Capítulo 53

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Lali salió del departamento y se dirigió hacia los ascensores. Mientras pulsaba el botón de bajada, oyó a su espalda el suave clic de la cerradura de la puerta.

Capítulo 53:

-¿Y entonces te fuiste?

Lali se encogió de hombros, en respuesta a la pregunta de Cande.

-¿Qué otra cosa se supone que podía hacer?

Habían conseguido una mesa en el exterior de un popular restaurante del barrio, que se encontraba a pocas cuadras de su apartamento. Naturalmente, había llamado a Cande para hablar sobre la escapada sexual.

Lali hecho azúcar a su café mientras Cande tomaba un sorbo de su jugo.

-No es que fuéramos a salir a tomar café y medialunas. Lo de anoche fue divertido pero eso es todo.

Cande arqueó una ceja.

-¿Qué tan divertido?

Lali sonrió maliciosamente.

-Tres rounds de diversión. Incluido uno en la ducha –con desfachatez, dio un mordisco a su tostado sin añadir nada más.

Cande comenzó a reír.

-¡Wow! Está claro que necesito encontrar un ex-convicto. Además, probablemente la cárcel sea el único lugar de la ciudad en el que todavía no he buscado al señor Perfecto –añadió con sequedad.

-¿Qué tal el tipo que conociste anoche en el bar? –preguntó Lali-. Estuviste hablando con él un buen rato.

Cande suspiró.

-Era simpático. Pero no sé… -se encogió de hombros desalentada-. Sigo esperando que llegue ese momento mágico en el que conozca a alguien y sencillamente lo sepa. Supongo que no estoy predestinada –miró a Lali e hizo un gesto para no darle importancia a su último comentario-. Ignórame. Hoy no quiero hablar sobre mi inexistente vida amorosa.

-¿Estás segura? –insistió Lali. En realidad, ella había tenido una idea. Había estado buscando la forma más disimulada de presentarle cierto ayudante del fiscal a Cande, soltero, atractivo, con un aire muy masculino, pero aún no contaba con un plan viable. Tendría que ir con mucho cuidado, ya que Candela odiaba las encerronas.

-Muy segura –dijo Cande con énfasis-. Volvamos a la parte en que saliste como cohete del departamento de un guapísimo ex-convito millonario al que, obviamente, le gustas. Serás bicha –sonrió-. Ups. ¿Lo dije en voz alta?

Lali le quitó importancia a la cuestión.

-Ese guapísimo ex-convicto está perfecto. Créeme, Juan Pedro Lanzani no está deprimido en su departamento por mí. Ese hombre cambia más rápido de mujer que yo de bloc de notas.

-Sí, pero ya oíste lo que dijo su amigo Nacho. Peter sonreía como un idiota después de acompañarte a casa la noche que se conocieron.

Lali se detuvo un instante. En realidad, era una bonita historia. Pero, aún así.

-Eso fue hace diez años, Cande. Han pasado muchas cosas desde entonces. Él ya no es un desconocido estudiante de postgrado, vestido con una camisa y zapatillas –miró a su alrededor y bajó la voz-. Es el Terrorista de Twitter. Y yo soy ayudante en la fiscalía. No podemos dejar que esto pase. Mi oficina procesó a Peter hace apenas seis meses. ¿Sabes lo incómodo que resultaría si alguien en el trabajo descubriera que nos hemos acostado?

-Resultaría extraño. Sin duda –afirmó Cande mostrando su conformidad.

-Exacto. Y no puedo permitir que ocurra. He hecho planes con respecto a este trabajo –quiero involucrarme a fondo y hacerme un nombre. Y no quiero acabar siendo “la chica nueva que se acostó con el Terrorista de Twitter”.

-Oh, oh –Cande hizo una mueca-. Entonces, siento tener que ser yo quien te lo diga pero… Peter y tú aparecen en la columna de sociales de esta mañana.

El corazón de Lali se detuvo.

-¿Qué? No.

-No tu nombre –dijo Cande rápidamente. Cogió su iPhone y buscó la versión digital de la columna de chismentos-. Estuve esperando el momento oportuno para decírtelo, pensando que ibas a traumarte. Supongo que me han fallado los cálculos –luego comenzó a leer en voz alta-. Juan Pedro Lanzani, el Terrorista de Twitter, hijo del empresario Juan Pablo Lanzani, efectuó su regreso a la escena social durante la esperadísima inauguración de LightBox, la discoteca de moda, donde fue visto con una desconocida y explosiva morocha, que llevaba un impresionante vestido rojo. Nuestras fuentes aseguran que la pareja tomó unas cuantas copas antes de abandonar la discoteca, completamente absortos el uno en el otro...

Atónita, Lali guardó silencio por un instante.

Luego, maldijo el vestido rojo del escote mágico.

-La parte positiva es que te han llamado morocha explosiva –dijo Cande.

Y en otras circunstancias, Lali se hubiera divertido descaradamente durante al menos dos o tres minutos. Pero en ese instante estaba demasiado ocupada dejando que cundiera el pánico. Durante el mes de marzo había circulado por todas partes aquella fotografía de Peter y ella en el tribunal. Si alguien la relacionaba con la “explosiva morocha” con quién se le había visto la noche anterior…

Tremendo desastre.

-No han publicado fotos nuestras en la discoteca, ¿no? –preguntó ansiosamente.

-Solo otra de él mirándote las tetas –Cande dejó su teléfono al ver la expresión de Lali-. Estoy bromeando. Respira, La. No pasa nada. Nadie sabrá que eres tú. Buenos Aires es una ciudad bastante grande, con montones de morochas.

-Claro –Lali soltó el aire que había estado conteniendo, alejándose lentamente del abismo y pensando en lo cerca que había estado de saltar en el.

Demasiado cerca.

Continuará…