jueves, 12 de diciembre de 2013

Capítulo 78



Hola!!!!!! ¿Cómo les va? Espero que su día haya sido bueno :) o al menos productivo, chicuelas!!!! Ya mañana viernes, así que última remada y un par de días de descanso!!!! ;) dale, dale que se puede! Gracias, gracias por ser siempre tan lindas! Un beso y hasta mañana!!!

Twitter: @Caparatodos
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Abandonó el estudio y llamó a Iván, para exponerle sus planes al consejero general.

Capítulo 78:

Una vez que su padre volviera a pensar con claridad, podría hacer lo que quisiera con La Corporación Lanzani. Él la había levantado y si, finalmente, decidía venderla y dedicarse a reparar autos antiguos en su garaje, sería su elección. Pero no iba a permitir que el hombre que se encontraba en esos momentos sentado tras la mesa de su padre tomara esa decisión –porque ese hombre no era Juan Pablo Lanzani.

Así que, a la tarde siguiente, se reunió con los ocho vicepresidentes ejecutivos de la empresa. Escogió deliberadamente reunirse con ellos en la oficina de su padre.  Y, adrede, tomó asiento a su mesa mientras les exponía sus planes para el futuro inmediato.

-Los ocho continuarán encargándose del día a día, de las responsabilidades de sus divisiones –les dijo-. Cualquier otra decisión que deba ser tomada por el director general, me será presentada a mí, junto con el plan de acción recomendado. Me aseguraré de que mi padre responda.

Peter dudaba que alguno de los vicepresidentes ejecutivos que se encontraban en aquel despacho creyese que Juan Pablo Lanzani iba a tomar alguna clase de decisión. Pero todos llevaban años trabajando para su padre, lo respetaban, y le eran leales.
Sin excepción, le ofrecieron su apoyo a Peter y cualquier ayuda que pudiese necesitar.

En muchos aspectos, ser el director general de La Corporación Lanzani, resultó más sencillo de lo que Peter había imaginado. Por supuesto, contaba con el asesoramiento y el consejo de Iván, así como con el de los vicepresidentes ejecutivos. Pero le sorprendió lo mucho que acabó disfrutando al asumir el liderazgo, aunque solo fuera temporalmente.

-¿Sabes? Podrías dedicarte a esto –le dijo una tarde Iván, durante una de las reuniones semanales que solían programar. Para mayor comodidad, y para evitar las preguntas que pudieran llegar a surgir si se reunían con demasiada frecuencia en la oficina de Juan Pablo, habían vuelto a trasladarse al restaurante donde Iván lo había abordado para pedirle que hablara con su padre-. Tienes un instinto asombroso para los negocios.

Peter hojeó un informe que había recibido ese mismo día del vicepresidente de seguridad de contenidos, donde se detallaban los resultados de las ventas iniciales de una nueva actualización que había lanzado, basada en la mejora de la protección del correo electrónico.

-Yo solo soy un nerd de la informática. Es Eugenia la que ha heredado el gen empresarial de los Lanzani.
Iván miró significativamente el informe que Peter sostenía.

-¿Estás seguro de eso? Porque llevas tanto rato metido en ese informe de ventas que el filete se te ha enfriado.

-Puede que esté tratando de mantener la figura.
Iván comenzó a reír.

-O puede que ese gen empresarial haya sido transmitido a los dos gemelos Lanzani.
Las cosas continuaron así durante varias semanas.

La creencia general en La Corporación Lanzani era que el director general había decidido trabajar desde casa y pasar más tiempo con su familia, tras la muerte de su esposa. Peter se mantuvo en contacto entre bambalinas con el equipo ejecutivo, con frecuencia respondiendo mails y revisando propuestas e informes a la tarde, desde el cuarto de invitados que ocupaba en casa de sus padres. En varias ocasiones intentó tratar el asunto con su papá pero no logró efectuar el menor progreso.

Con la llegada de marzo –el mes en el que Peter habría regresado normalmente a la universidad- y puesto que seguía sin producirse ningún cambio, decidió que ya era suficiente. No había podido convencer a su padre para que buscara ayuda profesional, ni valiéndose de argumentos racionales, ni recurriendo a la dureza. Así que, solo quedaba una opción.
El chantaje emocional.
Peter se reunió una noche con Eugenia en la cocina para idear un plan.

-Tendrás que ser tú –susurró, pendiente de una posible aparición de su padre. Como el hombre no salía de casa, siempre andaba cerca-. Y tendrás que hacer uso de toda la artillería, Euge. Labios temblorosos, enormes lágrimas de cocodrilo… Lo que sea necesario. Papá nunca ha sido capaz de negarte nada cuando te ve llorar.
Eugenia lo miró indignada.

-¿Cuándo he intentado yo manipular a papá a base de lágrimas?

-Ah, recuerdo claramente aquella vez que alguien estuvo llorando durante dos días, después de que le dijeran que no podía tener la Casa de los Sueños de Barbie porque era demasiado grande para su cuarto.

-Teníamos siete años –dijo Eugenia-. Ahora, las circunstancias son ligeramente distintas.

-¿Conseguiste o no la Casa de los Sueños de Barbie? –preguntó Peter con mordacidad.
Eugenia se encogió de hombros, divertida.

-Me la trajo Papa Noel –desvió la mirada hacia el estudio de su padre y se puso más seria-. De acuerdo, lo haré. Pero odio haber tenido que llegar a esto.

-Necesita ayuda, Euge. Y tú y yo no podemos dársela –tal vez ese era uno de los motivos por los que habían permitido que las cosas se alargasen tanto tiempo, ninguno de los dos había querido admitirlo.

Una hora después, Eugenia salía del escritorio de su padre con la nariz enrojecida y una aliviada sonrisa. Al encontrarse con Peter, levantó los pulgares.

Continuará…

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