Capítulo 55

Hola, holitas!!!! Cómo arrancaron la semana?! Tuve un día movidito por eso sorry por dejarles tan tarde el capítulo de hoy! Gracias por sus palabras, siempre son tan lindas y TAN PERO TAN lo más! Las quiero!!! Besos y nos leemos mañana! :D Que sigan bien la semana y si no ya saben... busquenle el yin-yang (dentro de todo lo malo siempre hay algo bueno, así como en todo lo bueno siempre hay algo malo)! ;)

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Se inclinó para besarla en la mejilla, luego se acomodó de nuevo cuando la ceremonia dio comienzo. Lanzando una mirada alrededor, buscó… algo. Parecía una estupidez que pudiera aparecer alguien y ponerse a bailar tap sobre la tumba de Bedoya-Agüero, pero sabía que era capaz de calar a la gente, y alguien había hecho aquello. Alguien había asesinado a Bartolomé.

Capítulo 55:

Cuando sus ojos llegaron hasta Daniel Bedoya-Agüero, se sorprendió al ver que él la estaba mirando. Parecía cansado, más que su hermana, pero tenía asimismo los ojos secos. Tal vez en la familia no eran propensos a llorar. Él le sostuvo la mirada sin pestañear, y fue Lali la primera en retirarla.

Había visto con anterioridad aquella expresión en los ojos de los hombres, más marcadamente en los de Peter. Daniel estaba interesado. Y eso le recordó algo que prácticamente había olvidado: Pamela. ¿Dónde estaba? ¿Estaba tan obsesionada en parecer disponible y vulnerable ante Peter que había olvidado la oportunidad de cumplir con Daniel?

Entonces divisó a Pame, sentada por la parte delantera pero tan tapada, con un sombrero negro con velo de redecilla, lentes negros y un vestido de diseñador del mismo color, que estaba casi irreconocible. Lali era consciente de que lo compasivo y honorable por su parte sería mantener la boca cerrada sobre la presencia de la ex.

—Pamela está aquí —murmuró, señalando hacia el lugar donde estaba con un solo dedo.

—¿Me pregunto quién la ha invitado? —dijo Peter.

—Éste es hoy el lugar en el que hay que estar. Pero ella está en los asientos buenos.

Comenzaron los testimonios, encabezados por una serie de compañeros de póquer de Bartolomé y de socios del club. Se preguntó por qué no habían realizado la ceremonia en una iglesia, pero los elegantes atuendos y el pelotón de medios de comunicación respondía a eso. Alguien buscaba publicidad, o, al menos, salir en las revistas. Lo que venía a significar que se trataba de algún miembro de la familia, ya que habían sido ellos quienes se encargaron de los preparativos. Por otra parte, a toda la sociedad de Buenos Aires le encantaba la publicidad. Eso no convertía a nadie en un asesino, pero todo tenía su significado.

Finalmente, Laura caminó hacia el frente y habló por unos minutos sobre las contribuciones de su padre a la comunidad, y luego acerca de cómo la había apoyado en su decisión de entrar en el negocio inmobiliario y de lo orgulloso que había estado de sus logros y de los de Daniel, incluido el trofeo que éste había ganado el año anterior. Después del discurso de Laura, el párroco avanzó de nuevo para dar la bendición final. Daniel no pronunció palabra alguna.

Peter se puso de pie cuando los asistentes comenzaron a retirarse.

—Ha sido muy emotivo —dijo, ayudándola a levantarse a su lado.

—Ha sido triste.

Con una leve sonrisa, Peter posó ambas manos sobre sus hombros y la besó en la frente.

—Bartolomé es afortunado por haber hablado contigo aquella noche.

Ella le devolvió el beso pero en los labios.

—¿Por qué lo dices?

—Porque ahora puede estar seguro de que, de una forma u otra, alguien descubrirá lo que pasó. —Cuando Lali se agarró de su brazo, Peter emprendió camino hacia su auto.

—¿Significa esto que ahora estás de mi lado?

—Quiero que quien mató a Bartolomé vaya tras las rejas. Mantengo mi opinión de que la policía puede arreglárselas sin tu ayuda y que resolverán esto antes que tú. Y deseo que limites tu participación a hablar con Franco.

—Franco y yo intercambiamos información. —Sabía por qué Peter había aceptado la apuesta y por qué se mantenía al margen, pero no podía quedarse de brazos cruzados y sin hacer nada. Ella no era así. Y a él le encantaba su particular forma de ser—. Sinceramente, ¿qué dirías si hiciera lo que deseas? ¿Si mantuviera las manos lejos del tarro de galletas? ¿Si nunca volviera a comer una galleta?

—Diría: «Gracias a Dios, puedo dormir un poco mejor porque sé que está a salvo» —respondió sin demora.

—Claro. Y podría usar mí tiempo libre en plancharte las camisas y en aprender a tocar el piano. ¡Sería la alegría de la ciudad! Probablemente tú te jubilarías para no perderte un segundo de mi interesante compañía.

Él la miró fijamente durante un rato largo.

—Creo que deberías intentar llevar una vida normal antes de descartarlo como algo mundano.

«Mundano.» Eso era algo que nunca quería ser. Y era lo que Peter no entendía, que si renunciaba totalmente a su antigua vida, la cambiaría por completo a ella y todo lo que había entre los dos. Simplemente sería otra de las mujeres de su vida, nada especial, nada sorprendente. Mundana.

—No estoy segura de saber qué es normal —dijo, porque él esperaba que respondiera con una evasiva. Era él mismo quien necesitaba imaginarla llevando una vida normal antes de intentar imponérselo.

Se unieron en silencio a la fila de vehículos, conducidos en su mayoría por chóferes, que entraban y salían por las rejas de la residencia Bedoya-Agüero en un círculo interminable.

—No tenemos por qué quedarnos mucho tiempo —dijo ella, tomando aire laboriosamente mientras Peter le daba unas palmaditas en la rodilla. No había nada fuera de lo común. Tan sólo era la vieja y nada mundana Lali—. Solamente quiero dar un vistazo alrededor y ver quién habla con quién.

—Por lo que me contaste el otro día, puede que no seas bienvenida, Lali.

—Lo seré si tú estás aquí.

—Genial. Ahora soy tu salvoconducto para el latrocinio.

Continuará…