Capítulo 53

Hola, hola, hola!!!! Cómo les va?! Qué tal están pasando su sábado?! Espero que bien y descansado la semana jajaja GRACIAS de nuevo por sus palabras, son un mimo… y como dije si hay público, aquí seguiremos!!! Las quiero y nos leemos mañana! Disfruten de un capítulo larguito y como el sol! Besos y buen fin de semana, fin de semana ♫!

Ayer, los ataques a Pamela alias la “Palmera” estuvieron a la orden del día eh! Poooobre jajajaja

Chari: Gracias por tus comentarios! Me tentó y causó ternura uno en especifico :P Y hoy si puedes déjame tu mail que con algunas chicas queremos sumarte a una lectura que estamos haciendo y queremos tus comentarios jajaja ;) Besos

Twitter: @Caparatodos

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—Tú…

El contuvo su protesta, o lo que fuera, con otro beso, profundo y pausado.

—Te quiero —susurró, empujándola suavemente hacia atrás hasta que sus caderas chocaran con la baranda de la galería—. Te quiero.

Capítulo 53:

Ella no respondió, y Peter no esperaba que lo hiciera, pero a juzgar por la forma en la cual sus brazos le rodearon el cuello, sus dedos se hundieron en sus músculos mientras su boca se encontraba ansiosamente con la de él, sentía algo. Más que algo. Fuera lo que fuese que le impidiera pronunciar aquellas palabras, comprendía la emoción.

—¿Señor Lanzani?

Escondiendo su frustración, Juan Pedro separó su boca de la de Lali y desvió la mirada hacia la puerta donde se encontraba su mayordomo.

—¿Qué sucede, Reinaldo?

—Disculpe, señor, pero la cena ya está servida.

Lali le lamió la oreja.

—Mmm, y yo que tengo un hambre —murmuró.

«¡Dios santo!»

—Que nos sirvan en el comedor y después dales a todos lo que queda de la noche libre.

El hombre esbozó una fugaz sonrisa.

—Enseguida, señor.

—Bueno, bueno pero qué generoso —murmuró Lali.

Peter le recorrió la espalda en una caricia, deteniéndose para agarrarla del trasero y acercarla hacia él.

—Para nada. ¿Sabes lo mucho que te deseo?

Su gemido de respuesta envió una corriente directa hacia sus pantalones.

—Puedo hacerme una idea —susurró, meneando las caderas contra él.

—Bien. Ahora camina delante de mí hasta el comedor para que pueda conservar algo de mi dignidad.

Lali comenzó a reír.

—Si no estuvieras tan generosamente dotado, no tendrías ese problema.

La soltó, acomodándola de tal forma que pudiera estar delante de él al bajar las escaleras.

—Sí, pero tendríamos otro problema completamente distinto.

—Eso es verdad. Prefiero éste.

Cuando llegaron al piso de abajo, Peter se movió detrás de ella, poniéndole el pelo por sobre los hombros para poder besarle el cuello.

—De repente si soy generoso —reconoció, un agradable calor se extendió bajo su piel— porque pretendo darte toda mi dotación.

Ella suspiró de forma casi silenciosa y palpitante.

—Acabas de despertar partes en mí que seguían dormidas —susurró.

Si no ponían freno a esa situación, Peter jamás lograría llegar al comedor. Y más valía que Reinaldo hubiera sacado a todos del lugar.

Felizmente, el comedor estaba desierto, con dos platos colocados uno en frente del otro a un extremo de la larga mesa. Al parecer la cena de esa noche estaba completamente dedicada a Lali y sus gustos, porque había una humeante fuente de papas al horno, con porciones de pollo en salsa de ajo y perejil en ambos platos. Más allá de la mesa, los esperaba una torta de chocolate decorada con dulce de leche.

—Oh, sí —canturreó, sentándose en una de las sillas—. Hans es un genio. —probó una rodaja de papa, volteándose para levantar la mirada hacia él con un hilito cayéndole por la barbilla.

Peter se inclinó con una sonrisa en los labios para limpiar el rastro de comida que había dejado escapar. Mientras ella se levantaba para servirse con la cuchara un poco de papas para acompañar el pollo, él agarró su plato y lo desplazó hasta que estuviera junto al de ella.

—Toma —le dijo, poniendo la mano bajo un generoso bocado.

Estaba más condimentado de lo que Peter esperaba, pero cuando ella se concentró en desabrocharle los botones de la camisa mientras él masticaba, no se le ocurrió realizar ningún comentario. Le dio a ella el siguiente bocado, aprovechando el momento para agacharse y quitarle a Lali las sandalias amarillas. Peter se quedó descalzo enseguida, y luego ella se puso de pie para que él pudiera bajarle el cierre de su vestido, besando la cálida piel de sus hombros a medida que los dejaba al descubierto.

—Me parece que el pollo en salsa de ajo y perejil no es de las comidas más aromática como para esta noche —le dijo, bajándole el vestido hasta los pies. Llevaba la ropa interior de encaje rosa en los bordes haciendo juego.

—Los dos estamos comiendo lo mismo en ese caso —respondió, arqueando la espalda cuando él la recorrió con los dedos.

Peter la hizo girar, besándola profundamente. Lali tenía razón; sabía a ajo y perejil, lo cual, en realidad, encajaba adecuadamente con ella. Centrando la atención en su cuello, Juan Pedro deslizó las manos a su alrededor hasta encontrar el broche de su sostén. Todas las bromas del almuerzo y luego la pelea… en cierto sentido, Lali sabía de lo que hablaba. No era complicado canalizar toda esa frustración y convertirla en excitación.

Le retiró los tirantes de los hombros. Riendo de forma un tanto entrecortada, Lali le dio de comer otro bocado. Sin tener por el momento un mejor uso para su boca, Peter rozó con los dedos sus pechos, disfrutando de su jadeo. Por Dios, este hombre la podía completamente.

Ni siquiera pudo quitar los ojos de ella mientras daba un paso atrás para desabrocharse los pantalones y dejar caer la camisa al suelo. Lali lo consumía, y tan sólo en momentos como ése, cuando estaban a punto de hacerse uno, de oírla gemir de placer y de hacer que llegara al climax, sentía verdaderamente que era suya. A punto estuvo de perder el control cuando ella pasó con lentitud las palmas de las manos por su abdomen y luego se inclinó para besar torso.

—¡Dios mío! —logró decir, estremeciéndose.

Lali rió por lo bajo, el sonido retumbó dentro de su pecho.

—Qué facilón eres.

Juan Pedro deslizó una mano dentro de sus coqueto culote, moviendo los dedos hacia arriba para sentir la caliente humedad en su interior.

—No soy el único.

—Muy bien, se acabaron las provocaciones—gimió, retorciéndose contra él—. Quiero el plato principal.

—No he terminado con los bocaditos —respondió, levantándola hasta el borde de la mesa y bajándole la única prenda que quedaba en ella con un mismo movimiento. La arrojó por encima de su hombro a algún lugar.

—¡Hey! Ya perdí la cuenta de cuanta ropa interior he perdido desde que te conozco —protestó con la voz ronca por la pasión y la diversión.

—Te compraré una tienda entera. —Peter ocupó la silla vacía y se inclinó para besar la parte interna de sus muslos.

Lali hizo los platos a un lado y se recostó. Ella se estremeció de repente, incorporándose para aferrarlo del pelo y alejar su rostro de ella.

—¡Dios mío!

El parpadeó.

—¿Qué? ¿Hice algo malo… ?

—No, pero no sabes cómo pica la salsa —jadeó, riendo sin aliento—. Hazlo otra vez.

 Así que la comida condimentada y el sexo hacían una buena dupla. Juan Pedro volvió a su tarea con dedos y boca, despiadado e implacable, mientras ella se retorcía debajo de él.

—Está bien, basta, basta —suplicó al fin—. Ven aquí y hazme tuya, Peter.

Deseaba hacerlo; la espera lo estaba matando. Pero aún no había terminado de torturarla. Era el momento de la venganza.

—Todavía no he comido el postre —murmuró, alargando el brazo para agarrar la tarta y acercarla.

Dos cerritos de dulce de leche cayeron pesadamente sobre sus pechos y él se inclinó para limpiarlos con un dedo todavía introducido en su interior. Lali se sacudió y se dejó ir, gritando su nombre. Aquello casi acabó con él. «Todavía no», le ordenó a su zona sur, respirando profundamente varias veces y esforzándose por controlarse.

Lali golpeó la superficie de la mesa con los puños y jadeó en busca de aire.

—Me estás matando.

El sonrió de oreja a oreja.

—Pero no te puedes quejar, mejor forma de morir no hay.

Incorporándose, le besó, lamiendo la nata de su barbilla.

—Ya sabes que no soy muy amiga del juego limpio. —murmuró, hundiendo la mano en la torta.

Juan Pedro la miró con cautela.

—Lali, puedo recordarte que…

Ella se aferró a su erección, extendiendo chocolate y dulce de leche por toda su longitud.

—Oh, oh. Ahora tendremos que limpiarlo.

«¡Ay, santo cielos!» Empujándolo de nuevo contra la silla, se bajó de la mesa y se arrodilló entre sus muslos. Peter perdió el habla cuando ella estuvo a su alrededor. Lo único que pudo hacer fue enroscar las manos en su pelo e intentar esforzarse por respirar y no dejarse llevar hasta que estuviera listo para hacerlo. Y eso significaba no hacerlo hasta estar dentro de ella.

Pero sus movimientos eran más de lo que él podía soportar.

—Para, para —gruñó cuando no pudo aguantar la tortura por más tiempo, alejándola de él. Agarró una servilleta para limpiarse los restos de chocolate e inmediatamente se arrodilló para mirarla de frente. La desequilibró, empujándola hacia atrás sobre el piso de mármol, cayó sobre ella, capturando su boca e introduciéndose en ella.

Sin tiempo para gentilezas, se limitó a sujetarla contra el suelo y entrar con urgencia hasta que alcanzaran el clímax. Se desplomó sobre ella, pronunciando su nombre con los dientes apretados.

Lali lo abrazó fuertemente y luego se relajó poco a poco.

—Te dije que seguramente acabaríamos matándonos el uno al otro —jadeó.

Él la besó otra vez, con más tranquilidad y delicadeza esta vez.

Continuará…