martes, 18 de febrero de 2014

Capítulo 13




Twitter: @Caparatodos
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Sí, eso era.

Capítulo 13:

El cursor se detuvo y parpadeó, como si esperara pacientemente alguna señal de las profundidades de la máquina. Tosca luchaba con el policía y maldecía el nombre de Scarpia mientras despacio, muy despacio, las letras empezaban a borrarse, una detrás de otra, hasta que la pantalla se quedó en blanco.

El profesional se quedó ahí, asombrado. Estaba claro qué había sucedido. Los archivos tenían una bomba programada. Si no se introducía un código a intervalos determinados, probablemente cada —miró el reloj de oro, recuerdo del primer pago al contado de su primer trabajo— media hora, los archivos se autodestruían.

La copa de cristal se hizo añicos contra la pared de enfrente y el contenido se derramó por la pared como si fueran lágrimas.
Había estado tan cerca. Tan cerca.

Después de cinco minutos, tras manejar su enojo, el profesional se tranquilizó. Un mes de trabajo al tacho. La policía cambiaría todas las claves de acceso y podría costarle otro mes más volver a entrar.

«Respira hondo. Contrólate. Recuerda que el control es lo que te sacó del hoyo donde vivías. El control.»

Archivo 5411. La información de Espósito estaba en un archivo llamado 5411. Nadie más que buscara la cabeza de Mariana Espósito sabía tanto como él. Debería poder jaquear un código de tres dígitos en dos semanas como máximo. Y con José Ignacio Ferrero en el caso, Fadul no iría a juicio hasta principios del próximo año, como pronto.
Aún quedaba tiempo. Archivo 5411... no era mucho, pero al menos tenía algo.
Aún quedaban esperanzas, el profesional meditó mientras Tosca se lanzaba por el precipicio.
Aún quedaban esperanzas.


El camino desde el colegio hasta la casa de Lali era corto.
El camino a cualquier sitio en Fiambalá era corto. La verdad era que Lali ni siquiera necesitaba el viejo auto verde limón que Lavalle le había dado. Hacía ruido, consumía gasolina como troglodita y tenía edad suficiente para votar.
Extrañaba su Fiat.
Extrañaba su vida.

¿Qué estaría pasando en Buenos Aires? Candela llevaba un tiempo pensando seriamente en independizarse, e incluso le había dicho a Lali que la aceptaba con ella. ¿Habría dado el salto? Antonio y Paolo, sus vecinos gays, se habían peleado. Lali esperaba que siguieran juntos cuando... si volvía algún día. Nadie hacía la lasagna como Antonio, y siempre podía contar con Paolo para que la acompañara a cualquier evento de arte.

Alguien les enviaría una carta extrañamente alegre desde Panamá, recordándoles la fiesta de Halloween a la que fueron los tres el año pasado. Si supieran... Lali sonrió ante la repentina imagen de Antonio y Paolo yendo a su rescate.

Y Federico, el gato más lindo y con más carácter del mundo. ¿Se habrían dado cuenta sus nuevos dueños de que le gustaba la carne a medio hacer y de que se enfriaba con facilidad?

Desearía que su vida fuera una película que pudiera rebobinar hacia hace un mes y, así, decidiera no ir a hacer su mini safari fotográfico a los alrededores de la capital. Cualquier cosa habría sido mejor que eso. Una endodoncia; una operación a corazón abierto; o incluso leer por fin su copia antigua y sin estrenar de La Guerra y Paz, de tapa a tapa y con notas al pie incluidas.

Cualquier cosa habría sido mucho mejor que lo que de verdad hizo: manejar largos tramos para intentar tomar fotografías realistas, ya que con su intento de fotografiar escenas románticas sólo había conseguido desperdiciar su tiempo con alas borrosas de mariposas y dientes de león desenfocados.
Bueno, al final había conseguido su dosis de realismo.

Lali caminó por la desértica calle, observando las vitrinas de las tiendas a medida que avanzaba. Pese a que era prácticamente de noche, nadie había encendido las luces todavía y aquello parecía una ciudad fantasma. La calle era espeluznante. El lugar era espeluznante. Su vida en sí lo era.

Trató de repasar la escena en su cabeza como si fuera una película; un viejo truco que usaba cuando tenía miedo o se sentía sola o deprimida. En aquel instante tenía aquella amalgama de sentimientos, así que se sumió en sus pensamientos y observó su propia película.

«Una película de los años cuarenta, —pensó—. Rodada en blanco y negro. Eso es. El cielo gris filtra todos los colores. El tipo malo es... ah, Jimmy Cagney. O tal vez... Humphrey Bogart ».

«Y yo soy la guapa heredera que sigue la pista de la misteriosa muerte de... de mi tío aquí, en este pueblo fantasma... y la única pista que tengo es esta estatua de halcón... y el detective privado que contraté es guapo y misterioso...».

Lali se entretuvo con su historia, que sacaba de un montón de películas clásicas, hasta que llegó a la puerta desgastada por el tiempo de la casita de madera que Héctor Lavalle le encontró. Y, entonces, la fantasía desapareció. Ninguna heroína de película de los años cuarenta digna de llamarse así tendría una casita que dejara pasar el viento ni cuya calefacción estuviera siempre malograda.
Se vio obligada a volver de golpe a la fría, fría realidad.

Continuará…

12 comentarios:

  1. Holaaaaaaa esta buenisimooo el cap Wow primer comentario, me siento importante!!!!!Besos.

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    1. el blog me mintio aparecia como primer comentario pero nop era el segundo :(
      me re cabe

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  2. Creo que no falta mucho para que deje de ser tan fría esa realidad jajaja

    espero mas noveee te quierooo

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  3. Peter se presentará como una solución a todos sus problemas! Más me encanta!

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  4. Y Peter?? Cuándo le va a hablar de Rafael?... pobrecito, sufre y está deprimido porque su mamá los abandonó y encima el padre se emborracha.
    Quiero más!
    Lore

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  5. Pobre lali! que salga mas de Peteer

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  6. Pobre Lali!! seguro que Peter va llegar a su vida con una solución para ella!! Espero el proximo!!

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  7. Me mataria tanta soledad creo yo!

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