nada más con sentarse su BlackBerry empezó a sonar. Finalmente había aprendido a usarlo, por lo que pudo sacarlo de la cartera con más seguridad de la que hubiera tenido semanas antes.

—María del Cerro, ¿quién habla? —preguntó en aquel tono bajo y sensual que había perfeccionado por si era un hombre quien la llamaba.

—Mamá, ahórrate esa voz conmigo, ¿puede ser? —se burló Fiorella.

—Ay, lo siento, mi vida. No miré la pantalla. ¿Qué pasa? Estoy a punto de empezar una reunión —dijo, manteniendo la mirada en la puerta que guiaba a la oficina de Peter. Se desabrochó otro botón del saco para mostrar un poco más de la blusa negra de encaje, pero al ver la expresión divertida de Nicolás volvió a abrochárselo.

Entonces se dio cuenta de que no estaba escuchando a su hija.

—Perdón, hija, ¿qué dijiste?

—¿No escuchaste nada de lo que te estaba diciendo?

—Lo siento, pero no.

—¿Por qué? ¿Hay algún hombre en esa reunión?

Continuará…