martes, 10 de diciembre de 2013

Capítulo 76



Buenas!!!! ¿Cómo les va? Ojalá que su día haya ido bien! Dale, dale, muchachas que no queda nada para que termine el año así que a remarla con un último impulso para acabarlo de la mejor manera posible ;) Gracias por leer y sus comentarios/tweets, disfruto mucho leyendo sus locuras y ocurrencias! ME ENCANTA!!!! Besos y nos leemos mañana!

Twitter: @Caparatodos
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-Mi perspectiva de las cosas cambió tras la muerte de mi madre. Fue un momento difícil para mi familia –comenzó.

Capítulo 76:

-Peter, ha habido un accidente.
No olvidaría esas palabras mientras viviera.
Por el tono de voz de su padre, había sabido al instante que se trataba de algo serio. Y su mano se había tensado automáticamente sobre el teléfono.

-¿Qué pasó?

-Es tu madre. Un camión chocó contra su auto mientras volvía a casa después del ensayo en el club de teatro. Creen que el conductor podría haberse quedado dormido al volante… no lo sé, no me han dicho demasiado. La llevaron a emergencia hace treinta minutos y ahora está en el quirófano.
Peter sintió cómo se le encogía el estómago.
En el quirófano.

-Pero mamá se va a poner bien, ¿verdad?
El silencio que siguió a su pregunta duró una eternidad.

-Ya pedí que te fueran a recoger -dijo su padre-. Un helicóptero estará esperándote y te traerá directamente al hospital. Me han dicho que podemos usar el helipuerto.
La voz de Peter sonó apenas más alta que un susurro.

-Papá.

-Está muy mal, hijo. Siento que debería estar haciendo algo pero… pero dicen que no hay nada…

El impacto de lo sucedido lo alcanzó en aquel preciso instante, al darse cuenta de que su padre estaba llorando. Y a partir de entonces, todo se había convertido en un borrón: el trayecto en auto hasta el aeropuerto, el vuelo de cuarenta minutos a Buenos Aires, y el viaje en helicóptero hasta la azotea del hospital.

Algún miembro del personal del hospital –Peter no habría sido capaz de reconocer su cara en una rueda de reconocimiento dos minutos después- lo condujo a toda velocidad hasta una sala de espera privada en la Unidad de Cuidados Intensivos. Al empujar la puerta se encontró a su padre con la expresión desencajada.
Sacudió la cabeza.

-Lo siento, hijo.
Peter retrocedió un paso.

-No.
Una apocada vocecita le llegó desde detrás de la puerta.

-Yo tampoco llegué a tiempo.
Peter se giró y vio a Eugenia en el otro extremo de la habitación. Las lágrimas le resbalaban por las mejillas.

-Euge –la aferró y la envolvió en un fuerte abrazo-. Hablé con mamá ayer –susurró contra la parte superior de la cabeza de su hermana-. La llamé después de hacer el examen.
Se había sentido tan orgullosa de él.
El corazón se le encogió dolorosamente y los ojos comenzaron a arderle.

-Dime que esto no está pasando –musitó Eugenia contra su pecho.
Tras un breve golpe en la puerta, un médico vestido con una bata quirúrgica azul entró en la habitación.

-Siento interrumpir –dijo en tono sombrío-. Vine a preguntarles si les gustaría verla.
Eugenia se enjugó los ojos y, luego, todos miraron el doctor. Tanto Peter como ella observaron a su padre con atención.
Él no dijo nada.

-Hay gente que encuentra reconfortante despedirse –expuso amablemente el médico.

Peter vio como su padre –un magnate hecho a sí mismo y elogiado por su perspicacia para los negocios y por su capacidad de decisión, cuyo rostro había sido portada de revistas y periódicos, y al que no había visto antes dudar a la hora de tomar ninguna clase de determinación- titubeaba.

-Yo… no… -la voz de su padre se quebró.
Se pasó una mano por la cara y respiró hondo.
Peter depositó una mano sobre el hombro de su padre y se volteó hacia el médico para ofrecerle una respuesta.

-Nos gustaría verla. Gracias.

Tras ese primer momento en el hospital, Peter notó rápidamente que su padre tenía dificultades a la hora de hacerse cargo de las muchas decisiones que debían ir tomándose respecto al velatorio y al funeral de su madre. Para aliviarle esa carga, se mudó a la casa de sus padres y empezó a encargarse de casi todo. Era un momento triste, emocionalmente agotador, y nunca se había imaginado a sí mismo teniendo que pasar por él a los veinticuatro años –eligiendo lo necesario para el funeral de su madre- pero, entre Eugenia y él, lograron arreglarlo todo.

Después del funeral, su plan original había consistido en quedarse en casa de su padre alrededor de una semana para ayudarlo a atender las llamadas, aceptar las notas de condolencia, las flores, y responder a los e-mails que llegaban todos los días. Dado el imperio que había construido Juan Pablo Lanzani, había un increíble número de personas que deseaban presentar sus condolencias, y Peter y Eugenia lo hicieron los mejor que pudieron para gestionarlo todo.

Pero cuando pasó la primera semana, las cosas no parecían ir mejor. Su padre mostraba poco interés por recibir a las visitas o por hablar con la familia y los amigos por teléfono. En cambio, prefería pasarse los días solo en su estudio o salir a dar largos paseos.

-Tal vez necesite hablar con alguien. Con un profesional –le dijo una noche Peter a Eugenia mientras se encontraban sentados en la mesa del comedor de sus padres, picoteando un poco de lasaña que alguien les había llevado el día anterior. Podrían alimentar a una pequeña nación durante un mes con la cantidad de guisos, lasañas, pastas, y queso que tenían en la refrigeradora.
No importaba que su padre prácticamente pudiera comprar una pequeña nación.

-Ya se lo he sugerido –dijo Eugenia-. Pero dice que sabe de sobra lo que está mal: mamá está muerta –los ojos se le llenaron de lágrimas, y rápidamente se las secó.
Peter le apretó la mano.

-Es el dolor el que habla, Euge –tentado estuvo de pasarse por el estudio de su padre en ese preciso instante para decirle que se guardara toda aquella mierda para sí mismo, por el bien de Eugenia, pero dudó que eso fuera a ayudarles. Y realmente, entendía el sufrimiento de su padre: todos estaban luchando por tratar de darle algún sentido a la muerte de su madre.

Así que decidió quedarse en Buenos Aires otra semana. Y, luego, dos semanas se convirtieron en tres. No hubo un solo día bueno en esa época. Solo días malos y otros ligeramente mejores.

Finalmente, las cosas progresaron hasta un punto en el que su padre se sintió preparado para ver a los amigos y a la familia, lo que Peter se tomó como una buena señal. Pero siguió sin manifestar el menor interés por la compañía; y las llamadas de trabajo, los mensajes de voz, y los correos electrónicos, comenzaron a acumularse sin respuesta.

Continuará…

15 comentarios:

  1. masssssssssssssssssssssssss

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  2. Y ahi es cuando Peter no le queda mas remedio que entrar a formar parte de la empresa de su padre.... alguien tiene que manejarla.

    Ayy me da un "dolor" esa foto, que penita ver a un hombre llorar y mas siendo Peter en serio

    espero masss TQ!

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  3. llorar con el capítulo? no solo te parece!!! me gusto mucho, pobre Peter!!
    Espero más!!

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  4. Estaban pasando x las cuatro fases.dolor,negación,resignación, y aceptación.
    Cada persona lo supera o no ,d diferentes maneras.

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  5. Te digo la verdad??
    LLORÉ! !
    Pobre peter!!
    :-(:-(:-(:-(:-(

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  6. Q cap triste!Peter evidentemente la tendra siempre como una reina,en esta situacion supo tambien cómo ponerle pecho a las balas y sufrio mucho!

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  7. que triste
    pobre peter, ahora voy entendiendo porque hizo lo que hizo
    besos

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  8. Buuu pobre pitt :( maaaaa

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  9. Pobre Peter no sabes com lo entiendo....

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  10. Ay pobrecito!!! Debe de haber sido muy dificil para el y su familia.. ahora pero esta lali en su vida.. me encanta la nove! porfin me puse al dia jajaja!beso Cami!Giu

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