Capítulo 48

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-Ah, así que ahora quieres ser agradable –dijo él en tono provocativo.

Lali sonrió y su respuesta fue la misma que diez años atrás.

-Lo estoy pensando.

Capítulo 48:

Si las circunstancias hubiesen sido distintas, y no hubiese existido ninguna clase de obstáculo entre ellos, Peter habría dicho que aquella era la mejor primera cita de su vida.

Tenía a su lado a una mujer inteligente, divertida, y hermosa, con la cual llevaba hablando más de una hora. Cande se había acercado a la barra para conocer a un tipo y, desde entonces, Lali lo había hecho llorar, literalmente, de la risa relatándolo toda clase de anécdotas relacionadas con los casos más memorables que había llevado –incluyendo uno, de su primer año en la fiscalía, sobre un genio que se había metido un secador del pelo bajo la casaca, simulando llevar una pistola, y luego había tratado de atracar un banco con el cable colgándole entre las piernas.

Las copas fluían y el ambiente era perfecto, con la suave luz de la vela que oscilaba ante ellos sobre la mesa y las cortinas de terciopelo resguardándolos casi por completo. Estaban sentados uno junto al otro en el sillón, de tal forma que Peter disfrutaba de una panorámica perfecta de… bueno, de todo. De su sus labios carnosos y exuberantes mientras le contaba anécdotas del tribunal e iba tomando sorbos de vino. De las esbeltas piernas que se extendían cruzadas hacia él. De la cremosa piel de sus hombros la cual Peter quería acariciar con la lengua. Y de ese escote en forma de V… Dios, eso sí que era una tentación irresistible. Siendo veinte centímetros más alto que Lali, disfrutaba de una amplia panorámica desde donde se encontraba, y no podía dejar de pensar en bajarle los tirantes del vestido y llevarse a la boca uno de esos deliciosos pechos.

Y… a juzgar por la expectante pausa que ella había dado, debía de haberle hecho alguna pregunta.

Ups.

Peter reaccionó rápidamente, señalándose un oído.

-Perdón, con toda la bulla que hay no te escuché.

-Oh –Lali se aproximó un poco más, de manera que le rozó accidentalmente un muslo con el suyo.

Mátame lentamente.

-Te preguntaba qué piensas hacer ahora que ya no trabajas para La Corporación Lanzani –dijo-. Tengo la sensación de haber acaparado toda la conversación.

Peter trató de centrarse. Dios, olía tan bien -a algún tipo de perfume cítrico, o tal vez a champú. Deseaba enterrar la cara en maravilloso pelo y descubrirlo.

Concéntrate, Lanzani. Recuerda los “obstáculos”.

-Tengo un par de cosas en perspectiva –dijo vagamente, en respuesta a su pregunta. Todavía no estaba preparado para compartir detalles relacionados con su inminente proyecto. Prefería esperar a que la empresa se consolidara un poco.

Ella arqueó una ceja.

-Cosas legales, espero.

Muy graciosa.

-Sí, cosas legales, abogada. Créeme, no tengo intención de volver a pisar un tribunal bajo ningún concepto –luego rectificó-. Excepto por lo que respecta al caso Tejada, claro.

-Claro –Lali bajó la mirada hacia su copa, como si estuviera evaluando algo. Después, lo observó de reojo con una expresión ligeramente más… interesada-. ¿Por qué enviaste a Nacho a buscarnos?

El momento de la verdad.

Peter podría haber seguido su código de conducta habitual y haber esquivado la pregunta con una broma o comentario sarcástico. Pero algo en el ambiente, en el aspecto de Lali y, lo más importante, en la forma en que lo estaba mirando en aquel preciso instante le hizo decidirse a renunciar a los juegos habituales. Así que, a cambio, optó por sostenerle directamente la mirada.

-Porque hace diez años me acerqué a la chica más guapa del lugar y esta noche seguía siendo la única con la que quería hablar.

Lali abrió los ojos sorprendida, al escucharlo, y él permaneció a la espera de que dijera algo, lo que fuera, que le permitiera determinar si era el único que se sentía de esa forma. Pero, en cambio, ella volvió a centrar la atención en su vino y jugueteó con el pie de la copa.

-Hay algo sobre lo que probablemente deberíamos hablar –le dijo-. Hoy estuve en el juzgado.

En el juzgado. Peter se recostó en su asiento y sacudió la cabeza con incredulidad. Ahí estaba él, arriesgándolo todo, y Lali seguía queriendo hablar de trabajo.

-¿En serio? –inquirió con sequedad.

-Se trata de un asunto bastante rutinario –prosiguió ella-. Pero, como estás relacionado con el caso, he pensado que te interesaría saber que Tejada se ha declarado culpable esta mañana. De homicidio preterintencional y conspiración para violar los derechos civiles de un recluso.

Peter se mantuvo inmóvil.

-¿Qué significa eso?

Las pupilas de Lali brillaron provocativamente.

-¿Homicidio preterintencional? Es un tipo de homicidio donde no hay intención…

Peter apoyó sus dedos sobre los labios de Lali, atajando su descarado comentario.

-¿Qué significa eso? –repitió en voz baja.

Al apartar sus dedos, vio curvarse las comisuras de su boca, formando una sonrisa.

-Significa que ya no eres mi testigo. Habrá un audiencia para que sea dictada la sentencia pero, en general, el caso ha terminado.

Eso fue todo lo que Peter necesitó escuchar.

Suavemente, introdujo los dedos entre su pelo y le acarició el cuello. No más juegos.

-No deberías de habérmelo contado todavía, ¿no?

Ella le sostuvo la mirada sin vacilar.

-No.

Una admisión que hablaba por sí sola. Peter le pasó posesivamente el pulgar por el labio inferior y, cuando por fin habló, su voz sonó como un gruñido suave.

-Vámonos de aquí.

Continuará…