martes, 24 de diciembre de 2013

Capítulo 1



Hola, hola!!! ¿Qué tal empezaron el día? Espero que ya listas para celebrar y recibir la navidad en familia o con sus seres queridos ;) Gracias por comentarios sobre el final de “Jugando sus Reglas” Me emociona y alegra que les haya gustado tanto… no sé si son los días del mes, la época o qué pero me hicieron emocionar jajajaja será que siempre los finales coinciden con estas fechas sensibles?! Caramba, que quedo como una tonta sensiblera :P jajajaja ¡Qué la pasen lindo hoy y reciban el nacimiento de Jesús llenos de felicidad y amor! Disfruten la noche y la compañía ;) Un beso y no continuo mi saludo navideño porque ya lo tengo listo para más tarde así que, nada, más tarde encontrarán mi post navideño dedicado a ustedes jiijijiji mañana nos leemos y espero les guste “Lo que siempre deseé” ;) A leer!!!!

Twitter: @Caparatodos
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Capítulo 1:

Clip-clop, clip-clop, clip-clop.
El caballo levantó la cabeza y relinchó, para alegría de las seis personas en la carroza de tiro.

En la última fila, Mariana Espósito se envolvió bajo la manta, sujetando con firmeza su taza de chocolate caliente. De los altavoces del vehículo salía la festiva melodía, Blanca navidad. Luces de colores brillaban en la ciudad, creando una atmósfera muy acorde con la época.

La carroza se movía lentamente por la calle, permitiendo a Lali y al resto de pasajeros contemplar los alrededores, adornado todo para Navidad.

—¿No te parece la noche más romántica de nuestras vidas? —preguntó Candela Vetrano.
Lali se giró hacia ella con las cejas enarcadas.

—¿Perdón? Candela, estamos solas, ¿no te acuerdas de ese detalle?
Candela elevó la barbilla.

—Trato de poner en práctica el pensamiento positivo.

Lali observó las dos filas delante de ellas, con sendas parejas acurrucadas bajo las mantas, ajenas a las luces, la música… todo lo que no fueran ellos dos. Y ella, que estaba disfrutando de un romántico paseo en carroza con su mejor amiga en lugar de con un novio, se tragó el nudo de envidia que le cerraba la garganta.

—¿Pensamiento positivo, dices? —respondió—. ¿Y te funciona?
De ser así, tendría que intentarlo. Porque no sentía ni el amor ni la alegría supuestamente típicos de aquellas fechas.

—En lo más mínimo —admitió la más delgada.
Su novio había terminado con ella pocos meses atrás, hiriéndola donde más le dolía: en su orgullo.

Lali frunció el ceño, mientras maldecía a quien hubiera decidido que las actividades navideñas debían diseñarse para parejas: los organizadores de eventos esperaban que se asistiera con una cita a su cena o evento; los teatros ofertaban cena con espectáculo para dos personas; incluso en la carroza para ver las famosas luces de la ciudad te sentaban de dos en dos, como si una persona no fuera nadie a menos que formara parte de una pareja.

¿Cómo no iba a aumentar el índice de suicidios durante las vacaciones?

Lali estaba sola desde hacía un par de meses, cuando terminó definitivamente con su novio Benjamín. Había sido una ruptura particularmente desagradable, ya que habían comenzado siendo amigos. Buenos amigos. Pero, después de un tiempo, la atracción había surgido y, antes de que ella se diera cuenta, salían juntos, y luego se acostaban, y de repente eran una pareja hablando sobre matrimonio, hijos y un perro.

Al principio, todo había resultado perfecto. Pero pequeñas cosas habían empezado a salir por el camino, y de un momento al otro, ni ella ni Benjamín podían recordar por qué habían sido amigos. Parecían tan poco compatibles que incluso el recuerdo de cuando lo pasaban bien juntos se había desvanecido.
La ruptura había sido doble: por un lado, con el amante; por otro, con el amigo. Y, como injusticia añadida, ella no había vuelto a tener una cita desde entonces.

—Al menos puedes ir con Peter —señaló Candela—. A las fiestas y esas cosas, me refiero.

Lali asintió. Peter era un claro ejemplo para no cometer el mismo error dos veces. Su vecino de enfrente era increíblemente guapo, divertido y una buena compañía. Pero era su amigo, lo había sido desde el comienzo. Por lo tanto, a pesar de que era tierno, inteligente y muy guapo, ella no arriesgaría esa amistad por sexo.
Ya había aprendido la lección con Benjamín.
Tampoco era que existiera la opción de tener sexo con Peter.

Cuando lo conoció, sintió cierta atracción, que rápidamente había reprimido. Porque, claramente, no era mutua. En los dos años que se conocían, él nunca se le había insinuado.

Al principio, eso le había dolido, pero lo cierto era que su desinterés le hacía la vida más fácil. Porque él, con su vida de escritor free lance, no era un candidato apto para el matrimonio.

Ella nunca había considerado útil salir con hombres que no fueran buenos candidatos. Sí, había roto esa regla en algunas ocasiones, pero no había logrado mantener la amistad con ninguno de ellos tras la inevitable separación. Mejor dejar a ese tipo de hombres en la categoría de amigos desde el principio, y evitar problemas futuros.

Para ella, Peter ocupaba el primer puesto de esa lista. Indudablemente, a veces, ya entrada la noche, cuando estaban viendo una película o preparando unos tragos, el deseo se había apoderado de ella, y hubiera querido que él fuera un candidato apto para el matrimonio. Pero sabía que eso nunca sucedería. Después de todo, se había criado con un hombre igual que él, otro escritor free lance siempre en busca de una historia y un sueldo.
Un padre que nunca estaba en casa.

Lali recordaba las largas semanas que él se ausentaba para escribir algún encargo, y el dolor de extrañarlo. Muchas veces le había rogado que la llevara con él, pero su padre nunca la había dejado. Se excusaba diciendo que no era posible, porque ella tenía que ir al colegio y él a su trabajo.

Les decía a ella y a su madre que debía perseguir historias para poder pagar las facturas, pero Lali había escuchado las frecuentes discusiones acerca del dinero, especialmente desde que él había rechazado una oferta de trabajar a tiempo completo en uno de los periódicos locales.

Las ansias que tenía su padre por recorrer el mundo le impedían conservar un trabajo estable y, aunque él aseguraba que sería el próximo Truman Capote, y siempre estaba trabajando en algún libro inédito e increíble, nunca conseguía que le asignaran las grandes historias, y menos aún los grandes sueldos.

Cuando la mamá de Lali fue despedida de su  puesto como profesora, la familia no sólo había perdido el auto; sino también la casa. Y la pequeña Lali se había encontrado, a los once años, viviendo en un departamento de un solo dormitorio con paredes de papel, en lugar de una casita en una calle con árboles a cada lado y su mejor amiga dos cuadras más allá.

Aquel mes había odiado a su padre, una emoción difícil de manejar porque lo amaba con locura. Cuando él estaba en casa y la vida fluía sin sobresaltos, todo era una maravilla. Pero cuando andaban cortos de dinero y él se dejaba absorber por un torbellino creativo, todo se transformaba en un infierno oscuro y solitario.

En aquel momento, en que varios asuntos médicos lo habían obligado a dejar de viajar, sus padres la pasaban mal para llegar a fin de mes con sus pagos del seguro social. No era la vida que Lali deseaba, en absoluto. Como adulta, creía entender qué motivaba a su padre. A nivel intelectual, podía reconocer que era un hombre con alma de nómade y, aunque amaba a su esposa y a su hija, no debería haber formado una familia.

Lali lo amaba, lo entendía, e incluso lo había perdonado por haberle fallado en su infancia. Pero ella no terminaría como su madre. No impondría ese estilo de vida a sus hijos. Mariana Espósito sabía muy bien lo que buscaba en un hombre, y lo esencial era responsabilidad a nivel económico y una presencia constante en la casa.

Peter, que no tenía ni un plan de jubilación y menos aún seguro médico, y que pasaba semanas enteras por el mundo, escribiendo sus reportajes, no era ese hombre. Ni de lejos. Incluso siendo sólo amigos, su despreocupada actitud la sacaba de quicio. Era un escritor excepcional, y mantenía una buena relación con Traveller, una de las revistas más importantes del mundo en su sector.

Por lo que ella había visto, Peter podría haber obtenido con facilidad suficientes reportajes como para ganar un sólido sueldo anual. En lugar de eso, trabajaba sólo cuando se le agotaban los fondos, y entonces aceptaba entre tres y cinco documentales consecutivos y desaparecía durante dos meses. El resto del tiempo, se encerraba en su departamento para trabajar en una serie de novelas que esperaba vender. Y así una y otra vez.

Ella admiraba su espíritu creativo, pero no entendía cómo podía soportar esa vida: su moto no tenía seguro, y había vivido unos cuantos meses alimentándose sólo de menestras, arroz y pasta porque había rechazado un reportaje, con el fin de poder quedarse en casa y trabajar en su libro.

Resumiendo: un hombre como Peter nunca tendría cabida en su radar amoroso. Lo cual significaba que, aunque podía contar con él para acompañarla a fiestas y cenas, no era una verdadera cita.

Continuará…

7 comentarios:

  1. me encanto el cap!!! ya veo como voy a amar esta nove!!! massssssssss

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  2. me encanto el capítulo!!! Lali esta totalemnte cerrada a que pueda llegar a pasar algo con Peter! pero esta equivocada no se puede ser amiga un chico tan caño y buena persona jaja!! Esta novela ya me atrapo y recien empezo!
    que pases una hermosa navidad con toda tu familia y bendiciones para todos!!
    beso
    Sofi

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  3. mmmmmmmmmmmmmmmmm me encanto :D
    Feliz navidad

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  4. lindo capi,espero un proximo capi
    Feliz Navidad

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  5. Muy buena...tanta seguridad q no pasara nada te lleva necesariamente a q si pase,JAJA!
    Flor de vecinito se mandó Lali!!!!

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  6. ya quiero leer como Peter cambia su estilo d vida x LAli ,oooooh Lali deja d comerse la cabeza y la mantiene más abierta.

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