Capítulo 9

Hola, hola!!!! Cómo están?! Que tal va el día??? Ojalá todo bien y vayan metiendole que ya se acerca el fin de semana :D Besos y mil gracias por sus comentarios!!! Nos leemos mañana ;)

Twitter: @Caparatodos

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Peter pensó en la cena que tendría que aguantar aquella noche y en el inevitable sermón de su padre. La diversión no entraba en sus planes, eso era un hecho.

Capítulo 9:

Lali había logrado evitar a Candela otro día más, y pensaba seguir así. Agarró su cartera y caminó hacia la puerta lateral, cuando Candela apareció.

—¿Escabulléndote?

—Eso intentaba —admitió Lali con una sonrisa.

—¿Puedes quedarte un ratito?

—¿Es un pedido o una orden?

—Un pedido, obviamente —dijo Cande, y levantó dos tazas de té y una caja con facturas, la debilidad de Lali—. Confío en poder sobornarte.

Lali suspiró y se giró hacia la puerta del jardín, seguida por Candela.

Una vez sentadas, Lali agarró una factura rellena y frunció el ceño. Aún estaba caliente.

—¿De dónde sacaste esto? Hoy no había facturas en la cafetería.

—Le pedí a Euge que nos preparara algunas —respondió Candela—. Acaban de llegar hace unos minutos, recién salidos del horno.

—Estás empeñada en que participe en el comité navideño, ¿no? —dijo Lali mientras comía. Entre su comida favorita y los sobornos de Candela, iba a ponerse como una ballena.

—Por el momento estoy más interesada en saber por qué no quieres hacerlo. Te di tiempo para que lo medites, y no creo que tu reacción tenga nada que ver con hacer un poco de trabajo extra durante un par de meses, ¿no es así? —Lali guardó silencio y ella insistió—. ¿De qué se trata?

Lali no quería hablar de eso, así que la miró fijamente a los ojos.

—Lo voy a hacer.

—¿Hacer qué? —preguntó Candela, sorprendida.

—Participar en ese tonto comité. ¿No es eso de lo que estamos hablando?

Candela no pareció muy satisfecha con su cambio de dirección que le dio a la conversación.

—Olvídate del comité por un rato y dime por qué te molesta tanto la navidad. Acabo de darme cuenta de que siempre sales de vacaciones para esas fechas, pero no vas a visitar a tu familia ni a ninguna parte. Te quedas sola en tu casa y nunca aceptas la invitación de Rocío, Eugenia o mía. Tiene que haber una razón.

—Soy una persona poco sociable.

—No, no lo eres —contestó Candela—. Has ido en otras ocasiones a muchos festejos. Asados, comidas por cumpleaños, noches de sábado… No, esto tiene que ver con navidad. Le tienes un rechazo especial a esa fecha y quiero saber por qué.

—Es un tema mío —dijo Lali—. Sé que quieres ayudarme, pero no hay ningún problema. Simplemente no me gusta la navidad —frunció el ceño—. Y no me digas que a todo el mundo le gusta la navidad.

—Pero es así. Al menos acá.

—Entonces yo soy la excepción a la regla. Además, ya te dije que participaré en el comité y con eso queda cerrado el tema.

—¿Qué te hizo cambiar de opinión?

—Mmm… no me vas a dejar tranquila, ¿no?— Candela se limitó a arquear una ceja. —No, veo que no —murmuró Lali—. Si cambié de idea, en parte, por dejar de escucharte, y en parte por María. Me suplicó que aceptara porque ella también va a estar en el comité.

—¿Lo estás haciendo por María? —le preguntó Candela con incredulidad—. ¿Después de cómo intentó meterse con Nicolás?

—Él y Eugenia estaban separados en ese tiempo —le recordó Lali, sintiendo la necesidad de defender a su clienta—. Además, nunca tuvo chance con Nicolás, y eso lo sabía todo el mundo menos María. El caso es que es una buena clienta y me pidió este favor.

—Yo soy tu jefa y también te pedí, y a mí no tuviste ningún problema en decirme que no —sacudió la cabeza—. Lo estás haciendo por María… Espera a que se lo cuente a Euge y a Rochi.

—Lo estoy haciendo sobre todo para que me dejes en paz —la corrigió Lali—. Y como veo que no sirvió de mucho, me voy a mi casa antes de que cambie otra vez de opinión.

Candela abrió la boca, pero Lali levantó una mano.

—Termina con esto de una vez, ¿ok?

—Sólo te iba a decir que nos tienes a todas para cuando nos necesites, lo sabes ¿no?

Lali no pudo evitar que los ojos se le llenaran de lágrimas.

—Entendido —susurró, y se fue con rapidez antes de ponerse a llorar.

Peter se moría de impaciencia por regresar a Monte Grande. La cena a beneficio había sido todo lo detestable que podía haber esperado y más  sobre la clase alta. Si todo el dinero gastado en ese evento se hubiera utilizado para la propia causa, se habría igualado la cantidad recaudada.

Cada vez que se lo comentaba a su madre, ella lo miraba como si hubiera dicho una mala palabra.

—Cuando se ocupa un lugar tan importante en la sociedad, hay que hacer buenas obras.

—Sólo estoy diciendo que sería más efectivo y rápido otorgar un cheque —había argumentado Peter.

—Un evento como éste sirve para que la gente se interese y conozca la causa, pero también ayuda a la economía local. ¿Qué sería de las empresas de catering, de las florerías y todos lo demás si dejáramos de organizar actos benéficos?

—Entonces, ¿todo esto es para apoyar a la economía local?

Su mamá lo miró con el ceño fruncido.

—¡Por Dios! Sabes muy bien que es mucho más que eso. Sé que lo ves como algo frívolo e innecesario, pero un día de éstos te lo voy a demostrar con cifras para que puedas entenderlo.

—Te lo agradeceré —dijo él con una sonrisa.

—No cambias más.

—Pero así me quieres.

—Casi siempre. Y si te casaras y nos dieras un heredero me podría olvidar de estas discusiones sin sentido.

—Mamá, ya tienes seis hermosas nietas.

—Ninguna de ellas va a tener el apellido Lanzani —le recordó su madre—. Aunque alguna de tus hermanas tuviera un hijo, no sería un Lanzani.

—Así que tengo que casarme y tener un hijo, ¿ésa es la idea?

Su madre lo miró con dureza, aunque había un dejo de determinación en sus ojos.

—Me harías muy feliz.

Continuará…