Capítulo 54

Twitter: @Caparatodos

____________________________________________________

-Claro –Lali soltó el aire que había estado conteniendo, alejándose lentamente del abismo y pensando en lo cerca que había estado de saltar en el.

Demasiado cerca.

Capítulo 54:

De camino a casa desde el restaurante, Lali escuchó que su celular estaba sonando. Por un momento, mientras rebuscaba en el interior de su cartera, se preguntó si podría ser Peter para hablarle sobre la columna en la que aparecían. Prácticamente pudo oír su voz grave y provocativa.

Solo llamaba para ver qué tal está mi morocha explosiva favorita, abogada. Y quería saber si esta noche tienes tiempo para una cuarta vuelta.

Lali encontró finalmente su celular.

Ah, su mamá.

-Mamá… Hola –respondió.

-Parece que tenía motivos para prevenirte sobre Juan Pedro Lanzani.

Lali se detuvo en un cruce, poniéndose inmediatamente en estado de alerta. ¿Era posible que su madre se hubiera enterado de algo desde Colonia? Tras considerarlo un instante, optó por hacerse la desentendida.

-No sé a qué te refieres, mamá.

-Estaba leyendo una revista online –dijo María José-. El Terrorista de Twitter vuelve a ser protagonista de la columna de chismes.

-¿Tú lees eso? –preguntó Lali.

-Por supuesto. Si no, ¿cómo se supone que me voy a mantener al día en los chismes mientras paso aquí el invierno?

Y por invierno, se refería también al mes de septiembre.

-No he visto la columna de esta mañana –dijo Lali. Y técnicamente era cierto, solo la había escuchado-. Estuve ocupada. Cande y yo quedamos para almorzar. Me agarras de camino a casa.

-Parece ser que fue visto en una nueva discoteca de moda. Yéndose con una misteriosa morocha explosiva, vestida de rojo. Probablemente alguna buscona a la que conoció anoche –luego, su madre cambió alegremente de tema-. Bueno, ¿y qué hay de ti, chiquita? ¿Hiciste algo divertido anoche?

Sí, cumplía el papel de buscona con Juan Pedro Lanzani.

-No, nada especial. Cande y yo salimos a tomar algo –Lali consideró que sería preferible pasar por alto el resto de los detalles, teniendo en cuenta que su madre acababa de llamarla buscona-. Por cierto, ¿a qué se debe tanta ojeriza hacia Juan Pedro Lanzani? Ni siquiera lo conoces.

-Ya te lo dije. No me gustó la forma en que te miraba en la foto –repuso-. ¿Quién mira de esa forma a una perfecta desconocida, precisamente en un tribunal? Mi estudio solía representar a todas horas a hombres como él. Guapos, ricos, convencidos de ser los dueños del mundo y de estar en su derecho de hacer cualquier cosa.

-No mató a nadie, mamá. Solo cerró Twitter –dijo Lali. Sabía que había sonado un poco a la defensiva pero las palabras de su madre le habían molestado. Ella conocía muy bien al auténtico Juan Pedro Lanzani. El tipo que, a pesar de todo, la había ayudado con el caso Tejada. Sí, tenía sus defectos, pero también su parte buena. Y no se refería solo a a como se veía desnudo.

Rápidamente, cambió de tema, evitando hablar más sobre Juan Pedro Lanzani, la revista, o cualquier otra cosa relacionada con la noche anterior. El mensaje le había llegado alto y claro: ir a casa de Peter había sido una locura. Y Labogada Lali no cometía locuras…

Desde ese preciso instante.

Poco después de llegar a casa, cortó la comunicación con su madre y dejó caer su cartera en el suelo de su dormitorio. Llena por todo lo que había comido y exhausta tras su apasionada noche con Peter, se quitó los zapatos y se metió en la cama para dormir una siesta.

Unas tres horas después, la despertó el teléfono. Lali se incorporó en la cama, medio adormilada y desorientada al observar que había comenzado a oscurecer en el exterior. Tras levantarse, alcanzó la cartera y empezó a refunfuñar mientras buscaba el celular en su interior. Más valía que alguien hubiese muerto –y quería decir literalmente.

Si no se encontraba al otro lado del la línea con algún policía, agente del Servicio Secreto, o con una grave crisis relacionada con algún caso, iban a rodar cabezas.

Al sacar su celular se encontró con un número “privado” en la pantalla.

-Mariana Espósito.- Una voz masculina bastante familiar le respondió.- No puedo creer cuánto me alegro de volver a escucharte.

Lali se dejó caer sobre la cama, incapaz de ocultar la sorpresa.

-Javier.

Lali miró el reloj que había sobre la mesita de noche e hizo los cálculos. Había una diferencia horaria de siete horas entre Roma y Buenos Aires.

-Deben ser más de las dos de la mañana ahí.

-Así es –dijo Javier alegremente-. Acabo de irme de la fiesta de un amigo. Hay una mujer en la oficina de Roma, también una expatriada, que me ha presentado a un montón de gente de por aquí. Estábamos celebrando… bueno, ahora que lo pienso, no tengo ni idea de lo que estábamos celebrando. Es un grupo muy divertido.

-Seguro que sí…

Él continuó hablando.

-El hermano de uno de los chicos tiene un viñedo en la Toscana y nos dejamos caer por allí los fines de semana. Te habría encantado, nena. La casa principal es preciosa. Una villa restaurada del siglo XVIII, que se encuentra situada junto a unas verdes colinas.

Lali parpadeó.

¡Ay, Dios!

Continuará…