Capítulo 45

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-Esos testigos son un par de criminales convictos –repuso Contreras-. Uno de ellos espera, sin duda, obtener un trato favorable de la fiscalía a cambio de su testimonio, y el otro es Juan Pedro Lanzani –comenzó a reír con sorna-. ¿En serio piensas que van a creer lo que le diga el Terrorista de Twitter?

Capítulo 45:

-Por supuesto –respondió Lali sin vacilar-. Deja que te explique lo que pensará el jurado cuando suba a Juan Pedro Lanzani al estrado. Verán a un testigo que no actúa guiado por ningún tipo de interés personal, a alguien que simplemente testifica porque es lo correcto. Sí, cometió un error. Pero también tuvo las agallas de declararse culpable y de aceptar la responsabilidad de su delito. Sinceramente, señor Contreras, si su cliente fuera la mitad de hombre que Juan Pedro Lanzani, haría lo mismo.

Tejada saltó automáticamente.

-Ah, así que el Terrorista de Twitter es un héroe y yo soy la escoria de la tierra –hizo una seña en dirección a los papeles que Lali tenía sobre la mesa-. ¿Su expediente explica lo que hizo Darío Bonelli antes de que la policía lo encerrara? Asaltó un banco junto a dos de sus colegas y encañonó con su pistola a una de las cajeras. Créame, su “víctima” no era precisamente un santo.

-Y fue a la cárcel como castigo por sus delitos –respondió Lali-. Igual que irá usted para pagar por los suyos –al verlo abrir la boca, se le anticipó-. Hablemos claro, señor Tejada. Esta no es la primera vez que ha hecho algo así. En otras dos ocasiones organizó ataques contra un interno. La única diferencia es que, en esta, escogió al tipo equivocado para que se encargara del trabajo sucio. Zegarra golpeó a Bonelli hasta matarlo con un candado atado a un cinturón y fue usted quien ayudó a que eso ocurriera –mirando a Contreras, repitió sus condiciones-. Homicidio preterintencional y mantendremos los cargos sobre los derechos civiles. Ese es el mejor, y el único, trato que van a conseguir conmigo.

Las palabras quedaron flotando en el aire.

-Esto no es lo que esperábamos, señorita Espósito –dijo Contreras con frialdad.

-Entiendo –Lali se levantó y recogió sus papeles-. Háganme saber su decisión, una vez que hayas hablado con el señor Tejada. Si no están interesados en mis condiciones, nos prepararemos para ir a juicio. Deduzco que conocen la salida, ¿no es así?

Había recorrido todo el trayecto hasta la zona de recepción cuando oyó que la llamaban.

Al voltearse, vio a Contreras y a Tejada acercándose, camino a los ascensores. Tejada pasó junto a ella sin tomarse la molestia de dedicarle una segunda mirada, mientras que Contreras se detenía apenas lo necesario para hablarle.

-Envíame el acuerdo por e-mail en cuanto esté listo –dijo-. Me pondré en contacto con el secretario del juzgado para que programe el cambio de declaración.

Y eso fue todo.

Lali observó a Contreras y a Tejada mientras se marchaban, pensando que era casi una lástima que se hubieran rendido.

Habría disfrutado darles su merecido ante el tribunal.

El resto de la semana pasó volando, en medio del atiborre de mociones, entrevistas a testigos, y reuniones con diversos agentes.

Antes de que pudiera darse cuenta, había llegado el viernes por la mañana y se encontraba en el tribunal asistiendo a la declaración de culpabilidad de Tejada. Después, se marchó del juzgado satisfecha con la resolución del caso –y, veinte minutos después, incluso se sintió algo más que satisfecha, cuando Emilia pasó a felicitarla.

-Acabo de ver el comunicado de prensa que está preparando Leo sobre la declaración de culpabilidad de Andrés Tejada –indicó Emilia, refiriéndose a Leandro Colmenar, el relacionista público de la fiscalía-. Bien hecho. Con este caso, queda oficialmente demostrado que nuestra labor es actuar contra todo aquel que abuse de las libertades individuales, incluyendo las de los reclusos –sonrió-. Y tenemos que agradecértelo a ti.

Lali desestimó el cumplido con un gesto.

-El Agente Morelli merece tanto crédito como yo.

-El Terrorista de Twitter yendo a nuestro rescate. ¿Quién lo habría imaginado? –comentó Emilia-. Pablo me dijo que Tejada y su abogado se comportaron como un par de idiotas durante las negociaciones.

Lali le había comentado a Pablo sobre el caso durante una de sus escapadas a tomar un café, a media tarde. Rápidamente, se estaba convirtiendo en un amigo en el cual confiar dentro de la oficina. Lo que estaba bien, porque era maravilloso tener un amigo en el grupo de procesos especiales.

-Tendrías que haber visto la hipocresía de Tejada –le dijo a Emilia-. Fue una suerte que lo atrapáramos. De no haber sido por el dato que nos dio el agente encubierto, esto podría haber continuado durante años.

-Sospecho que la actitud de Tejada cambiará en cuanto se encuentre al otro lado de las rejas –repuso Emilia.

-Muy cierto.

Unos cuantos minutos después de que Emilia se marchara, Lali llamó a Cande.

-¿Estás libre esta noche? –le preguntó-. Las bebidas van por mi cuenta que tengo ganas de salir de celebración.

Candela sonó emocionada.

-Ahhh... La noche nos espera. ¿Qué celebramos?

-El final de una larguísima semana de trabajo.

Cande comenzó a reír.

-Eso me suena. Y, ya que lo mencionas, acabo de leer que la apertura de ese nuevo bar, el LightBox, es esta noche. Supuestamente, es el local donde hay que ir este fin de semana. ¿Te provoca ir un rato?

Lali lo consideró.

-¿A la inauguración del nuevo lugar de moda? ¿Crees que logremos entrar?

-Con la ropa adecuada, por supuesto que lo lograremos.

Lali se rió.

-Me encanta tu confianza, Vetrano. Paso a recogerte en un taxi, por tu departamento, a eso de las nueve.

Continuará…