Capítulo 20

Hola!!!!! ¿Cómo están? Me alegro que les gustara el capítulo de ayer!!!! y ya me di cuenta, sobre todo por Keny, que son Valeter Fans jajaajajajaja me encanata leerlas, me hacen reir mucho! Y cierto que es básico saber primeros auxilios, pero sobre todo mantener la calma ;) Besos y hasta mañana chicuelas!!!

Chari: Ruthy te contestó en el cap anterior! 
Rita: Awwwnnnn felizmente estaban ahí para ayudarlo!

Twitter: @Caparatodos

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—Creo que a Lali y a Peter les gustaría pasar un rato con la pequeña, amor. ¿Por qué no vamos a jugar esa partida de dominó de la que hablamos antes y dejamos que el resto termine de ver el partido? Teresa y la abuela quieren jugar, y a lo mejor Patricia y Clara quieren unírsenos.

Peter le dedicó una mirada de agradecimiento al esposo de María José.

Capítulo 20:

La tarde estaba maravillosa, un poco más cálida que la del día anterior, perfecta para dar un paseo. Concentrada en la tarea de esquivar los desniveles del camino con el cochecito de Valentina, Lali trató de olvidar todo lo ocurrido.

—Es una pena.

—¿Qué? —le preguntó ella, mirándolo momentáneamente.

Él caminaba a su lado con las manos metidas en los bolsillos. Señaló una casa muy grande y antigua situada al otro lado de la calle.

—Esos dos árboles que están en el jardín. Son olmos. Estarán muertos dentro de unos meses.

Lali frunció el ceño y examinó aquellos enormes árboles frondosos. Las hojas que estaban en lo más alto de la copa estaban marchitas, amarillentas.

—¿Es una enfermedad? —le preguntó, recordando haber leído algo sobre un hongo muy agresivo.

—Sí. Es letal para el árbol.

—¿Se puede hacer algo para salvarlos?

—No en esta etapa. Lo único que se puede hacer ahora es decidir cuándo se va a talar el árbol para que no caiga sobre la casa.

—Qué pena. Parecen muy antiguos.

—Son árboles que crecen muy rápido. Es por eso que son los árboles ideales para dar sombra. Desafortunadamente, las variedades más antiguas son muy sensibles a todas las enfermedades que transmiten los escarabajos. O a lo mejor han sido podados con tijeras que no han sido desinfectadas como es debido.

Siguieron caminando. La casa de la abuela quedó atrás. Cuando llegaron a una parte de la vereda bastante irregular, Peter puso las manos sobre la barra del cochecito para ayudar un poco. Una vez que atravesaron dicho tramo, no se alejó, sino que siguió caminando a su lado. Valentina ya se había quedado dormida, con el mono de peluche contra el pecho.

El pacífico vecindario estaba más tranquilo que nunca esa tarde de sábado. Apenas había tráfico en la calle cortada. Lali señaló un precioso jardín de flores situado delante de una casa blanca. La terraza iba alrededor de toda la casa.

—Me encantan esas rosas. Las que son de color amarillo claro con el centro más oscuro. Son tan alegres.

—Son rosas silvestres —comentó Peter con solo mirarlas una vez—. Es una buena elección para gente que no quiere esforzarse mucho con la jardinería. Plantamos muchas variedades de esas flores. Las amarillas son las que más éxito tienen. A mí me gustan más los rosales antiguos, pero requieren bastante trabajo.

—Me gustaría tener un pequeño jardín de rosas, cuando Valentina crezca un poco, y pueda jugar conmigo en el jardín.

Peter asintió.

—Puedes pedirme consejos para saber cuáles son las mejores variedades.

Lali recordó que al día siguiente volverían a ser solo amigos. Y de ese increíble fin de semana solo quedarían algunas anécdotas que contar durante los almuerzos.

—¿Qué tal estuvo tu charla con la abuela? ¿Pudiste hablar con ella?

—Un poco. Me enseñó lo que ha estado haciendo y los ejercicios que le han dado están muy bien. Le di unas cuantas indicaciones, pero no quiero interferir con el método que sigue su terapeuta.

—¿Te hizo alguna pregunta rara? ¿Sobre nosotros?

—No. En realidad, no. Me preguntó acerca de tu trabajo, y yo le hablé de los proyectos que Martín y tú han aceptado últimamente. Creo, aunque con la abuela nunca se sabe, que quedó satisfecha.

—Por lo que he podido ver, es una mujer muy interesante.

—Intimida un poco —confesó Lali—. Siempre ha intimidado bastante. Solía ponerme nerviosa con ella cuando era chica. Ahora ya no.

—No tiene problema en decir lo que piensa, ¿no?

Lali sacudió la cabeza.

—En absoluto. Y no le importa dejar bien claro que no está de acuerdo con algunas de las decisiones que su familia ha tomado en los últimos años.

—¿Cómo crees que reaccionaría si supiera la verdad, sobre nosotros, sobre Valentina?

Lali se mordió el labio inferior y entonces se encogió de hombros.

—Yo también me hice esa pregunta. Se pondría furiosa con mamá. Por supuesto. Se enojaría tanto que las cosas volverían a complicarse entre ellas durante mucho tiempo. No querría provocar una situación así, porque la abuela siente que necesita a mamá y a mi tía para que cuiden de ella, sobre todo ahora que está tan débil. A pesar de tener a una acompañante en casa entre semana, las cosas se le ponen cada vez más complicadas. Dentro de poco ya no podrá vivir sola y va a necesitar a sus hijas y a su hijo… Y en cuanto a cómo reaccionaría si supiera que no estoy casada… No lo sé. Es muy conservadora con ciertas cosas. No tiene problema en quejarse de todos los divorcios que hay en la familia, pero no sé qué pensaría si supiera que me salté el paso del matrimonio.

—Tal vez la estás sobreestimando, ¿no crees? Parece estar muy unida a ti, a su manera.

—Supongo que lo está. Sí. Como te dije, con ella nunca se sabe.

El aire fresco y la agradable conversación aliviaron la tensión que oprimía los hombros de Lali. Sentía que podía respirar profundamente.

—Gracias —le dijo a Peter—. Por el paseo, pero sobre todo por haber cuidado de Valentina. Te hubiera dado las gracias primero, pero tuve que esperar un poco antes de poder hacerlo.

—Estoy disfrutando mucho del paseo, y en cuanto a lo de cuidar de Valentina, simplemente reaccioné más rápido que el resto de la gente. Hice un curso de primeros auxilios no hace mucho y supongo que al final me sirvió para algo. El problema se solucionó en unos segundos, aunque en ese momento pareció una eternidad. Valen está bien.

—Sí. Lo está. Gracias a ti.

Peter le sonrió. Le sostuvo la mirada y puso su mano sobre la de ella encima de la barra del cochecito.

—No hay nada que agradecer.

Lali se dio cuenta de que le costaba mucho alejar la mirada de él, y tampoco era capaz de retirar la mano.

—Muy bien. Tengo algo que confesarte —dijo Peter de repente con una sonrisa triste.

—¿Qué?

—Todo el mundo habla de lo tranquilo que estaba, pero la verdad es que tenía muchísimo miedo. Cuando Valentina comenzó a llorar, casi me puse a llorar con ella. Me sirvió para recordar cuánta responsabilidad conlleva un bebé. Quiero decir que… a los árboles y a las rosas los entiendo muy bien, pero los bebés… Bueno, me aterran.

Lali se convenció de que el corazón no le había dado un vuelco al oír esas palabras. De no haber sido así, habría tenido que reconocer que casi había empezado a creerse esa loca fantasía en la que estaban metidos.

—Creo que es hora de regresar —dijo cuando llegaron a la rotonda situada al final del barrio—. La abuela me dijo que quería hacer unas fotos. Después, podemos irnos.

Peter asintió y la ayudó a darle la vuelta al cochecito.

Muy pronto volverían a la normalidad, a la vida que tanto amaba; su trabajo, su casa, las tardes y los fines de semana con su hija. No podía pedir más.

Continuará…