Capítulo 9

Hola, hola!!!! Llegó el viernes y el fin de semana, fin de semana ♫ lalalala jajajjaa Cómo están?! A empezarlo con todo y disfrutarlo, así la semana se hace más llevadera y menos estresante ;) Gracias por tan lindos comentarios! Son geniales, ales, ales!!!! ajaja sorry pero mi locura hoy está al 200%, se llama liberación de estrés acumulado! Gracias, gracias, gracias!!!!! Las quiero y nos leemos mañana!!!! :D

Twitter: @Caparatodos

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–Mi tía Gabriela estaba viviendo aquí desde hace un par de años. Se había mudado con su hermana cuando la tía Clara había enfermado. Después de su muerte, Gabriela me dijo que la casa era demasiado grande para ella sola y que le vendría bien tener compañía. Cuando llegué, intentó solucionar, o al menos aliviar mis problemas dándome de comer. Y un día se me ocurrió la brillante idea de abrir una panadería juntas. Sus recetas son increíbles y a mí siempre me había gustado la cocina.

Capítulo 9:

–Te felicito –le dijo Peter con toda sinceridad. Le dolió no haber sabido nunca que Lali tenía la habilidad de cocinar, y que había preferido mudarse con su tía antes de acudir a él al darse cuenta de que estaba embarazada.

Él tenía medios más que suficientes para mantenerla a ella y a su hijo. Aunque no se hubieran reconciliado, le habría comprado un departamento en algún lugar donde pudiera ir a verlos y pasar así el máximo tiempo posible con el bebé.

       

Pero eso Lali ya lo sabía, así que si había decidido irse y mantenerse sola, había sido porque había querido. Jamás la había impresionado su dinero.

Apenas se casaron, no había querido ir a vivir a la enorme mansión de su familia, y Peter se preguntó en esos momentos qué habría pasado si le hubiera hecho caso.

Lali dejó de darle golpecitos en la espalda al bebé.

–¿Puedo cargarlo? –se animó a preguntarle Peter.

Ella miró al bebé, que dormía en sus brazos, con indecisión.

–Si no va a despertarse –añadió Peter.

Lali levantó la cabeza y lo miró a los ojos. Lo que la hacía dudar no era el miedo a que el bebé se despertara, sino a que Peter se acercara a su hijo, o a tener que compartirlo, ya que hasta entonces había sido sólo suyo.

Luego suspiró.

–Por supuesto –le dijo, acercándose para pasarle al bebé.

El último bebé al que Peter había tenido en brazos había sido su sobrina, que ya había cumplido tres años, pero por lindos que fueran los hijos de su hermano, por mucho que los quisiera, tenerlos en brazos no había sido nada comparado a tener a su propio hijo pegado al pecho.

Era tan pequeño, tan guapo, transmitía tanta paz dormido.

Intentó imaginárselo recién nacido, recién salido del hospital… pero no pudo, porque no había estado allí para verlo. Frunció el ceño y supo que no podría irse de Banfield sin su hijo, sin haber pasado más tiempo con él y sin saber todos los detalles que se había perdido desde el nacimiento del niño.

–Creo que tenemos un pequeño problema –le dijo a Lali–. Estuve al margen de esto y tengo que recuperar el tiempo perdido, así que voy a darte dos opciones: O preparas las maletas para que Martín y tú se vengan conmigo, o me das una excusa para que yo me quede aquí. De cualquier forma, voy a estar con mi hijo –dijo Peter antes de que Lali tuviera tiempo para interrumpirlo.

Lali deseó quitarle a Martín y salir corriendo.

Encontrar un lugar en el cual esconderse con su bebé hasta que Peter perdiera el interés por él y se fuera por donde había entrado. Pero conocía bien a su marido y sabía que no iba a irse y mucho menos iba a dejar a su hijo allí.

Así que supo que tenía que enfrentarse a la realidad.

De todas formas, había estado preparada para contarle a Peter que estaba embarazada cuando se había enterado, y sus valores seguían siendo los mismos que en ese entonces.

       

Sin embargo, eso no significaba que estuviera preparada para hacer las maletas y mudarse nuevamente con él.  Su vida estaba allí. Tenía a su familia, a sus amigos y un negocio.

La idea de que Peter se quedara en Banfield hizo que se le acelerara el corazón, sintió pánico.

Estaba entre la espada y la pared.

–No puedo volver contigo –dijo, fingiendo que no le afectaba por dentro verlo con su hijo en brazos.

–Bueno, en ese caso, me quedaré yo aquí.

Lali notó cómo el pánico crecía en su interior.

–Pero no puedes quedarte para siempre –le dijo–. ¿Y la empresa? ¿Y tu familia?

¿Y mi salud mental?

–No lo haré –le respondió él.

Luego le devolvió a Martín muy a su pesar, con cuidado para que no se despertara, y sacó su celular del bolsillo.

–Pero si piensas que la empresa, o mi familia, son más importantes que mi hijo, estás loca. Puedo tomarme un par de semanas. Sólo tengo que decirle a todo el mundo dónde estoy.

Y, dicho eso, se dio media vuelta y fue hacia las escaleras mientras marcaba un número en el teléfono.

Lali se balanceó y miró a su hijo. Notó cómo las lágrimas le inundaban los ojos.        

–Ay, mi chiquito –susurró, dándole un beso en la frente–. Estamos metidos en un buen lío.

Continuará…