martes, 25 de febrero de 2014

Capítulo 20




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—¿Se va? —Se sintió inexplicablemente invadida por el pánico.

Capítulo 20:

—No. —La miró un segundo, inexpresivo, y Lali se encontró deseando poder descifrar qué estaría pensando; aunque seguramente no le gustara. Estaba convencida de que sus pensamientos debían de ir en la línea de «cómo salir airoso de la casa de una loca».

Abrió la puerta y desapareció. Ya era de noche y Lali vislumbró la oscuridad y gotas de lluvia que caían en vertical, atravesando el halo de luz del farol. Antes de que el frío entrara por la puerta abierta, Peter estaba de regreso con un kit de primeros auxilios en la mano.

—¿Eso también ha salido de la camioneta mágica?
Volvió a ver una sonrisa, o eso le parecía.

—Sip.

Peter se arrodilló junto a Frodo y empezó a murmurar de nuevo, con ruidos tranquilizadores y sin sentido. Lali se sorprendió al ver que el perro no protestaba, ni siquiera cuando Peter se puso a examinar con cuidado la pata delantera, para envolvérsela después firmemente con una venda elástica. Tenía un rasguño profundo en el lado derecho pero Frodo no se movió, aunque gimió cuando Peter lo examinaba. Peter limpió la herida, pero no se la vendó.
Lali se asomó por el apoyabrazos del sillón y observó a Peter con interés. Trabajaba rápido, en silencio y de manera competente.

—¿Qué puede haberle pasado?

Peter se sentó sobre los talones, estirando con ello el pantalón. Lali se concentró en no alejar la mirada de los ojos de él; la repentina fascinación que le provocaba la parte inferior de su cuerpo era abrumadora. Ya había caído demasiado bajo tal y como estaba... le horrorizaba pensar que se estuviera convirtiendo en el tipo de mujeres que se ponían on fire con nada e iban a los bares en busca de hombres.

—Lo más probable es que haya sido un accidente de auto —dijo—. Una de dos, o lo golpeó un auto o lo tiraron de uno mientras avanzaba.
Lali inhaló con fuerza, indignada.

—¡Tirarlo! ¿De verdad cree que hay gente capaz de tirar a un pobre animal de un auto en marcha? ¿A propósito?

—Sí; no sería la primera vez que alguien cree que quiere una mascota y, en cuanto se cansa, la abandona. Se ve claramente que Frodo es el perro de alguien. O lo era. Tiene buenos músculos; probablemente sea buen cazador. —Peter acarició la cabeza de Frodo y le rascó detrás de las orejas. El perro movió la cola con energía.

—Si usted lo dice. —Lali miró a Frodo con dudas. Los buenos músculos, si de verdad estaban ahí, debían de estar escondidos debajo de la mugre del pelo—. No soy muy amiga de los perros y no tengo ninguna intención de quedármelo. Sólo me daba pena.
Peter se levantó y metió las manos en los bolsillos traseros del pantalón.

—Tal vez quiera quedárselo un tiempo. Puede hacerle compañía cuando... —Se detuvo de golpe.

—¿Cuando me derrumbe? —preguntó Lali con sequedad—. Le aseguro, señor Lanzani, que no suelo llorar todas las tardes.

—No quería decir eso. —Pasó el peso de una pierna a otra con agilidad, pese a que se sentía incómodo—. Y me llamo Peter.
Lali ladeó la cabeza mientras lo examinaba.

—¿Nadie lo llama Lanzani?

—Sip. Pero casi todo el mundo me dice Peter.

—¿De pequeño también? ¿Cómo lo llamaba su madre?

—No lo sé. Murió cuando tenía tres años; apenas la recuerdo.

—¿Cómo lo llamaban en el colegio?

—Peter.

—¿Y su esposa?

—La mayoría de las veces me decía de todo menos lindo o Peter. —La taladró con sus oscuros verdes—. Sobre todo poco un tiempo antes de que me abandonara.
Ok, así se daba una conversación por finalizada.

—Ah. Lo... lo siento. No quería meterme en su vida, sólo que... —Lali hundió la cabeza y se encogió de hombros, avergonzada, antes de ver con curiosidad la notita que sacaba Peter del bolsillo del pantalón y que le entregaba.

Con sorpresa, la desdobló y se encontró con que era una de las notas que les había escrito a los padres de Rafael y que había metido en el cuaderno del niño. Poco importaba qué nota era, pues todas decían más o menos lo mismo:

Rafael está teniendo verdaderos problemas en el colegio y me gustaría poder hablarlo con ustedes.

Miró al alto y silencioso hombre que tenía enfrente, antes de volver a mirar la nota.

—No veo la... —Y entonces, de pronto, la vio.

Obviamente, Juan Pedro Lanzani era el padre del pequeño Rafael. Lali unió la línea de puntos y lo entendió todo. La esposa de Lanzani, la misma que le decía de todo, debía de haberlos abandonado hacía poco y por eso Rafael estaba teniendo tantos problemas.
No, eso no encajaba.

El apellido de Rafael era Martínez, no Lanzani, así que no podía ser su esposa... pero había dicho que su mujer lo había abandonado, así que tal vez Rafael fuera el hijo de un matrimonio anterior de ella. Le estaba costando trabajo aclarar sus ideas con esos penetrantes ojos verdes clavados en ella.
Como cada vez que no entendía algo, Lali se puso a hablar.

—Mire, siento mucho haberme entrometido; créame, normalmente no lo hago, pero Rafael está teniendo problemas en el colegio. Esta misma mañana se puso a llorar porque...

—Mañana —interrumpió Peter—. ¿Puede venir?

Estaba empezando a hacerse una experta en descifrar lo que decía. Traducido al lenguaje de los humanos, Peter le estaba preguntando si podría ir a su casa mañana para hablar de los problemas de Rafael.

Frodo hundió el hocico en la mano de Peter, que le acarició el lomo y, al parecer, sabía perfectamente dónde prefería el perro que le acariciaran. Por lo visto Juan Pedro Lanzani se comunicaba mil veces mejor con los animales que con los seres humanos.

Lali no tenía gran cosa que hacer al día siguiente, aparte de preocuparse por su situación actual y llorarle a Frodo. Cualquier cosa era mejor que eso; incluso hablar de los problemas de un niño pequeño.

—Sí, claro —dijo, y Frodo giró la cabeza hacia ella sin alejarse de Peter—. ¿Dónde está su casa... eehh… campo?

—Maneja unos ocho kilómetros hacia el oeste por la vieja carretera, gira a la derecha en la intersección y después sigue unos tres kilómetros hacia el noreste. Tome la salida a la derecha y siga unos trescientos metros...

Lali lo escuchaba con pánico; se vio de pronto girando hacia la derecha donde debía haber ido a la izquierda, y manejando por las curvas interminables del extenso y desértico terreno hasta que se quedara sin gasolina y se la comieran los lobos.
Su cara debía de ser un verdadero poema porque Peter se detuvo.

—Mañana por la mañana estaré en la ciudad —dijo, y Lali creyó haberlo escuchado suspirar levemente—. ¿Podemos vernos en el café a eso de las diez?

—Genial —dijo Lali totalmente aliviada y feliz de no tener que ir sola a su casa. Ocho kilómetros al oeste... salida a la derecha... trescientos metros... ¡Eso parecía Chino!—. A las diez en punto, perfecto.

—Está bien. —Inclinó la cabeza con gesto solemne—. Gracias.

—No hay de qué —dijo Lali con suavidad—. Es lo menos que puedo hacer después de... —Movió una mano con torpeza, luchando por evitar gesticular el momento en que le había lanzado la calabaza a la cabeza.

Peter estaba ya junto a la puerta abierta. Seguía lloviendo y la temperatura había caído. El vaho de su respiración le rodeaba la cabeza, lo que lo hacía parecer un poco fantasmagórico. Sus fuertes y marcadas facciones parecían talladas a mano, como si en lugar de un ser humano fuera una estatua. Sólo brillaban sus ojos.

Por alguna extraña razón, Lali se encontró mirando fijamente esos profundos ojos. Ya no le tenía miedo, nada, por muy amenazador que pareciera. Parecía tan reservado, tan intocable... y, sin embargo, se había comportado —con ella y con Frodo— con total amabilidad. Esa amabilidad no cuadraba con un hombre que pudiera hacer a su hijo tan infeliz.

Estaban tan cerca, y él era tan alto, que empezaba a dolerle el cuello de tanto mirar hacia arriba. Frodo no paraba de mover la cabeza de un lado al otro, mirando a sus dos nuevos amigos.

Era como si la mantuviera en algún tipo de hechizo. Cuando Lali se dio cuenta de que empezaba a inclinarse hacia delante, como si los ojos de Peter jalaran de ella, dio un paso hacia atrás y trató de poner en orden las ideas.

—Rafael —dijo sin aliento. No logró alejar los ojos de los de él—. Es un niño maravilloso. Estoy segura de que, con un poquito de ayuda, las cosas se solucionarán por sí solas.

Estaba de pie, en medio de la puerta, y el calor empezaba a escaparse en la fría noche. Peter se giró y caminó por la deteriorada entrada. El segundo escalón tenía una tabla suelta y crujió. Lo observó mientras se alejaba por el jardín. A mitad de camino se detuvo y se giró.

—Señorita Rinaldi...

—Lali —dijo.

—Lali, Rafael... —Peter vaciló.

—¿Sí, Peter? —Su voz era suave en la fría noche—. ¿Qué pasa con Rafael?

—No es mi hijo —dijo Peter. Se giró sobre los talones, se subió a la camioneta y se marchó en la oscura y nevosa noche.

Continuará…

11 comentarios:

  1. voten por lali http://t.co/IHqRx5peM9

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  2. voten por lali http://kca.mundonick.com/votar#category:Favorite_Latin_Artist

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  3. Me gusto el capítulo!! Espero el proximo!!!

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  4. Q capitulon!!!!!!!!!!!!!!! Ya quiero saber TODO!!!!!!!!!!!!!!!!

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  5. Ay, me gustó mucho mucho!!!. Prometedor el capítulo!
    Quiero más!
    Lore

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  6. Peter tuvo la necesidad d decirle desde ya k Rafael no es su hijo

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  7. Más!! Marche un traductor para peter!! ja ja! Como le cuesta decir las palabras!

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