viernes, 21 de febrero de 2014

Capítulo 16




Twitter: @Caparatodos
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—Esto. —Al ver que lo observaba con cara desconcertada, suspiró—: Perno.

—Ah —dijo Lali, y sonrió.

Capítulo 16:

Si Lanzani no hubiera estado ya en el piso, aquella sonrisa lo habría derrumbado. Hacía que el rostro de Daniela Rinaldi pasara de precioso a maravilloso. En el espacio de una hora la había visto aterrorizada, enfadada y confundida, y ahora divertida; cada sentimiento había sido tan visible como si lo llevara escrito en la frente. Una habilidad de la que él carecía. Melissa le había dicho tantas veces que tenía el rostro de piedra que había empezado a creer que no sería capaz de mostrar ningún sentimiento por mucho que lo intentara.

La sonrisa de Daniela Rinaldi desapareció y Peter se dio cuenta de que se la había quedado mirando. Trató de sonreír a su vez y sintió crujir sus desacostumbradas mejillas; no logró mantener la sonrisa demasiado tiempo, así que volvió a concentrarse en organizar las tuberías de Daniela Rinaldi.

Aún le quedaba mucho por hacer, pues nadie había cambiado las tuberías de aquella casa en cuarenta años. Estaban oxidadas y prácticamente todas las uniones parecían a punto de reventar.

No pasaba nada, pues su caja de herramientas tenía de todo. Así debía ser ya que siempre se rompía algo en Doble C y se había vuelto un experto desde que volvió para hacerse cargo de ello.

Se concentró en las piezas para no quedarse mirando a la maravillosa señorita Rinaldi. Habría dejado a cualquiera fuera de juego, incluso en la capital; pero allí, en Fiambalá, era un milagro, como una rosa en invierno. Tuvo que hacer acopio de toda su concentración para no quedarse mirándola.

No era morocha, aunque a él le pareciera. Nunca había sido capaz de resistirse a morochas y menos si eran petizas. Si en lugar de tener el pelo rubio lo tuviera marrón, probablemente la habría cargado sin pensarlo, lanzado sobre la cama y habría saltado sobre ella. Pero ya le estaba costando trabajo resistirse a sus encantos como era, ¡como para que además fuera morocha!

Era del tipo de mujeres que atrapan la luz y la devuelven con el doble de brillo. Era imposible no mirarla cuando estaba cerca. Al menos, a Lanzani le parecía imposible... y por eso estaba tratando de concentrarse en las oxidadas tuberías y las uniones agujereadas. Si lo hubieran dejado, probablemente habría parado y se habría dedicado a observarla para siempre. Claro que lo más seguro es que la hubiera hecho enojar, también.

Había otra razón para no querer moverse de donde estaba, en el suelo y contra la pared. Había dejado de pensar con la cabeza y alguien más había tomado vida.
Muy ubicado como suele ser, su miembro había elegido ese preciso instante, de entre todos, para despertar.

Desde que Melissa se fue, hacía un año, su cuerpo, y sobre todo la parte entre sus piernas, había sido básicamente un trozo de carne. Y la mayoría del año anterior a ese también, mientras su matrimonio se deshacía lenta y dolorosamente.

No había tenido apetito sexual (cero, nada de nada) desde hacía siglos. Era como si le hubieran fundido los plomos a esa parte de su vida. Casi se había resignado a una existencia sin relaciones y ahí estaba su pene, de vuelta a la vida y pidiendo a gritos lo que le había sido negado todo este tiempo, justo en el peor momento. Claramente, aquel no era el mejor momento para calentarse.

Nunca había pensado que sufriría de inapetencia sexual. Jamás. Siempre le había divertido el sexo y había tenido muchos buenos revolcones en sus mejores tiempos. La inapetencia sexual lo había tomado completamente desprevenido.

En parte se debía al agotador y matador trabajo de volver a poner Doble C en funcionamiento, tras la negligencia de su padre durante sus últimos años de vida. Peter trabajaba dieciocho horas al día; un trabajo físico duro y tan intenso como el que había realizado a diario con las fuerzas armadas, aunque sin desprender la adrenalina previa de los combates. Además, cuando llegaba a la cama caía en un sueño tan profundo que bien podría llamarse comatoso.

Otra parte se debía al calvario que había vivido durante su matrimonio con una mujer sin sentimientos. Sólo con pensarlo se enfermaba. Su matrimonio había sido como vivir el descarrilamiento de un tren a cámara lenta.

El año anterior había hecho el amor con Melissa tantas veces como había peleado contra una serpiente de cascabel. Claro que seguramente la serpiente habría sido más tierna.

Pero la parte más importante se debía a que las mujeres atractivas y solteras no abundaban por esos lares. Hacía mucho, mucho tiempo que no veía a una mujer tan guapa como ella. Si es que la había visto nunca.

La verdad era que había deseado a la tal Daniela Rinaldi desde el momento en que la vio, y ahora ya no sabía qué hacer. Había perdido por completo la costumbre de hablar con el género femenino. Con las humanas, al menos.

Si aquello le hubiera sucedido mientras estaba en las fuerzas armadas, y ella fuera una chica de algún bar cercano a la base, le habría invitado a una copa sin tener que preocuparse de convencerla, conquistarla o tratar siquiera de entablar conversación. La música en los bares estaba siempre demasiado alta y, de todas formas, nadie iba a esos lugares a hablar; iban a buscar alguien con quien pasar la noche. Durante sus años en la armada, el sexo no había representado ningún problema, especialmente en la capital, donde abundaban las fans de las fuerzas armadas.

Después, Melissa había puesto los ojos en él y prácticamente lo había arrastrado al altar sin que Peter pudiera decir nada al respecto. Muy a su pesar, acabó descubriendo que ser la esposa de un oficial no era tan divertido como pensó en su momento. Y ser la esposa de un criador de caballos no tenía ningún tipo de encanto. A Melissa no le gustaba vivir en el campo y se aseguró de que Peter lo supiera bien, de día y de noche.

En el ejército le habían enseñado todas las técnicas de evasión y escape habidas y por haber, y había hecho uso de ese conocimiento, con frecuencia, en su matrimonio. Se había limitado a mantener su masculinidad dormida y, ahora que volvía a la vida, no había nada en su caja de herramientas que le sirviera para llevarse a aquella dama a la cama.

Porque estaba claro que Daniela Rinaldi era una dama. Una dama con todas las letras; muy bien educada y hermosa. Y los encantos de Peter no iban a lograr convencerla de que se acostara con él, sencillamente porque no los tenía. No era un hombre de palabras bonitas ni movimientos suaves.
Aunque tal vez lo lograra si le arreglaba las tuberías...

Continuará…

11 comentarios:

  1. Espero el próximo, me copa esta nove! :)

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  2. Mas !! Amo todas tus noves :)

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  3. La quiere seducir arregalnado los caños,JAJA Q bruto pobre!!!!!!!Si sólo se diera cuenta de lo sola q esta y le hiciera compañia setria mas galante,JAJA

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  4. A veces las palabras sobran!!! a Peter lo que le falta es un poco e entrenamiento nada más jaja

    espero mas noveeee

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  5. Jajajaj,k bien la esta supervisando ,,y al mismo tiempo hace repaso,d como fue y es su vida ahora.

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  6. Pobre... 3 años de abstinencia?? le va a explotar! jaja
    De verdad este hombre tiene un pequeño problema de autoestima, si pretende seducirla como plomero.
    Quiero más!
    Lore

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  7. Si Peter seguramente arreiglando sus cañeria empezas a sumar puntos!! jajajajja me encanto el capítulo!!
    Espero el proximo

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