Capítulo 34

Buenas!!!! ¡Acá ando de nuevo! jajaja Bueno, ahora sí, que terminen bien el día, mil gracias por leer y nos leemos mañana!!! Besos :D

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-Brindo por eso –Cande chocó su copa con la de Lali y tomó un sorbo de su martini-. Entonces, ¿vas a contestarle?

Capítulo 34:

-Claro. ¿Qué te parece “Adiós”?

Cande no pudo evitar reír.

-Que probablemente no se trate de la respuesta que está esperando. Pero, en los últimos seis meses, Javier se ha mostrado sorprendentemente negado a la hora de entenderte. Así que, supongo que resulta bastante lógico que esta vez tampoco lo haya logrado.

-Durante más de seis meses, teniendo en cuenta que obviamente no estábamos muy sincronizados cuando nuestra relación acabó por llevarnos al desastre de Italia –señaló Lali.

Cande manifestó su acuerdo mediante un resoplido.

-Sigo sin entender cómo se le ocurrió pensar que podría gustarte esa idea.

Lali se había hecho esa misma pregunta en varias oportunidades tras la ruptura, pero algo en la forma en que su amiga enfocó el asunto le despertó la necesidad de dejar claro un punto.

-Cierto. Porque habría demostrado estar loca, dejando mi trabajo en ese instante, para seguir hasta Italia a un tipo incapaz de comprometerse conmigo.

Cande dejó su copa sobre la mesa.

-Totalmente de acuerdo. Pero, dejando eso a un lado, debería haber sabido que nunca aceptarías irte con él.

Lali vaciló, poco convencida de que le gustara cómo sonaba eso.

-Bueno, yo no diría tanto como nunca.

Cande la miró con incredulidad.

-Por favor. ¿Tú en Italia? Tienes tus planes, ¿recuerdas? –levantó las manos con aire de inocencia-. ¿Por qué me miras así? Dale, sabes que digo la verdad.

-Sí. Pero cuando lo dices así me haces parecer tan… inflexible –repentinamente inquieta, se inclinó sobre la mesa, bajando la voz-. No soy inflexible, ¿no?

-Amiga, por supuesto que no.

Lali cogió su copa.

-Mírame. Tomo martinis entre semana. Eso no es ser inflexible, ¿no que no? Y ni siquiera lo tenía planeado.

Cande sonrió.

-Sabes que te quiero, ¿no es cierto?

Lali la miró con desconfianza.

-Ese es el típico comentario que hace la gente antes de tomarse la libertad de decirte algo que no quieres escuchar.

-Ok, entonces empecemos por la parte que sí quieres escuchar: eres una abogada brillante, Lali. Y, en gran parte, se debe a tu habilidad a la hora de hacer planes. Siempre vas tres pasos por delante de tu oponente y has dado con la solución a cualquier problema antes siquiera de que él se diera cuenta que existe.

Lali resopló un poco más calmada.

-Continúa.

-Pero seamos sinceras: ¿Te detuviste a pensar en dejarlo todo e irte con Javier, aunque sea un segundo?

-No –dijo Lali con convicción-. Porque habría sido una locura. Y yo no hago locuras. Se supone que las mujeres hacen locuras a los veinte.

-Tú tampoco las hiciste a esa edad.

-Yo no encajo en los estándares –Lali tomó un sorbo de su copa, reflexionando al respecto y poniéndose seria por un momento. Cande era su mejor amiga desde hacía años, incluso a pesar de la distancia por la que las había separado. Su opinión le importaba más que la de ninguna otra persona-. Si te hubiese pasado a ti, ¿habrías ido a Roma?

Cande lo consideró.

-Probablemente no. Pero yo tampoco hago locuras.

Lali levantó las manos con exasperación.

-Entonces, ¿por qué me estás diciendo todo esto?

-No lo sé. Puede que porque somos dos solteras de treinta y dos años. Solía pasarme la vida de despedida de soltera en despedida de soltera. Ahora, no pasa una semana completa sin que me llegue alguna clase de invitación con el dibujo de un bebé –se encogió de hombros-. Así que creo que es posible que no cometer locuras no nos haya ayudado mucho a ninguna de las dos.

Las palabras quedaron flotando en el aire entre ellas.

-Ah bueno, gracias, Vetrano… Ahora ya solo me siento deprimida. En realidad, no. Al diablo todo –Lali extendió la mano sobre la mesa para estrechar la de Cande-. Que no hayamos encontrado a Don Perfecto no quiere decir que hayamos hecho nada mal. Y, por cierto, tú también eres brillante y asombrosa. Si fuera lesbiana, me comprometería totalmente en serio contigo y tendríamos un montón de bebés in vitro.

Cande sonrió, tal y como Lali había querido. Odiaba ver a su amiga –generalmente tan optimista respecto al tema de los hombres- venirse abajo.

Además, la desestabilizaba. Cande era inteligente, atractiva, y una mujer de éxito. Si ella no podía darse el lujo de escoger lo mejor de lo mejor, no tenía la menor idea de lo que podían querer los hombres.

-¿Te he dicho lo contenta que estoy de que te hayas mudado? –preguntó Cande.

-Yo también –y mientras pronunciaba las palabras, Lali fue consciente de lo ciertas que eran. Sí, a veces extrañaba Rosario, pero en el par de semanas que tenía en Buenos Aires había vuelto a sentirse como en casa-. Hay algo más de lo que me gustaría hablarte. No tiene nada que ver con Javier.

Cande tomó un sorbo de su martini.

-Se trata de algo bueno, ¿no es así? Lo estoy viendo en tu mirada. Deja que lo adivine: un trabajo interesante.

-No –Lali lo consideró-. En realidad, sí hay un trabajo interesante en perspectiva. Un par de ellos, de hecho. Pero no se trata de eso –bajó la voz-. No puedo darte detalles porque el asunto aún se encuentra en periodo de investigación, pero Juan Pedro Lanzani es testigo en uno de mis casos. Hoy nos vimos para tomar un café.

-Dale, Lali –la expresión de Cande pasó de la sorpresa a la curiosidad-. ¿Qué tipo de caso es? ¿Algo relacionado con el pirateo informático?

-Es una investigación relacionada con la cárcel –dijo Lali generalizando-. Escuchó algo mientras estuvo allí.

-¿Y lograron decirse más de tres palabras esta vez? –preguntó Cande en tono burlón.

-De hecho, sí.

Cande esperó a que agregara algo.

-¿Y?

-Hablamos y tomamos un café –Lali le dirigió una significativa mirada-. Obviamente, es lo más lejos que podemos llegar. Ahora, es mi testigo.

Cande lo consideró.

-Sabes que técnicamente relacionarse con un testigo no representa una violación de la ética –se apresuró lo levantar la mano al ver que Lali estaba dispuesta a responderle-. Solo decía.

-Creo que estamos adelantándonos a los hechos. E, independientemente de eso, con o sin violación de la ética, sería una idea espantosa.

-Sí –respondió Cande sin vacilar.

-¿Te imaginas lo que sucedería si el caso llegara a juicio y se descubriera que Peter y yo estamos viéndonos?

Continuará…