Capítulo 51

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-¿Sabes? Eres un auténtico dolor de cabeza.

Lali se rió al escucharlo y estiró una mano para acariciarle la cara.

-¡Por Dios, Juan Pedro Lanzani! Dices unas cosas tan lindas…

Capítulo 51:

Cuando Lali se despertó y sintió la calidez y la dureza del cuerpo que se encontraba junto a ella pensó, por un segundo, que estaba de regreso en Rosario con Javier.

Pero en cuanto abrió los ojos y se dio cuenta de que la rodeaba -persianas sobre unos ventanales que iban desde el suelo hasta el techo; un suave edredón, color gris topo, y enormes almohadones; televisión de plasma gigante en la pared- recordó de inmediato.

Peter.

Mientras la suave luz de la mañana se filtraba a través de las persianas, la realidad la golpeó.

Se había acostado con un ex–convicto.

Y no con cualquier ex-convicto –se había acostado con el Terrorista de Twitter, uno de los criminales más famosos que habían sido procesados durante los últimos años por la oficina para que ella trabajaba. Un hombre que, el día anterior sin ir más lejos, había sido su testigo.

Esta noche no voy a ser una chica buena.

No había ni que aclarar que lo había cumplido al pie de la letra. Allí tendida, en la cama de Peter, no pudo decir que se sintiese culpable pero quizá sí un poco… abrumada.

Labogada Lali no mezclaba los negocios con el placer. No salía con compañeros de trabajo, no se acostaba con ex-testigos y, sobre todo, no tenía relaciones con un ex-convictos. Tres veces.

Rápidamente, se desplazó a través de sus recuerdos de la noche anterior. Unos recuerdos sumamente eróticos.

Una clara y apasionada imagen le vino a la mente: ella a horcajadas sobre Peter durante la segunda vuelta, recorriéndole los duros músculos del pecho con las manos mientras lo oía murmurar su nombre. Luego, la asaltó otra imagen de los dos en la ducha, con múltiples chorros de agua masajeándole sensualmente la piel mientras Peter, arrodillado delante de ella, la presionaba contra el mármol caliente y la atormentaba con la boca, logrando que sus gemidos resonaran por todo el gigantesco baño.

Lali se detuvo repentinamente, al recordar esa parte.

¡Ay! La ducha.

Su mano voló hasta la maraña de pelos que le caía, enredada, sobre los hombros.

Genial.

Hora de darse a la fuga.

Disimuladamente, miró por encima del hombro a Peter, que dormía de cara a ella, con una mano bajo la almohada. Al observar la visible sombra de barba que le cubría la mandíbula y la ligera hinchazón de sus labios, tuvo que contener el impulso de acurrucarse contra él, deslizar las manos sobre su increíble cuerpo, y despertarlo para una cuarta vuelta. Por desgracia, esa actitud no encajaba en sus planes para: (a) asegurarse de que los encuentros sexuales, por muy espectaculares que fueran, no pasaran de ser una aventura de una sola noche, y (b) largarse más rápido que volando antes de que Peter se diera cuenta que, misteriosamente, le había crecido un bosque en la cabeza.

Lentamente, bajó de la cama completamente desnuda. Localizó su ropa interior en el suelo, a los pies de la cama y se la puso silenciosamente.

Luego, cruzó en puntas de pie la habitación hasta llegar al sillón donde le había hecho su striptease a Peter la noche anterior –todo muy pícaro y divertido pero no tenía tiempo para detenerse a repasar los recuerdos más eróticos de la noche- y agarró su sujetador, zapatos, y vestido. De espaldas a la cama, se apuró en ponerse el sostén y después cayó en la cuenta de que el cierre del vestido podía hacer demasiado ruido y despertar a Peter. Optando por ponerse los zapatos y el vestido en la sala, comenzó a caminar hacia la puerta y…

-¡Ah, muy lindo!.

Lali se detuvo, sosteniendo el vestido contra su pecho, y miró por encima del hombro.

Peter se encontraba en la cama, apoyado sobre un codo, mientras la observaba con expresión divertida.

-¿Huyendo de la escena del crimen, abogada?

Ese hombre podía leer en su interior como si fuera un libro abierto, algunas veces.

-No –dijo a la defensiva. Al menos no por los motivos que él creía.

No tenía ningún problema con el sexo –con ninguno de los tres apasionados rounds. Era su condición de ex-convicto lo que la había alterado un poco.

-Es que tengo que… ocuparme de algo y necesito irme.

Él miró el reloj que había sobre la mesita de noche.

-¿A las siete y media de la mañana de un sábado?

-Es algo que debo hacer a primera hora. Y, obviamente, tengo que pasar antes por casa para bañarme.

-Por supuesto. Deja que te dé un consejo, abogada: haz siempre tus planes de escape la noche anterior.

Claro. Se le había olvidado que estaba tratando con un profesional.

-Lo tendré en cuenta para la próxima vez.

Debido a que ya no era necesario salir en puntitas de pie, se calzó los zapatos y, estaba a punto de ponerse el vestido, cuando notó la forma en que Peter estaba mirando su ropa interior y sus tacos.

Sus ojos brillaban, cálidamente oscurecidos por el paisaje.

-Tal vez deberías quedarte un rato más.

La promesa que asomaba a esos ojos verdes entrecerrados resultó tentadora.

Y entonces, él desvió la mirada hacia el arbusto silvestre que le brotaba de la cabeza.

-Wow. ¿Yo le hice eso a tu pelo?

Continuará…