Capítulo 59

Hola, hola! Cómo les va?! Espero estén teniendo un buen domingo y ya recargando fuerzas para la semana! :D Gracias por sus comentarios y sí, ya se termina pero viene otra!!!! Un beso para todas y buena semana!!! Ya saben a empezarla con el pie derecho ;)

Chicas! Por si no leyeron, volvió Gene (Laliter21) con nove y hasta maratón así que pasen por su blog que ATC ya tiene nuevos capítulos http://laliter21.blogspot.com/ ;)

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—El lodo se hace más profundo —dijo Tomás—. Supongo que tampoco tendrás una coartada para ese crimen.

Capítulo 59:

—La verdad es que sí.

No quería revelar su pasado, pero no era el momento de estar con rodeos y secretos. Si Tomás tenía que armar una defensa eficiente, necesitaba todos los datos.

—Su nombre es Lali Espósito. Estaba con ella la noche en que secuestraron a la primera de las niñas.

—¡Ah! —exclamó el abogado que había sacado ya sus propias conclusiones—. Supongo que ella será la protagonista central de este misterio.

—Es una manera de decirlo. Hemos estado investigando para tratar de averiguar lo que sucedió hace doce años.

Tomás terminó su cerveza y se levantó. Peter parpadeó para asegurarse de que no alucinaba. Un segundo antes, Tomás parecía necesitar un buen descanso. El Tomás que tenía delante se había revitalizado.

—Bien, ¿qué estamos esperamos?

—¿A qué te refieres? —preguntó Peter, desconfiado del repentino cambio de humor de su amigo.

—Quiero saberlo todo sobre esos secuestros y tres cabezas piensan mejor que una. Vamos a visitar a tu amiga Lali Espósito.

—No es tan sencillo —dijo Peter con los ojos fijos en la mesa.

Cuando vio que Peter no se explicaba, Tomás volvió a sentarse. Puso los codos sobre la mesa y levantó las cejas dispuesto a escuchar.

—¿Por qué no? ¿Acaso no está de nuestro lado?

—No es eso.

Peter pensó que Lali había estado de su parte desde que la había visto en el cementerio. Entonces le había ofrecido su compasión. Luego se había ofrecido a sí misma. Y Tomás quería pedirle ayuda.

—Entonces, ¿qué es? —insistió Tomás.

Peter se preguntaba cómo decirle a su amigo que no se ama a una mujer que se mantiene a tu lado por un sentimiento de culpabilidad. Miró su reloj y vio que eran casi las seis de la tarde.

—Nada. Trabaja cerca de aquí. Vamos.

Lali estaba nerviosa. La gente de Arcadia sabía que tenía que cerrar a las seis, pero no hacían demasiado caso y se demoraban hasta, última hora. Ya eran las seis y cuarto y las campanas habían sonado anunciando la llegada de otro cliente.

—Cerramos.

Levantó la mirada y se encontró a Peter en compañía de otro hombre. Estaba segura de que era Tomás Arbulú.

—¿Te importa si te esperamos? —preguntó Peter.

En la caja registradora había tres personas mayores. Los tres miraron con expresión de desagrado a Peter.

—Hola —dijo Lali, ignorándolos.

Todos los clientes se habían callado, pero las sospechas llenaban el aire. Lali les dirigió un gesto de disculpa cuando despachó al último cliente.

—Dime que no te fugaste —bromeó ella.

Peter intentó sonreír sin lograrlo. Parecía que su estadía en la celda lo había dejado agotado.

—Nada de eso. Se lo debo al mejor abogado. Lali, quiero que conozcas a Tomás Arbulú.

Lali lo habría reconocido sin la presentación. Se notaba, con solo mirarlo, que no era de Arcadia y llevaba la determinación e inteligencia escritas en la cara.

—Creí que eras abogado, no que hacías milagros. ¿Cómo convenciste a Joaquín para que lo dejara salir?

—Digamos que utilicé un poco de persuasión legal —bromeó Tomás mientras le estrechaba la mano.

—¿Terminó todo?

Tomás hizo un gesto negativo. Lali se sintió tan frustrada que dio un zapatazo contra el suelo.

—Es como para volverse loca. No pudo creer que Joaquín haya presentado cargos con una evidencia tan débil. La huella de unos pies semanas después del hecho. ¿Es legal?

—Puede que tenga algo más que la huella de un pie —dijo Peter—. Joaquín asegura que tiene un testigo.

—¡Imposible! —exclamó Lali.

—No vamos a resolver nada hablando aquí. Me gustaría que me dieran todos los detalles posibles, pero estoy seguro de que debe haber un sitio más cómodo que la tienda.

—¡Ay! Lo siento. Podemos ir a mi casa —invitó ella.

—Esperaba que lo dijeras —bromeó Tomás.

Lali cerró la tienda mientras trataba de controlar la desesperación que amenazaba con dominarla. Unos minutos después, estaban instalados en la sala de Lali frente a una pizza que ella misma había preparado. Ella deseaba agarrarle la mano para reconfortarlo, pero Peter se había sentado lo más lejos posible.

—Empiecen cuando quieran —dijo Tomás.

Comenzaron la historia con la fatídica noche en que Erika había desaparecido y la terminaron con el arresto de Peter. Debido a que Tomás necesitaba toda la información que pudiera recopilar para preparar la defensa sólo omitieron los detalles más personales. Cuando terminaron, habían transcurrido varias horas.

—¿Eso es todo? —preguntó el abogado.

—Sólo falta añadir que soy una pésima detective. Nos engañamos a nosotros mismos al pensar que podíamos encontrar la pista de algo sucedido hace tanto tiempo. Lo único nuevo que hemos averiguado es que Erika llevaba una manta roja a todas partes y que Abel Pintos estaba empeñado en que había sido testigo de su secuestro. Pero ha muerto y, de todas maneras, su palabra no gozaba de credibilidad.

—No seas tan dura contigo misma. Lo sucedido no es culpa tuya.

—Yo no estoy tan segura. No fue tu futuro el que arruiné —dijo ella, mirando a Peter.

—No fue tu culpa —afirmó él, sorprendido al ver que creía en lo que decía.

Lali lo miró como si estuvieran a solas. Llevaba años esperando oír esas palabras de sus labios. Pero ya no podía aceptarlas.

—Si hubiera hablado hace doce años, nada de esto habría sucedido. Quizás Erika no hubiera muerto, ni Luz habría desaparecido, ni tú habrías sido acusado.

—No pienses eso —dijo Peter volviendo a sorprenderse—. Creo en el destino. No importa lo que hubieras hecho, esto habría pasado igual.

—¿Lo dices de verdad? —preguntó ella sin animarse a creerle.

Tomás carraspeó para llamar su atención.

—Siento interrumpir, pero la libertad de Peter depende de lo que me cuenten. Ahora piensen. ¿Conocen a alguien que haya actuado de una forma extraña desde el regreso de Peter? O tal vez no sea extraña la palabra adecuada, digamos que con nerviosismo.

—Nadie excepto el viejo Pintos. Debía estar loco. Si no, no consigo imaginarme por qué me advirtió que me mantuviera lejos de Peter. Pero eso fue lo que dijo.

—¿Te pidió que te mantuvieras alejada de Peter?

Lali meditó un momento. Había dicho algo muy parecido pero aquellas palabras no eran las palabras exactas. «Andas en compañía de un tipo muy peligroso». ¡Eso era! No había nombrado a Peter. Ella sólo había sacado conclusiones.

—¡Lali! ¿Qué te pasa? —preguntó Tomás, preocupado.

Continuará…