Capítulo 41

Hola, hola!!!! ¿Cómo les va? Espero que bien!!!!! Gracias por sus comentarios!!! :D Un beso y subo rapidito! Nos leemos mañana!

Twitter: @Caparatodos

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Claramente, iba a tocarle mantener una pequeña charla con su subconsciente.

Capítulo 41:

Peter prácticamente sufrió un ataque al corazón cuando vio el papel que le había entregado su hermana.

-¿Esa es tu contraseña? Está claro que es lo primero que vamos a tener que arreglar –dijo iniciando la sesión en la computadora. Eugenia le había pedido que pasara por la tienda para ver si podía descubrir por qué había dejado de funcionarle el Internet. Basándose únicamente en el asunto de la contraseña, ya se estaba temiendo con qué iba a encontrarse.

Parada junto a la mesa, a su lado, Eugenia le dirigió una curiosa mirada.

-Es el apellido de soltera de mamá, junto a las fechas de nacimiento de los abuelos. ¿Por qué iba a pensar alguien en esa combinación?

-También podrías haber optado por uno, dos, tres, cuatro –le ofreció-, ya que es evidente que pretendías compartir tu contraseña –Peter le hizo una seña, sermoneándola-. Escucha y aprende: necesitas un mínimo de catorce caracteres. Y se usan letras al azar, no palabras. Un truco: piensa en una frase y emplea la primera letra de cada palabra. Reparte las letras entre la línea superior y la inferior. Luego, escoge dos números que tengan algún significado para ti, nada de fechas, e insértalos en alguna posición entre las letras. Pon un signo de puntuación al principio de la contraseña y otro, como el símbolo del dólar, al final.

-Sí, señor –Eugenia agarró un lapicero y otro papel-. Um… ¿Podrías repetirme todo lo que hay que hacer después de haber mezclado las letras entre la línea superior y la inferior?

Peter le arrancó el lapicero de las manos.

-Ya pensaré algo –dijo, para luego despacharla-. Ahora, vete a vender vino. Te avisaré si necesito a alguien para apretar el botón de encendido –en el último instante, se le ocurrió algo más-. Por cierto, ¿cuándo actualizaste por última vez el base de firmas del router? Ok, me voy a tomar tu expresión como un enorme “nunca”.

Poco después de eso, sonó el celular de Peter y el nombre de Lali apareció en la pantalla. Llevaban toda la tarde jugando al escondite con las llamadas –y no es que le interesara oír esa sexy voz que lo recibía cada vez que le saltaba el buzón.

Se había enterado, a través del comunicado de prensa que había emitido la fiscalía el viernes por la mañana, de que habían admitido la acusación contra Andrés Tejada. Desde entonces, ciertos medios de comunicación habían demostrado interés por el caso, un guardia organizando el asesinato de un recluso era exactamente la clase de escándalo sobre corrupción pública que a los periodistas les gustaba informar. Pero, por suerte, no había sido revelado el nombre de ninguno de los testigos. Y él se sentía más que satisfecho de mantenerse alejado de las miradas, durante tanto tiempo como le fuera posible.

-Felicitaciones, señorita Espósito –dijo apenas contestó el teléfono-. Me enteré de que conseguiste tu acusación. Creo recordar que alguien dijo que me llamaría cuando sucediera.

-Estuve esperando a tener más de dos segundos libres para charlar.

-Hmmm… –Peter se reclinó en la silla, contento de escucharla-. Me siento halagado.

-Porque también necesito pedirte un favor.

Por supuesto.

-¿Sabes, abogada? Creo que esa partida que sigues jugando, la de apelar a los viejos tiempos, ha dejado de funcionar.

-Oh, oh. Tendré que comprobarlo –se produjo una pausa al otro lado de la línea-. No. todavía sirve.

Él contuvo una sonrisa al escucharla.

-¿Qué necesitas?

-Hay unas cuantas preguntas más relacionadas con Tejada que me gustaría hacerte –comentó Lali-. Solo me tomará unos veinte minutos. Treinta, como mucho. ¿Tienes tiempo?

Como si acabaran de avisarle que aquella era su entrada a escena, Eugenia asomó la cabeza por la puerta. Al verlo hablando por teléfono, señaló la computadora y suspiró.

-¿Ya está arreglada?

Peter sacudió la cabeza. No. Ándate.

Esperó a que Eugenia se fuera antes de responderle a Lali.

-En realidad, me agarras algo complicado en la tienda de mi hermana. ¿Puedo llamarte después?

Ella vaciló.

-¿Cuánto crees que te demorarás?

-Puede que una media hora.

-Tengo planes para esta noche. Quería olvidarme del trabajo después de haber hablado contigo. Eres el último punto de mi lista –dijo-. ¿Qué te parece si lo dejamos para mañana?

-Por desgracia, mañana por la mañana viajo y, voy a estar fuera durante una semana –le comentó. Iba a reunirse con tres posibles candidatos a puestos de alto nivel de la empresa que estaba a punto de crear. Después del desastre de Twitter le había costado incluso convencerlos para que hablaran con él.

-Había pensando dar por terminado todo esto en unos días… -reflexionó ella en voz alta-. ¿Qué te parece si te llamo cuando llegue a casa? Vivo en Recoleta así que me tomará máximo media hora llegar.

-Recoleta está cerca de la tienda de mi hermana. “El rincón del vino”, en Av. Callao. ¿Por qué no te das una vuelta, camino a tu casa, y hablamos en persona?

Las palabras se le escaparon antes de que fuera del todo consciente de lo que decía. Y, por lo visto, Lali se sintió tan sorprendida por la oferta como él mismo.

-Yo… Mmm… No había pensado esa posibilidad.

Ni él tampoco. Pero cuanto más pensaba en ello, más le gustaba la idea. Además, sentía curiosidad por saber qué elección de sastre con falda había hecho ese día.

-Bueno, abogada. Pues si quieres hablar conmigo esta semana, yo que tú lo pensaría. Solo tengo este rato libre para las insistentes ayudantes del fiscal.

-De estar de acuerdo con eso solo sería porque, casualmente, llevo un tiempo queriendo visitar la tienda de tu hermana para conocerla –repuso-. He oído que tiene la mejor selección de vinos de la ciudad.

Peter sonrió.

-Sigue intentando convencerte a ti misma, abogada. Tal vez en media hora, cuando llegues, ya te lo creas.

Continuará…