Capítulo 30

Hola chicas!!! Cómo les va?! Espero que todo bien y que estén llevando la semana lo mejor que se puedan ;) Gracias por estar ahí, siempre, a pesar de las miles de cosas que tienen para hacer y estudiar! Suerte a todas las que ya están en finales, métanle que ya termina... es un último esfuerzo! Besos y nos leemos mañana!!! :D

Twitter: @Caparatodos

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Pudo ver el destello de pánico en sus ojos antes de levantarse e irse. Genial, pensó. Hacerla cambiar de opinión se había convertido en su objetivo personal.

Y tenía el presentimiento de que iba a ser mucho más entretenido que nada que hubiera hecho hasta ahora.

Capítulo 30:

Lali escuchaba cómo María le enumeraba todos los intentos que había realizado por seducir al secretario, y no pudo evitar una sensación de alivio al saber que Peter no había caído en los encantos de aquella mujer.

Tal vez el interés que decía sentir por ella fuera cierto, pensó mientras le colocaba a María toallas calientes en la cara al finalizar el tratamiento.

—¿Crees que es gay? —le preguntó María con la voz ahogada por las toallas—. Eso lo explicaría todo…

Aunque María no podía verle la cara, Lali tuvo que reprimir una carcajada. Tal vez Peter no fuese para ella, pero era el hombre más varonil que había conocido. Los besos que se habían dado lo confirmaban. Tal vez debería describírselos a María para borrar sus dudas.

O mejor no. Una información así alimentaría los rumores por un mes.

—Tú también lo crees, ¿no? —le dijo María, tomando el largo silencio de Lali como una respuesta afirmativa.

—No, para nada —replicó Lali—. Es más, estaba pensando de dónde has sacado una idea tan disparatada. No puedes ir por ahí insinuando esas cosas, María. La gente de por aquí es muy recatada… Imagina los problemas que podrías ocasionarle a Peter.

—¡Ay, por favor! —exclamó María—. No hay nada malo en ser gay.

—Puede que algunas personas no piensen lo mismo, incluido Peter. Sea como sea, no puedes sacar conclusiones precipitadas. Apenas lo conoces.

—El instinto no me suele fallar con los hombres —insistió María—. Además, ya te he dicho que siempre rechaza mis invitaciones para comer o para tomar algo. Siempre tiene una excusa —se quitó la toalla y miró a Lali en el espejo—. No pongas esa cara… Ya sé lo que se espera de las mujeres: tenemos que esperar a que los hombres den el primer paso. Pero si sólo hiciéramos eso nos pasaríamos muchas noches en casa. ¡No le pedí que se case conmigo!

—¿Sabes si está solo?

—Por supuesto que sí. Tengo a una amiga que trabaja con él y pudo hojear un poco su ficha. No está casado, y hasta donde he podido averiguar, nunca lo ha estado.

—Puede que tenga una novia por ahí —dijo Lali, improvisando forzosamente sobre la marcha para no insinuar que Peter podía estar interesado en otra mujer de Monte Grande—. Puede que todos los viernes por la tarde se vaya a pasar el fin de semana con su prometida.

—Sí, puede ser —afirmó María con expresión pensativa, pero enseguida rechazó la posibilidad—. Dale, Lali. Tiene más de treinta y nunca se ha casado. ¿No te parece raro?

—Yo tampoco me he casado nunca —respondió Lali—. ¿Eso también te parece raro?

—Claro que no. Simplemente eres una mujer muy selectiva que no va a conformarse con el primer hombre que te proponga matrimonio. ¿Y por qué habrías de hacerlo? Mírate… Puedes tener a cualquier hombre que quieras.

—Ojalá fuera verdad—comentó Lali.

Ninguna de sus relaciones supuestamente serias había llevado al matrimonio. Siempre había sido el segundo plato de alguien, por detrás de otra mujer, de los deportes, de un trabajo, incluso de una madre.

Pero finalmente había decidido acabar con ese papel secundario. Si un hombre no la ponía por delante de todo y de todos, ella no quería saber nada de él.

Y basándose en la idea de Peter, la de irse de Monte Grande, por no hablar de su parentesco con la mujer que había intentado destruirla, no se podía decir que una relación con él fuera muy prometedora.

Decidida a cambiar de tema, volvió a colocar la toalla sobre la cara de María.

—No te la quites —le ordenó—. Vuelvo enseguida. Mientras tanto, intenta relajarte y deja que las cremas hagan efecto.

María murmuró algo incomprensible bajo la toalla, y Lali prefirió no entenderla. Le caía bien, pero sus ofensivos comentarios sobre alguien que a ella le gustaba iban a hacerle perder la paciencia un día de ésos.

Peter levantó la mirada del montón de revistas que llenaban su mesa y se encontró a su madre en la puerta, pensativa y con los brazos cargados de telas.

—Mamá, ¿qué estás haciendo aquí? —le preguntó, levantándose rápidamente para ayudarla con el peso.

—Te dije que iba a comprar cortinas nuevas para tu oficina —le dijo ella con un tono de impaciencia—. He traído unas cuantas muestras para que elijas la que más te guste.

Peter se había olvidado por completo de las cortinas y de cerciorarse de que a nadie le importara.

—Siento que hayas venido por gusto —dijo, dejando las telas en una silla—. Aún no he hablado con el intendente sobre esto.

—¿Dónde está el intendente? Vamos a preguntarle ahora mismo. ¡A nadie puede importarle que tu mamá te compre unas cortinas!

Tal vez no, pero a Peter le importaba poco y nada la clase de cortinas que colgaran de sus ventanas. Y tampoco creía que a su madre le importase mucho, a pesar de su aparente entusiasmo.

—Siéntate —le dijo—. Y cuéntame qué pasa. Siempre estás tan ocupada que pueden pasar semanas sin saber nada de ti, y de repente te obsesionas con mis cortinas. ¿Te aburres, mamá?

—No, para nada. Tengo tantas cosas que hacer que a veces no puedo hacerme cargo de todas —a pesar de sus convincentes palabras evitó la mirada de Peter mientras hablaba.

—Entonces, ¿por qué pierdes tiempo eligiendo cortinas para mi oficina?

Su madre se removió incómoda en el asiento.

—Porque te extraño —admitió finalmente—. Sé que quieres evitar a tu padre y sus críticas, pero eso no significa que no puedas pasar más tiempo conmigo. Eres mi hijo menor. Y el único hombre.

—Y tu favorito —bromeó Peter con una sonrisa.

—No te la creas, tampoco. Las mamás no tienen favoritos.

—Entonces, ¿por qué no te basta con mis hermanas y sus familias?

—Porque son mayores y tienen su propia familia. Pero tú estás solo y me preocupo por ti. Yo no estaré siempre acá, Peter. Necesitas a una mujer en tu vida.

Peter apenas pudo contener un suspiro.

—No empieces otra vez con eso. Me casaré cuando encuentre a la mujer indicada —entonces pensó en lo que acababa de escuchar—. ¿Por qué has dicho que no estarás siempre aquí? No estás enferma, ¿no?

Continuará…