Capítulo 20

Holillas!!! Cómo va todo?! Espero que estén teniendo un lindo domingo! Las que no o las que tienen que estudiar, métanle y ponganle onda al menos lo hacen más llevadero! Yo desde acá les mando merd para lo que se les venga! Muchas gracias por sus comentarios!!! Besos y nos leemos mañana! Qué empiecen lo mejor que puedan la semana, pero sobre todo que la empiecen con buen ánimo así la arrancan bien! ;)

Beth: De dónde o quién era la nove?! Así puedo preguntar o ayudarte ;) 

Twitter: @Caparatodos

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—Acabas de sumar muchos puntos —dijo Nicolás.

Gastón sonrió comprensivamente, como un hombre que había estado antes en sus zapatos.

Peter sacudió la cabeza y terminó su cerveza. ¿Dónde se había metido? Un solo beso y ya estaba de la cabeza a los pies.

Capítulo 20:

Una noche más, las chicas se juntaban para conversar sobre sus respectivas vidas, del spa y para tomar margaritas. Normalmente a Lali le encantaban aquellos encuentros, pero algo le dijo que aquel iba a ser diferente. Y sus sospechas fueron confirmadas cuando llegó a la casa de Rocío y las demás se callaron al instante.

—¿Qué pasa? —preguntó.

Las tres mujeres la miraron con cara inocente. Rochi llenó de inmediato un vaso y se lo dio a Lali, quien lo aceptó desconfiada y se sentó en el piso.

—¿Van a decirme por qué se callaron cuando entré?

—Tiene razón —dijo Candela—. Debería saberlo.

—Claro que debe saberlo —afirmó Eugenia, mirando a Rocío—. Tú lo organizaste, tú se lo dices.

—Yo no hice nada —protestó Rocío.

—Díselo —le ordenaron Candela y Eugenia a la vez.

—Peter va a venir a comer el domingo —confesó Rocío—. Los chicos lo invitaron anoche.

Lali examinó a sus amigas una por una.

—¿Y fue idea tuya? —le preguntó a Rocío.

—No precisamente —dijo ella, mirando a las otras con expresión desafiante—. Las tres queríamos verlos juntos. Bueno, Candela tal vez no porque ya vio las chispas en vivo. Pero Eugenia y yo estamos ansiosas por verlos.

—¿Y cómo vieron los chicos a Peter para poder invitarlo? —preguntó Lali.

—Ah, ya sabes cómo son los hombres —dijo Eugenia—. Agustín llamó a Peter para que fuera a jugar fútbol con ellos y después se fueron a tomar unas cervezas. Típico.

—Lo estaban poniendo a prueba, ¿no es así? —dijo Lali—. No eran sólo cervezas. Conozco sus técnicas.

—Sólo estábamos cuidándote —dijo Candela—. Sabemos lo que piensas de las relaciones, y pensamos que si vas a estar con alguien, debe ser con una persona digna de confianza.

—No quiero tener relación alguna con Peter —insistió Lali por vigésima vez—. ¿Qué no les entra en la cabeza?

—Que ni tú te la crees —dijo Rocío—. Soy abogada. Sé cuándo las personas me mienten… y cuando se mienten a sí mismas.

—Genial —dijo Lali—. Ustedes pueden analizar cuanto quieran al secretario local. Pero yo no voy a estar presente.

—No puedes cancelar ahora —protestó Candela—. Dale… Queremos que estés.

—Y te invité a ti primero —le recordó Rocío—. Ibas a traer tequila y todo. Si sigues pensando igual, le diremos a Peter que no venga.

Lali las miró con el ceño fruncido.

—No puedo dejar que hagas eso. Sería una malacrianza decirle que no venga. Es nuevo acá y seguramente no conoce a muchas personas. ¿Por qué no invitan a alguien más? A María, por ejemplo. Sé de buena fuente que él le parece guapo.

—Entonces sería yo la que no vendría —dijo Eugenia fríamente—. Y Nicolás tampoco.

—A Nicolás le importa un comino María —dijo Candela.

—No me importa —insistió Eugenia—. No quiero verla cerca de mi marido —le frunció el ceño a Lali—. Y tú tampoco deberías dejar que se acerque a Peter.

—¿Cuántas veces tengo que decir que no me interesa Peter Lanzani?

La expresión de Candela se volvió pensativa, aunque sus ojos brillaban de alegría.

—Las que hagan falta para creerte. Y ni siquiera estás cerca.

Lali cerró la boca. No tenía sentido seguir discutiendo.

—Buenísimo —dijo Rocío con una radiante sonrisa—. Todo arreglado. Será una noche muy divertida.

Lali no quería contradecirla, pero sus perspectivas eran mucho más pesimistas. El beso con Peter le hervía la sangre cada vez que recordaba. Tendría que resistir la tentación de repetirlo, y siendo sincera, no estaba segura de ser lo bastante fuerte.

El domingo por la mañana, una llamada sacó a Peter del sueño erótico que estaba teniendo con Lali.

—Mi vida. No te habré despertado, ¿no? —le preguntó su Claudia.

Peter suspiró mientras la última imagen de Lali se esfumaba de su mente.

—No pasa nada, mamá. De todas maneras tengo que levantarme para ir a la iglesia. ¿Qué pasa?

—Tu papá y yo hemos estado hablando. Sé que no me esperabas hasta la semana que viene, pero los planes que teníamos para hoy se han postergado y hemos pensado que podríamos ir a almorzar contigo. ¿Qué te parece?

Peter reprimió un suspiro. Había pensado ver algunas casas aquella mañana, revisar el presupuesto y luego ir a casa de Gastón y Rocío. Aunque su mamá estaba sugiriendo la posibilidad de un almuerzo al mediodía, por lo que a las dos podrían estar de terminando. Sería tiempo suficiente, y al menos podría olvidarse de una vez de aquella visita tan esperada como temida.

—Buenísimo, ma. Podemos comer en Delica’s. Pero tenemos que llegar temprano. Los domingos cierran a las dos y suele estar repleto de gente.

—No hay problema. Después de ir a la iglesia partimos para allá, calculo estaremos a eso de las once. Así tendremos tiempo suficiente para conocer el lugar y estar en el restaurante antes del mediodía.

—Perfecto —dijo Peter—. Nos encontramos en la plaza del centro.

—Ah, pero queremos ver dónde vives —protestó su madre.

—Me estoy quedando en un hotel, mamá. No hay nada que ver. Aún no encontré casa.

—Ya sé que estás en un hotel, pero me gustaría conocerlo —insistió ella—. Así podré imaginarte ahí, aunque sólo sea temporalmente.

Era uno de los rasgos característicos de su madre. Le encantaba saber dónde y cómo vivían sus hijos. Había visitado cada habitación, cada casa, cada departamento en el que se habían alojado sus hijos durante y después de sus estudios. Era lógico que quisiera ver el hotel.

—Mamá, vas a estar muy poco tiempo acá. Es mejor no perderlo visitando un cuarto de doce metros cuadrados.

—Supongo que tienes razón —aceptó ella a regañadientes—. Tal vez deberíamos ayudarte a buscar casa mientras estemos por allá —sugirió en tono más animado.

—De ninguna manera —rechazó él con más dureza de la que pretendía—. Ya vi casi todo lo que hay a la venta. Sólo tengo que elegir.

—Y nosotros podríamos ayudarte —insistió su madre—. No es ninguna molestia, hijo. Ya sabes que tengo muy buen ojo para estas cosas. Y podría llevar a mi decorador para que lo pusiera habitable. Necesitas una casa lo bastante grande para recibir visitas, y tiene que estar en un buen lugar. No te olvides que eres una figura pública…

—¡Mamá! —la frenó él—. Ya es suficiente. No necesito una mansión ni nada por el estilo. Y yo mismo puedo arreglarla si hace falta. Lo último que necesito es un decorador.

—Bueno, pero si quieres algunas de las reliquias familiares tendrás que elegir mejor esta vez —siguió su madre—. El último cuchitril donde te quedaste no era digno de exhibir piezas antiguas de un valor incalculable.

Peter preferiría vivir en una carpa antes que verse rodeado por los tesoros de la familia Lanzani.

—Lo hablaremos en el almuerzo —dijo.

Si se plantaba en persona tal vez conseguiría que su madre lo escuchara. Aunque no debía hacerse muchas ilusiones al respecto. Su padre nunca había conseguido imponerse en los cuarenta años que llevaban casados.

Continuará…