Capítulo 4

Hola, hola, muchachas!!!! ¿Qué tal arrancaron la semana? Espero que todo bien y buehhh a un lunes buena cara :P jajaajaj Gracias por sus comentarios, son geniales!!!! Nos leemos mañana, besos :D

Twitter: @Caparatodos

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Abandonaron el tema de Juan Pedro Lanzani y se sumaron a la discusión que tenían sus amigos sobre el código civil. Antes de que pudiera darse cuenta, había pasado una hora y Lali se sorprendió al ver su reloj y notar que era más de medianoche. Se encontró a sí misma mirando hacia la mesa de billar –sus traicioneros ojos parecían tener voluntad propia esa noche- y comprobando que Peter y sus amigos se habían ido.

Lo que le parecía maravilloso.

En serio.

Capítulo 4:

Las luces del bar se acentuaron, señalando que había llegado la hora de cierre.

Lali consultó su reloj con impaciencia, comprobó que era la una y cuarto, y se preguntó qué podría estar llevándole tanto tiempo a Cande en el baño. No pensaba que se estuviera sintiendo mal –sí, ambas habían tomado un par de tragos, pero a lo largo de la noche. Cuando la tercera persona, en el transcurso de los últimos cinco minutos, se topó con Lali en mitad del tumulto hacia la puerta, evidenciando los torpes movimientos de un borracho, supuso que sería preferible fijarse en lo que estaba reteniendo a Candela. Avanzando a contracorriente, entró aún más en el bar.

Sin previo aviso, un hombre se abalanzó sobre ella, viniendo por el lado izquierdo, tirándole una cerveza por encima del polo con cuello “v” que tenía puesto. Lali se encogió cuando el líquido, frío y pegajoso, le goteó por entre los pechos y sobre el estómago. Luego se volteó hacia el culpable, un tipo con un gorro, con unas letras griegas estampadas a la altura de la frente.

-Genial –dijo con sequedad.

Él se las ingenió para esbozar una torcida sonrisa.

-Lo siento –después se giró y le dio un empujón a su amigo-. ¡Mira lo que hiciste, tarado!

Mientras el tarado y compañía reemprendían su camino hacia la salida del bar, sin dedicarle una sola mirada más, Lali sacudió la cabeza.

-Estudiantes –murmuró entre dientes. Se habían terminado la salida a bares de la zona, decidió. Puede que los tragos fueran baratos pero, definitivamente, tenían que encontrar un sitio con una concurrencia más cerebral.

-Dale, abogada. No hace mucho que ese podría haber sido tu compañero y tú haber estado bailando con él.

Lali reconoció el tono provocativo. Se volteó y se encontró con Lunarcito, más conocido como Juan Pedro Lanzani, apoyado cómodamente contra la barra, con sus piernas estiradas.

Se acercó, decidida a mantenerse inmune ante su innegable atractivo, y trató de decidir hasta qué punto le molestaba que sus observaciones sobre ella fueran cada vez más acertadas.

Había asistido, de hecho, a bailes y otros eventos con chicos ebrios de su edad, que eran parte del equipo de fútbol e, inevitablemente, acababan tirando la cerveza sobre ella en algún momento de la noche. Los viejos tiempos.

Se detuvo junto a Peter en la barra y señaló el montón de servilletas de cóctel que se encontraba detrás de él.

-¿Me das una, por favor?

-¿Vas a decirme que me equivoco con respecto a lo de los bailes?

-Cuestión de suerte –Lali estiró la mano y repitió su requerimiento.

-¿La servilleta?

Peter la examinó y luego se giró hacia el hombre que se encontraba detrás de la barra.

-¿Crees que podríamos conseguirle una toalla, Dan?

-Claro. No hay problema, Peter –el barman abrió una puerta que se encontraba bajo la barra y sacó una toalla limpia. Se la pasó a Peter, quien a su vez se la dio a Lali.

-Gracias. Parecen conocerte mucho por aquí, Peter –repitió deliberadamente su nombre para no tener simular ignorancia si él se lo revelaba más adelante. Por algún motivo, no quería que supiera que Cande le había contado quién era.

-El gerente es amigo mío –Peter señaló a los dos tipos que estaban jugando al billar en un rincón del local-. Nos deja tomar gratis. Una oferta irresistible.

Lali contuvo la carcajada. Nunca se le hubiera ocurrido que el hijo de un billonario pudiera encontrar tentador el trago gratis. Aunque, claro, nunca antes había conocido al hijo de un billonario y, en realidad, no sabía lo que los tentaba.

Se frotó la humedecida prenda con la toalla, sintiéndose agradecida por ir vestida de negro y no tener que preocuparse por posibles transparencias. Medio esperaba que Peter hiciese algún tipo de comentario burlón sobre la forma en que el tejido se le pegaba al pecho, pero él no dijo nada. Y, cuando terminó con la toalla y la dejó sobre la barra, levantó la mirada y se encontró con los ojos de Peter fijos sobre los suyos, en lugar de en algún punto situado a la altura de sus senos.

-¿Dónde están tus amigos? –le preguntó.

¡Ups! Cande. Lali se había olvidado de ella por completo después de que el chico derramara la cerveza sobre ella.

-Buena pregunta –al mirar a su alrededor, vio que el bar estaba prácticamente vacío, a excepción de unos cuantos rezagados.

Ni Candela ni ninguno de sus otros amigos estaban por ahí.

Aquello estaba empezando a resultar muy raro.

-Se suponía que mi amiga iba a encontrarse conmigo en la puerta cuando saliera del baño, pero no ha aparecido… Discúlpame un segundo.

Lali dejó a Peter junto a la barra y entró al baño de damas. Un rápido vistazo a los compartimentos le reveló que se encontraban todos vacíos.

Tras salir del cuarto de baño, se dirigió hacia la amplia escalera de madera que llevaba al segundo piso. Uno de los porteros se apresuró a cortarle el paso.

-El bar está cerrado –le dijo-. Diríjase hacia la puerta.

-Estoy buscando a una amiga que me dijo que iba al baño. Hay uno arriba, ¿no?

-Sí pero ahí no hay nadie. Acabo de revisar –dijo el portero.

-¿Queda alguien todavía esperando junto a la barra? Una chica alta, con el pelo castaño claro y una blusa roja.

El portero sacudió la cabeza.

-Lo siento. Todo el piso está vacío.

Peter apareció junto a Lali mientras el portero se alejaba.

-Ok, ahora sí estoy preocupada –dijo más para sí misma que para él.

-¿Tiene celular? –preguntó Peter.

-Sí, pero yo no –al captar la expresión de Peter se puso a la defensiva. Cande, y casi todo el resto de sus conocidos, se habían pasado el año molestándola para que se comprara uno-. ¿Qué? Los planes no son precisamente baratos.

Él sacó un celular negro del bolsillo de su pantalón.

-Se llama “tarifa nocturna gratuita”. Bienvenida al siglo XXI.

-Ja, ja –Lali pensó en fulminarlo con la mirada pero, finalmente, optó por no hacerlo. Necesitaba usar ese celular, la insolencia tendría que esperar.

Cogió el celular de Peter, advirtiendo que era la segunda vez que aceptaba su ayuda en los últimos cinco minutos. La cortesía básica iba a obligarla a ser moderadamente agradable con él.

Marcó el número de Candela y esperó mientras el teléfono emitía varios tonos de llamada.

-¿Hola? –respondió su amiga, dudosa.

Lali exhaló un suspiro de alivio.

-Cande, ¿dónde estás? Me dejaste plantada como una idiota esperándote en la puerta del baño. Pero tú no estás adentro.

-Carpe Diem.

Continuará…