Capítulo 14

Hola, hola, por enésima vez en el día! Jjajajjaja Espero la hayan disfrutado y tengan más claridad sobre la historia o, al menos, más data para hacer hipótesis jajaja Gracias por estar y sumarse a la maratón hoy! :D Por los miles de comentarios y tws, teorías e hipótesis, locuras y cosas lindas, GRACIAS!!!!! Mañana nos leemos de nuevo ;) Que empiecen la semana con todo y terminen el domingo de la mejor manera pero, sobre todo, con una sonrisa en la cara!!!! Besos y buenas noches!

P.D.: A pedido de ustedes... el peso de la ley jijijijiji :P

Twitter: @Caparatodos

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Así es como deberían ser las cosas. Sencillas.

Sin desordenados sentimientos ni enredos de por medio. Tal vez aún no hubiera podido asimilarlo todo tras ser liberado pero, al menos, sabía eso.

Capítulo 14:

Lali casi había terminado de deshacer las maletas cuando se dio cuenta de que había colgado su ropa usando solo la mitad del armario.

Obviamente, su subconsciente tenía que ponerse al día.

Su nuevo departamento en Buenos Aires contaba exactamente con una de cada: un dormitorio, un escritorio, un armario en el pasillo, un estacionamiento, un juego de platos, un cepillo de dientes y, lo más importante, una única propietaria. No había nadie con quien compartirlo.

Tomó varios sastres que había dejado en el estante superior y los colgó en la mitad vacía del armario. Luego, pensó que parecían tristes y patéticos ahí solos, y metió unas cuantas chompas más en el estante que se estaba encima. A continuación, acomodó los pantalones de buzo y su ropa para hacer ejercicio.

Seguía sin ser suficiente.

Regresó rápidamente al dormitorio, donde había una maleta abierta sobre la cama de dos plazas, y sacó los dos vestidos negros de cóctel que constituían su vestimenta habitual para asistir a los eventos nocturnos relacionados con el trabajo. Durante su tiempo en Rosario, había sido miembro activo del Colegio de Abogados de Rosario –incluso había servido en el comité de ética– y como parte de este, había asistido con frecuencia a las fiestas y cenas en los que se movían los miembros de la comunidad jurídica de la ciudad. Como una de las ayudantes de la fiscalía Rosarina –quienes se hacían cargo de los delitos locales eran considerados la élite entre los abogados del sistema penal- se había movido en ese círculo con comodidad.

Pero, últimamente, deseaba ampliar sus círculos. Precisamente por eso se estaba mudando a Buenos Aires.

Lali colgó los vestidos de junto a sus sastres y dio un paso hacia atrás para examinar los resultados. Con la selecta mezcla de chompas, sastres, ropa deportiva y vestidos no era el armario más organizado que habían visto, pero era lo que había.

Veinte minutos antes, había tenido un momento de debilidad mientras deshacía las maletas. Se había encontrado con “el vestido”, ese de color escarlata con cuello en V que se había puesto la noche de la propuesta que nunca sucedió, un vestido que probablemente debería haber quemado por su mal karma, de no haber sido por el hecho de que hacía que su pecho pareciera una talla más grande.

Mal karma o no, era un vestido precioso.

Además, Lali dudaba mucho que Javier, su ex-novio, estuviera en su departamento en Roma con los ojos medio llorosos, contemplando la ropa que se había puesto durante su última noche como pareja así que, ¿por qué ella iba a hacerlo? De hecho, dada la falta de contacto que habían tenido a lo largo de los últimos cinco meses, se atrevería a decir que él ni siquiera recordaba lo que se había puesto esa noche.

Lali se detuvo, dándose cuenta de repente que ella tampoco lo recordaba.

Sí. Progresos.

Se había trazado un plan a seis meses para superar a su ex y le encantaba comprobar que todo iba según lo planeado. En realidad, mejor de lo pensado –se había concedido dos días para una recaída, tras el traslado a capital, pero hasta ahora parecía estar llevándolo bastante bien.

Traje gris oscuro, camisa azul claro, la corbata que le había comprado “solo por si acaso” al día siguiente de irse a vivir juntos.

¡Demonios! Sí recordaba cómo había estado vestido esa noche.

Para cuando acabara el plan a seis meses, se suponía que no tendría que recordar detalles como ese. La forma en que el mismo mechón de pelo le sobresalía en la parte posterior de la cabeza por las mañanas. Sus ojos con visos dorados. Cómo se había retorcido en la silla al decirle que no sabía si quería casarse.

En realidad, era probable que recordara ese detalle en particular durante mucho tiempo.

Estaban cenando en Fosse, un romántico restaurante en Rosario. Javier había planteado la cena como una sorpresa, sin darle ninguna pista. Pero cuando, ya en la mesa, lo había visto pedir una botella de champagne Cristal, lo había sabido. Sí, a los dos les gustaba el vino y también habían disfrutado de alguna botella de champagne en el pasado, pero el Cristal iba más allá de sus costumbres.

Lo que solo podía significar una cosa.

Iba a hacerle una propuesta.

Justo a tiempo, había sido el primer pensamiento de Lali. Estaban en marzo, lo que significaba que disponía de nueve meses para organizar una boda en diciembre. No es que tuviera un especial interés por casarse a fines de año pero había una cuestión relacionada con el trabajo que debía considerar: dos de las ayudantes del Fiscal de su oficina acababan de anunciar que estaban embarazadas y que pensaban irse de baja por maternidad hasta noviembre. Si Javier y ella se casaban en diciembre, tras la reincorporación de las otras ayudantes, podría tomarse dos semanas libres para la luna de miel, sin tener que sentirse culpable por cargar a otra persona con esa cantidad de trabajo adicional.

Cuando el camarero les sirvió el champagne, Javier alzó su copa hacia ella.

-Por los nuevos comienzos –dijo con una expresión juguetona.

Lali sonrió.

-Por los nuevos comienzos.

Continuará…