Capítulo 32

 

Hola, hola!!!! Cómo les va?! YA llega el finde así que a meterle!!!! ;) Muchas gracias por sus comentarios! Besitos y nos leemos mañana!

Twitter: @Caparatodos

____________________________________________________

—¿Está todo bien? —preguntó. Sus palabras iban dirigidas a él, pero tenía la mirada fija en Lali.

Por la expresión de su cara, como si hubiera chupado un limón, era obvio que la había reconocido.

Capítulo 32:

—¡Tú! —exclamó, casi temblando por la indignación—. La verdad es que no me sorprende encontrarte en este lugar. Supongo que Isabella te despidió.

Las mejillas de Lali se cubrieron de color. Le lanzó una mirada de disculpa a Peter y se preparó para enfrentarse a su madre.

—En realidad, Bella me dio todo su apoyo. Estoy en Monte Grande porque me surgió la oportunidad de dirigir los tratamientos de belleza en un centro exclusivo. Llevo aquí tres años, y hemos recibido las mejores críticas posibles de las clientas y los medios de comunicación —clavó la mirada en los ojos de la madre de Peter—. ¿Y sabe lo mejor de todo? Ni una sola clienta se ha quejado de nada, lo que me lleva a pensar que soy muy buena en mi trabajo y que si alguien tuvo un problema con un tratamiento fue porque nunca me dijo que era alérgica a ciertos productos.

Lejos de intimidarse por el discurso de Lali, Claudia la miró con su expresión más orgullosa y arrogante.

—Eres una joven muy malcriada. Y una incompetente, además. Estoy pensando en llamar a tu jefa y contarle lo que me hiciste.

—Mamá —intervino Peter—, sabes que eres alérgica.

—¡Ese no es el tema! —exclamó su madre.

—Ese es exactamente el tema —dijo Lali—. Usted sabía que no tenía razón, y aun así intentó que me despidieran. ¿Qué le da derecho a jugar con la vida de alguien de esa manera? ¿Se cree que puede hacer lo que quiera sólo por tener dinero? La gente como usted me enferma.

Peter hizo una mueca. Lali había perdido la paciencia y no pensaba en las consecuencias de sus palabras. Estuvo tentado de ponerle una mano en la boca, pero no lo hizo por temor a que lo mordiera.

—Olvídelo —dijo Lali—. Mi jefa sabe todo y no tiene una muy buena opinión de usted. Por otro lado… mi abogada me ha aconsejado que la demande por difamación.

—¡No serias capaz!

—Póngame a prueba —dijo Lali, lanzando fuego por los ojos.

Claudia parpadeó un par de veces y giró sobre tus talones.

—Se me quitó el hambre, Peter. Será mejor que nos vayamos.

—Dame un momento —miró a Lali a los ojos. Apenas parecía afectada—. ¿De verdad tenías que hacer eso? —le preguntó suavemente.

—¿Hacer qué? ¿Defenderme a mí misma? Sí, creo que tenía que hacerlo. Es algo que tendría que haber hecho hace cuatro años, cuando tuvo lugar aquel «desafortunado incidente».

Él sacudió la cabeza y le dio un rápido beso.

—Solo para que lo sepas… estuviste increíble. Después te llamo —le dijo, y se fue para intentar arreglar las cosas con su madre. No por el bien de Lali, sino por el suyo propio. Debería haber salido en defensa de Lali, pero se había quedado tan impresionado por su carácter que no había podido intervenir. Aquella mujer era extraordinaria.

Se encontró a su madre sentada junto al volante, todavía temblando de furia.

—¿Cómo conoces a esa fulana? —le preguntó a Peter.

—Cuidado con lo que dices, mamá —le advirtió él, sentándose junto a ella—. Lali es una amiga.

—¡Te prohíbo que seas su amigo! —declaró ella, horrorizada.

Peter comenzó a reír.

—Soy bastante grande como para que decidas quién puede ser mi amigo.

—Te estoy diciendo que esa mujer es peligrosa. Me da igual lo que diga… Voy a llamar a su jefa.

Peter se puso serio inmediatamente.

—No, mamá. No vas a hacerlo.

—Por supuesto que sí. Y creo que también llamaré al responsable de otorgar licencias para ese tipo de negocios, sea quien sea.

—Si lo haces, no te hablo nunca más —le dijo Peter en tono tranquilo y sereno.

Su mamá pareció horrorizada por un instante, pero entonces volteó la mirada.

—¿Y a ti qué te importa? Deberías estar agradecido de que me quiera ocupar del asunto antes de que empiece a ganar mala fama para su negocio y para el lugar en el que vives. A menos que esa mujer signifique para ti algo más de lo que me has dicho.

—No metas en esto mi amistad con Lali. ¿Y no crees que si intentas despedirla será peor para la imagen del negocio y del lugar? Dale, mamá, eso es lo que quieres. Tu intención es humillarla públicamente, aunque la culpa sea tuya.

Ella se llevó una mano a la mejilla.

—Si hubieras visto lo que me hizo… —dijo en tono triste—. Mi cara se cubrió de ronchas. Y aquella misma noche tuve que ponerme tanto maquillaje para asistir a un evento que no sé cómo no se me partió la cara.

—Podrías haberte quedado en casa —dijo Peter—. No era la primera vez que la piel se te irritaba por algún ingrediente al que eres alérgica. Lali tenía toda la razón. Deberías haberle hablado de tu alergia.

Su madre lo miró con expresión consternada.

—¿Por qué te pones de su lado? —le preguntó, y entonces ahogó un gemido—. Es ella, ¿no? La mujer por la que estás interesado.

Peter pensó en dar una respuesta evasiva, pero ¿de qué serviría? Lo mejor era admitirlo cuanto antes.

—Sí, lo es. Y te agradecería que te olvidaras de toda esta locura. La culpa fue tuya, y lo sabes.

—Juan Pedro Lanzani, ¡te prohíbo terminantemente que te relaciones con esa mujer! —le ordenó su madre en su tono más autoritario—. Es inferior a ti. Se dedica a hacer tratamientos faciales, por amor de Dios. Tú necesitas a una mujer de tu clase, no a una fulana cualquiera que seguramente abandonó los estudios a la mitad.

Peter la miró con compasión.

—Te lo advertí —dijo tranquilamente. Abrió la puerta y salió del auto—. Hemos terminado.

—Pedro, regresa al auto —le ordenó ella.

Peter cerró la puerta y se alejó. Sabía que no había terminado nada. Por la noche su padre sabría la clase de compañía femenina que había elegido, y entonces sí que empezarían los problemas. En días como aquél, desearía que sus papás lo hubieran desheredado con tal de no meterse en su vida.

Continuará…