Capítulo 35

Hola, hola!!!!! ¿Qué tal todo, muchachas? Espero que su día haya ido bien y sobre todo llevadero ;) Mil gracias por todos sus comentarios!!!!! Son genias, genias! :D Un beso enorme y hasta mañana!!! 

P.D.: Les cuento que hoy es el capítulo final... mañana el epílogo!!!!

Twitter: @Caparatodos

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—Entonces algo te importo —dijo Peter, asintiendo con la cabeza.

—Podrías importarme si… Si las cosas fueran distintas.

Capítulo 35:

—¿Sabes lo que creo, Lali? Creo que te escudas detrás de Valentina para protegerte.

—En eso te equivocas —le dijo ella, arrugando los párpados y mirándolo fijamente—. Sé cuidar de mí misma. Puedo lidiar con una decepción, con la pérdida, pero no quiero que Valentina aprenda a hacerlo desde tan chiquita.

—Estás tan segura de que va a haber una decepción, una pérdida.

—Siempre la hay —susurró ella.

Peter le apretó la mano.

—No soy uno de esos hombres que conociste en el pasado, Lali. No soy tu papá, ni tus padrastros, ni el papá de Valentina —esbozó una sonrisa amarga—. Cuando mi padre tuvo esa charla conmigo, la de cuidarme y todas esas cosas, me dijo que un hombre de verdad nunca tendría hijos que no esté dispuesto a criar. Me dijo que no me comprometiera si no estaba dispuesto a cumplir mis promesas. Me dijo que si no estaba dispuesto a darlo todo, mi corazón, mi lealtad, mi futuro, entonces no debía ofrecer nada en primer lugar. Yo me tomé esas palabras al pie de la letra. He tenido novias, pero sabían desde el principio que no podían obligarme a decir nada que yo no quisiera decir, o a hacer promesas que no podía mantener.

—Tú… —Lali movió la mano, trató de apartarla.

—Te amo. Te he amado desde hace tiempo, y tengo pensado quedarme durante el tiempo que haga falta para convencerte de que puedes contar conmigo, que no voy a dejarte cuando las cosas se compliquen.

—Peter, yo…

—Estás enferma. Yo estoy sin afeitar, cansado, después de haber pasado toda la noche en una mecedora. No escogí el mejor momento para decirte todo esto, ¿no? —le dijo con tristeza—. Pero a lo mejor eso me sirve para dejarlo todo claro. Incluso después de la noche que pasé, no tengo apuro por irme. Y aunque estés haciendo todo lo posible por sacarme de tu casa, te deseo con locura.

A Lali se le aceleró el pulso.

—No puedo…

—No estás lista. Lo entiendo. Simplemente pensé que debías saber cómo me siento. No haces más que decir que no quieres hacerle daño a Valentina, pero yo te digo que si me voy ahora, no será porque no quiero quedarme, sino porque tú me estás echando.

—Necesito tiempo para pensar —dijo ella, frotándose las sienes—. No puedo pensar en esto ahora mismo.

—Lo sé. Siento haber sido tan desatinado. ¿Por qué no vas a descansar de nuevo? Yo me encargo de todo.

Lali hizo un último intento por reafirmar su independencia.

—No tienes por qué quedarte. Valentina ya casi tiene que dormir la siesta de la mañana. Descansaré mientras ella duerme.

—Yo puedo encargarme de eso. Mientras ella duerme, puedo trabajar un poco en la computadora. Tienes que darte tiempo para recuperarte, por Valentina y por ti misma.

Tragándose las lágrimas que amenazaban con salir en cualquier momento, Lali asintió con la cabeza y se levantó. Dudó un momento, miró a su hija… Valentina estaba ocupada con sus juguetes.

Peter se levantó.

—Si estoy empeorando las cosas, Lali, dímelo sin ningún problema. Y me iré. Puedo llamar a alguien para que venga a ayudarte, si quieres. Solo quería ayudar, pero tal vez me pasé de la raya.

—Solo necesito recostarme unos minutos. Valentina está feliz de la vida contigo, así que si pudieras quedarte un rato…

—Por supuesto. ¿Necesitas algo?

—No. Gracias. Pero necesito un poco de tiempo para que me hagan efecto los medicamentos para el dolor de cabeza. Despiértame si necesitas ayuda con Valentina.

—Claro, pero estoy seguro de que estaremos bien —tocó su cara sonrojada—. Anda a descansar, Lali. Después hablamos.

Definitivamente necesitaba dormir un poco antes de tener la siguiente charla con él. Dio media vuelta y caminó hacia su habitación.

         

         

La casa estaba en silencio cuando se despertó. Miró el reloj. Habían pasado cuatro horas. Entró y salió de la ducha en menos de cinco minutos. Diez minutos después, con el pelo seco y los dientes recién lavados, se dirigió hacia la sala.

Peter se había cambiado de ropa y parecía que también se había bañado desde la última vez que lo había visto. Estaba en el sillón. Valentina y el mono de peluche rebotaban sobre sus rodillas. La niña balbuceaba con alegría.

Como si la hubiera sentido acercarse, Peter giró la cabeza y sonrió al verla.

—Espero que ya te sientas tan bien como parece.

—Te amo, Peter.

Él se quedó inmóvil. Valentina se resbaló un poco sobre sus piernas, así que la tomó en brazos y se levantó.

—Lo siento, princesa, pero tu mami acaba de soltarme una bomba. Eh, Lali… ¿Me contagiaste tu resfriado o acabas de decir…?

—Dije que te amo. Y me un miedo que no te puedes ni imaginar.

—Te entiendo. Yo también estoy un poco nervioso, pero todo me dice que es lo correcto. De hecho…

Sus ojos brillaron con ese humor contagioso que había aprendido a amar en aquel restaurante.

—No me cabe duda. Si quieres apostamos a que seguiré aquí dentro de veinticinco años, para acompañar a Valentina al altar, suponiendo que la dejemos tener novio para ese entonces.

Lali se humedeció los labios y trató de mantener el tono ligero.

—¿Qué quieres apostar? ¿Otros cien dólares?

—Estoy dispuesto a apostar todo lo que tengo —contestó él. Sus ojos estaban llenos de sinceridad—. Apuesto mi corazón.

Lali se lanzó a sus brazos, abrazando a su hija al mismo tiempo.

—Acepto la apuesta —dijo y lo besó para sellar esa apuesta que los uniría toda la vida.

Continuará…