Capítulo 66

 

Hola, hola!!! Buen viernes para todas, ya termina la “semana” y empieza el finde :D A meterle que nos esperan un par de días de relax!!! Besos y que tengan lindo día!

Vale (@Vagomi) tiene nove Laliter en http://vagomi.blogspot.com/ recomendadísima!!!! ;)

Twitter: @Caparatodos

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—Está bien. Gracias.

—Lali. Espero que me cuentes cualquier cosa que sepas…

Capítulo 66:

Lali colgó el teléfono. Ése era el problema: en su trabajo no existía demasiada diferencia entre saber y sospechar. Sin embargo, Franco necesitaba más cosas, como pruebas.

El Bentley se estacionó a su lado.

—Bueno, bueno —dijo Nicolás mientras se bajaba del auto—. Ahora entiendo por qué te gusta ir en uno de éstos.

—¡Ja! —se carcajeó—. Ya te lo había dicho. ¿Cómo vas a volver a la carcocha después de esto?

—Puede que me busque algo —reconoció, asomando la cabeza por la ventana abierta del asiento del pasajero del Mustang—. Pero no será tan llamativo. Tal vez un Lexus.

—Por algo se empieza —admitió—. Nico, sube un rato.

Él accedió, trepándose al Mustang y cerró la puerta. Después, cerró la venta. Se conocía el juego. No tenía sentido dejar que alguien de los honrados negocios vecinos escuchara sus conversaciones privadas.

—¿Qué pasó ahora? No pienso volver a fingir que soy el mayordomo de Lanzani.

—Nada de eso. ¿Te ha llamado alguien con respecto al Giacometti?

—No. Ni por la escultura, ni por las pinturas.

¡Demonios! Tenía la esperanza de no haber espantado al ladrón. Al menos éste no le había visto la cara… pero tampoco ella había visto la suya.

—Bueno. Si…

Su teléfono sonó de nuevo. Cinco minutos justos. El corazón de Lali palpitó con algo más de fuerza al responder. El acostumbrado golpe de adrenalina.

—¿Aló?

—Lali —respondió la voz de Daniel—. Pensé que era posible que me llamaras.

—Ah —contestó, introduciendo timidez en su tono de voz—, ¿y eso por qué?

Él dejó escapar una risita.

—¿Rompió algún vaso Lanzani cuando nos vio juntos?

—No, me parece que creyó la historia sobre el Giacometti. ¿Tenías algo especial en mente o sólo querías saber si llamaría?

—Eso depende —respondió, todo impregnado de un sutil encanto—. ¿Qué te parecen los barcos?

Barcos. Los barcos significaban agua, que a su vez significaba aislamiento, tiburones, ahogos y ni la más mínima posibilidad de escapar. Ya tenía suficiente con las insistencias de Peter para ir a pescar.

—Prefiero los autos.

—Bueno, este barco te gustará. Nos vemos en el embarcadero del club en San Isidro, amarradero treinta y ocho, dentro de media hora.

—No vo…

—Dale, Lali. Seré todo un caballero. Déjame que te impresione con mi encanto y mi magnífico físico.

—Está bien. Nos vemos en media hora.

—¿Qué fue eso? —exigió Nicolás cuando ella volvió a guardar su celular.

—Sigo una corazonada. —En un club. Que interesante.

—¿Una corazonada sobre quién? —preguntó con claridad y desaprobación.

—Sobre Daniel Bedoya-Agüero —respondió. Ocultar secretos a Nicolás era contraproducente y potencialmente peligroso; si ella desaparecía, alguien tenía que saber dónde estaba o al menos con quién.

—Vi su foto en el periódico esta mañana —dijo Nicolás, mirando por el parabrisas—. No es nada feo.

—¡Ay, por favor Nicolás!. Son sólo negocios y lo sabes.

—Puede que yo lo sepa, pero no creas que no me di cuenta que hablaste con el acá y no en casa donde está Peter.

—¿Por qué provocar una tormenta cuando lo único que quiero es mirar lo que hay abajo? Ahora, bájate. Tengo que ir al club.

El no se movió.

—No me gusta esto, Lali. Deberías decírselo a Lanzani o a alguien.

—¿Por qué? ¿No tiene importancia?

—Sí que la tiene.

En lo referente a su seguridad, se lo había contado a la persona indicada, pero sabía a qué se refería Nicolás. Para tratarse de un tipo que nunca había estado casado, sabía mucho de relaciones.

—Está bien. Pasaré por la oficina de Dalmau para contarle —decidió. Luego si el abogado le contaba a Peter, al menos ya habría estado en el barco.

—Ok. —Abrió la puerta de nuevo y bajó del Mustang—. Ah, me olvidaba. ¿No vamos a contratar a una recepcionista?

—Creía que tal vez… Sí. Limítate a hacer… lo que haces y yo me encargaré de eso en un par de días. Anoche gané el monto para pagar el alquiler. Tengo que llamar a Lyon y recoger el cheque.

—Todo está bien, siempre y cuando ganemos dinero. Ni siquiera te voy a comentar que diez mil no es más que un sencillo para ti.

—Gracias —dijo con sequedad.

—No dejes que te maten mientras trabajas para el hombre muerto. —Sacudiendo la cabeza y salió del estacionamiento. Lali tomó aire, luego prosiguió, pero cruzó Worth Avenue hasta el edificio de vidrio y cromo donde se encontraba Dalmau, Rivas & Asociados. No le sorprendió que el boy scout ya estuviera trabajando, pero sí que aceptara a verla de inmediato.

—¿Qué hiciste ahora? —preguntó, simulando relajarse tras su escritorio.

—Nada.

—Buenísimo. Es una visita social.

Resultaba tentador discutir con el abogado, pero solamente tenía veinticinco minutos antes de encontrarse con Daniel.

—Voy a dar una vuelta en barco con Daniel Bedoya-Agüero —dijo, cruzando los brazos sobre el pecho—. Te lo cuento por si me pasa algo, así Peter sabrá de donde he desaparecido.

—«En barco con…» —repitió, enderezándose un poco—. ¿Por qué?

—Porque me invitó.

—Eso es una estupi…

—Creo que podría tener algo que ver con la muerte de su padre, o al menos con el robo. Así que habla sobre mí si lo crees necesario, pero sólo quería que alguien en quien Peter confía… alguien en quien yo… confío, lo supiera.

—¡Wow! Eso debe de haberte dolido.

—Cállate, Yale. ¿No tenías trabajo que hacer sobre un contrato para Peter? —Se alejó de la ventana y se dirigió de nuevo hacia la puerta—. La junta directiva viene con anticipación, y esa reunión ahora es el sábado.

—Ya me llamó. No soy yo quien anda distraído —respondió.

—Peter está muy concentrado. Y si no lo estuviera, sería seguramente porque alguien no deja de chismosear sobre dónde y con quién anda su novia cuando investiga un asesinato.—«¡Toma eso!»

—Sólo pienso en lo mejor para Peter.

Ella le sacó la lengua.

—Yo también. —Con eso, regresó nuevamente a la parte principal del estudio y a los ascensores.

De acuerdo, era en el bien de Peter y el suyo en lo que pensaba. Y tal vez, en ocasiones, eran cosas distintas. Pero esa mañana, teniendo en cuenta el poco tiempo con el que contaba para interpretarlo, hacer lo que mejor sabía parecía la forma lógica de actuar. Aun cuando eso incluía a Daniel Bedoya-Agüero y un barco.

Continuará…