sábado, 22 de febrero de 2014

Capítulo 17




Twitter: @Caparatodos
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Porque estaba claro que Daniela Rinaldi era una dama. Una dama con todas las letras; muy bien educada y hermosa. Y los encantos de Peter no iban a lograr convencerla de que se acostara con él, sencillamente porque no los tenía. No era un hombre de palabras bonitas ni movimientos suaves.
Aunque tal vez lo lograra si le arreglaba las tuberías...

Capítulo 17:

Mientras Juan Pedro Lanzani trabajaba en silencio, Lali fregaba todo aquel desastre.

En más de una ocasión tuvo que rodear las largas piernas de él, que estaba tendido en el suelo. «Bonitas piernas, —pensó—. Muy, muy bonitas». Aunque después se sintió avergonzada por comerse con los ojos las piernas del tipo que la estaba ayudando. Claro que eran perfectamente comestibles.
Lali se detuvo un segundo para examinarle bien las piernas.

Eran largas y musculosas, de muslos bastante fuertes. Los pantalones ajustados que tenía puestos le marcaban las líneas de los músculos del muslo, que se hinchaban y agrandaban con cada uno de sus movimientos de una manera que Lali encontraba verdaderamente fascinante. No podía quitar los ojos de esos músculos; nunca había visto la fuerza masculina tan de cerca. Tuvo que clavarse las uñas en la palma de la mano para evitar acercarse a tocar toda esa fuerza masculina. Sólo un segundo. Para ver cómo era.

Lali siempre había escogido a sus peor es nada en base a su conversación y encanto. Y, cómo no, tenían que ser buenos lectores y amantes de las películas antiguas; además de llevarse bien con Federico, algo que no era fácil pues el gato era muy belicoso en cuanto a sus amigos.
La verdad era que los músculos de los muslos nunca habían formado parte de la ecuación.

Nunca se le habría ocurrido que pudiera excitarse sólo con observar la mitad inferior de un hombre de la forma en que a los hombres se calentaban con la superior de las mujeres. Ella no era así; normalmente tenía muy en cuenta las conversaciones y el encanto de las personas. Le horrorizaba sentirse atraída por los atributos físicos de un hombre. El estrés y el miedo la habían convertido en ese... ese hombre de pueblo.

Estaba completamente segura de que el hombre que le estaba arreglando las tuberías en aquellos momentos no tenía encanto ni era buen conversador pero, al parecer, allí los músculos de los muslos eran mejores que el encanto, a juzgar por las oleadas de intenso placer que le recorrían la piel.
El miedo y el estrés la estaban volviendo loca. Era la única explicación posible.

Peter se pegó más contra la pared, sin dejar de mover la llave inglesa y, al girarse medio segundo, Lali vio perfectamente bien que Juan Pedro Lanzani tenía otra cosa enorme, aparte de los muslos.

O aquel tipo tenía una erección gigantesca, o estaba en el Libro de los Records Guiness. La temperatura interior de Lali se convirtió en un fuego abrasador que minaba la fuerza de sus músculos.

Ay, Dios. ¿Qué le estaba pasando? Le temblaban las piernas y no podía alejar los ojos de los pantalones de Juan Pedro Lanzani, viejos y desgastados por la parte de delante y en la zona de la ingle, donde se estiraban por el contacto con los músculos de sus muslos y la...
«Esto no está bien».

Antes de que las rodillas le flaquearan, Lali se fue a la cocina a frotarse las muñecas con hielo, ya que no tenía agua. Empezó a calmarse. Cuando por fin logró controlarse, volvió a donde Peter estaba trabajando.

Por fin salió de la pared y con un gigantesco «¡boom!», el subidón volvió. Al igual que en el colegio, cuando le dio con la calabaza en la cabeza, Peter se levantó con un único y ágil movimiento. Bajó la vista para mirarla. Su rostro, oscuro y duro, era completamente inexpresivo. Levantó las manos, llenas de grasa, y vio con angustia que se había hecho una herida; dos de los nudillos estaban cubiertos de sangre.

—¿Puedo lavarme las manos? —tenía una voz profunda y ronca, como si no hablara normalmente.

—Claro. Muchísimas gracias. —La casa empezaba a entrar en calor y Lali se sintió enormemente agradecida. De acuerdo, no hablaba demasiado y no podía dejar de pensar en sus muslos, y en lo que había entre ellos... pero le había arreglado la calefacción y le estaba eternamente agradecida—. El baño es la segunda puerta a la derecha. Hay toallas limpias.

Asintió con la cabeza y se giró. En un acto de autocontrol que consideró heroico, Lali no le miró el trasero. Ya tenía suficiente distracción con su parte delantera, así que volvió a la cocina.
Le haría una taza de té... no, a lo mejor le prefería el café. Estaba llenando la cafetera cuando escuchó que tocaban la puerta.

Su casa comenzaba a parecer la sala de reuniones. En el mes que tenía viviendo ahí nadie había ido a verla. Pero aquella noche parecía un circo: primero el perro, luego Lanzani y ahora alguien más.
Lali abrió la puerta y su peor pesadilla apareció de la oscuridad
Una pistola. Y le apuntaba directamente a la cabeza.

Continuará…

11 comentarios:

  1. Al fin me puse al dia con tu nove
    Pobre laliiii
    Wachi quiero a un peter arreglando mis cañerias tmb
    Maaaass

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  2. WTF?? y ese? quién era????
    Quiero más!
    Lore

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  3. que risa todos los pensamientos de lali jajajajaj, no nos puedes dejar asi! mas noveee

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  4. Ay no gana para sustos,justo cuando se ponia bueno!

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  5. Jajajaja,como huye la cobarde a la cocina,y luego no se permite verle el trasero.
    El d la pistolita se v a llevar un buen susto ,seguro k no espera k ella este con alguien,y ese alguien la va a proteger.

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  6. En serio la encontro? al menos esta acompañada por PEter

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  7. que y lo dejas ahi,pero tranquilidad peter esta ahi

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  8. Y si es algun alumno disfrazado por halloween?

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  9. VOTEEN A LALI EN http://famavision.com/Famavision-de-oro-Cantante-femenina.html XFAVOOOR! VA GANANDO LA TARADA DE VIOLETTA!

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