jueves, 27 de febrero de 2014

Capítulo 22




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Alargó la mano automáticamente hacia la alarma del reloj, pero se detuvo; mañana era sábado, así que no necesitaba poner la alarma.
Y, además, ya había tenido suficientes sobresaltos.

Capítulo 22:

—¿Quieres otro café?

Lali levantó la vista del periódico para ver el rostro sonriente y expectante de la joven y hermosa camarera de la edad de Lali que sostenía una jarra de café.

¿Debería tomar más café? A lo mejor no, teniendo en cuenta que el hospital más cercano probablemente estuviera a miles de kilómetros de distancia. El líquido ese era mortal.

—No, gracias. Con una taza es suficiente —dijo sonriendo.

Lali intentaba seguir con su rutina normal en la medida de lo posible, lo que la hacía sentir que tenía algún tipo de control sobre su vida. Una de sus costumbres más queridas era tomarse su tiempo después del trabajo delante de una buena taza de café en su cafetería preferida, de ser posible con una o dos amigas. Y ningún sábado lo sería sin su taza de café por la mañana fuera de casa mientras leía el periódico.

Normalmente, ahora mismo estaría tomándose un café en Starbucks, con una nueva ruma de libros a sus pies y chismeando cómodamente sobre sus compañeros de oficina con Jerónimo y Candela, mientras se tomaba un mochaccino. En lugar de eso, estaba leyendo el periódico y tomando una taza de barro tibio.

Pero, le gustara o no, su vida estaba ahí ahora, y se vio inmersa en la vida de Fiambalá casi contra su voluntad. Se había leído el diario de cabo a rabo, incluyendo el relato sin aliento y con puntos y comas del partido de fútbol de la semana pasada del equipo local —que habían perdido—, y los obituarios de personas sobre las que no había oído hablar en su vida. «Una verdadera Espósito», pensó Lali con ironía.

Llevaba en la sangre la cualidad de hacer, de los sitios más insospechados, su hogar. Su madre había sido hija de un diplomático y su padre parte del gobierno. El trabajo de su padre los había obligado a mudado cada dos o tres años a un país distinto, y Lali había aprendido la lección: te acomodas y te las arreglas con lo que haya.
Estaba allí, en Fiambalá, en contra de su voluntad y amenazada de muerte pero, le gustara o no, aquél era su hogar ahora.

—¿Seguro que no quieres más? —volvió a preguntar la joven camarera con entusiasmo. Lali veía por qué la joven parecía querer agradarle; era la única clienta del local.

—No, de verdad. De todas maneras, muchas gracias.
La joven hizo una mueca, dejó la jarra en la mesa y se sentó frente a Lali.

—No te culpo, la verdad —dijo suspirando—. Es espantoso, ¿no?
La sonrisa de Lali desapareció. Era imposible decir algo bueno del café sin mentir descaradamente.

—Mmm, bueno... —dijo, tratando de no contestar.

—No pasa nada —dijo alegremente la joven—. Sé que es espantoso. Debe de ser una tradición familiar; el café de mi mamá también era espantoso. Mi madre era Mecha. La del Lugar de Mecha. —Su expresión era abierta y sus ojos azul pálido, brillaban con interés. Apoyó la barbilla en el dorso de la mano y se hizo para delante—. ¿Eres Daniela Rinaldi? ¿La nueva profesora de primaria?

—Sí —dijo Lali suspirando. Odiaba mentir a una mujer de cara tan dulce—. Me mudé aquí hace un mes.

—Ya lo sé —respondió, apartando un mechón de pelo color rubio—. Te he visto por acá un par de veces. Me hubiese gustado presentarme antes pero... no sé. —Se encogió de hombros, avergonzada—. Supongo que hace tanto tiempo que no conozco a nadie que no haya conocido de toda la vida que no sé cómo empezar una conversación. Como la mayoría de gente por aquí. A veces pienso que somos dinosaurios, extinguidos, pero no nos hemos dado cuenta porque vivimos perdidos del mundo.
Se parecía tanto a la idea que tenía Lali de Fiambalá que se sintió avergonzada.

—Bueno... —empezó Lali. Se había mentido tantas veces al respecto que ya casi le parecía real—. Supongo que Fiambalá no está tan mal, quiero decir en comparación con otros sitios, eehh...

—Euge —dijo la mujer con alegría y alargó una mano con tanta rapidez que a punto estuvo de tirar el café. Lali agarró la taza de café con la mano izquierda mientras con la derecha apretaba la de Eugenia—. Eugenia Prado. Encantada de conocerte. No suelo tener oportunidad de conocer a gente nueva, especialmente a nadie de mi edad. Esto es genial, es genial. Me alegro mucho de que hayas venido. ¿Estás casada?
Lali estaba haciendo un esfuerzo por darle otro sorbo al café y casi se atraganta.

—¿Perdón?

—No debí de preguntarlo tan directamente, ¿no? —dijo Euge desanimada—. Se me olvidó. Como te dije, no estoy acostumbrada a tratar con gente que no sea la lugareña y, además, últimamente he pasado demasiado tiempo con mi hermano pequeño. Tiene diecisiete años y da bastante trabajo, la verdad. Lo quiero, y lo ha pasado muy mal desde la muerte de mamá, por eso le perdono que sea tan pesado, pero no es la mejor de las compañías, créeme. ¿Has estado casada alguna vez?
El rostro de Eugenia era como un libro abierto y Lali pudo ver en sus verdes ojos que no la movía más que la curiosidad amistosa. Ahogó un suspiro.

—No, Euge. No estoy ni estuve nunca casada. Ni siquiera comprometida. —«Y un romance no entra dentro de mis planes», pensó. Una imagen de Juan Pedro Lanzani le atravesó la cabeza. «Aunque la lujuria puede que sí», se corrigió.

—Qué raro. —Euge parpadeó—. ¿Cómo es posible? Eres hermosa. Y pareces... no sé... una chica de ciudad.
Lali dejó la taza en la mesa.

—Mmm... gracias. Creo. —Trató de cambiar de tema—: Euge Prado. Prado. ¿No tendrás algo que ver con el oficial?

—Sí. Es mi papá. Supe que tú y Peter armaron un buen numerito ayer. Seguía riéndose cuando llegó a casa. Te debo una por eso, de verdad, hacía mucho tiempo que no le escuchaba reír.
Lali apretó los dientes.

—Bueno, me alegra saber que se divirtió; aunque la verdad es que me asusté bastante.

—¿Por Peter? —Los ojos verdes de Euge se agrandaron—. Pero si Peter es el hombre más simpático del mundo. Lo conozco de toda la vida y no mataría a una mosca. —Se quedó pensando unos minutos—. Bueno, al menos a nadie de por acá y menos aún a una mujer. Ni siquiera cuando Melissa... —Euge se interrumpió y levantó la mirada, sonriendo—: Hola, Peter —dijo.

Continuará…

9 comentarios:

  1. Ah no! dejarla ahi sí fue una maldad !JAJA no vale,justo cuando iba a largar una bomba!

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  2. Me esta pasando q estos cap me estan dejando con las ganas,JAJA me gusta la historia y quiero o mejor dicho necesito avance!JAJA

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  3. Masss me encataaa
    Maratoncita por favooorr?!

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  4. Ya encontro una amiga lali! mas novee

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  5. Una amiga en ese pueblito.
    Lo poco k hay ,y todo le lleva a Peter.

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  6. Pobre Euge, la emoción de conocer a alguien de su edad! jajaja
    Quiero más!
    Lore

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  7. almenos ya tiene con quien hablar :D
    mas porfa

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  8. que bueno que se haya hecho una amiga!!! no podes cortarme el capítulo ahí!! espero el proximo!!!

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