Capítulo 21

Hola, hola!!!!! ¿Qué tal va el día? Ojalá que todo bien :D Gracias y mil gracias por sus comentarios y sus tws!!! Son GENIALES y me encanta leerlas, me entretienen mucho sus locuras y algunas son tan tiernas que ya me da askdjflaj :$ jajajaja además, me alegro mucho de que les guste la nove!!! Hasta mañana :) Besos

¡Felicitaciones a Lore por el nuevo trabajo! Rómpela ;)

Twitter: @Caparatodos

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Muy pronto volverían a la normalidad, a la vida que tanto amaba; su trabajo, su casa, las tardes y los fines de semana con su hija. No podía pedir más.

Capítulo 21:

Que todo el mundo posara para las fotos era un reto. La abuela quería hacerlas de una forma muy concreta, pero la gente no lograba ponerse de acuerdo. Simplemente eran demasiados. Por suerte, la abuela prefería hacer las fotos afuera y los niños tenían tiempo para correr y jugar en el jardín entre toma y toma. Patricia, sin embargo, no dejaba de decirles a sus hijas que no se ensuciaran la ropa.

La abuela había escrito una lista de las fotos que quería hacer. La primera era una foto con sus tres hijos. Esa era fácil. Después quiso una con sus nietos y finalmente con los más chiquitos. Roberto tomó las fotos rápidamente, antes de que a Lucas se le acabara la paciencia.

Después llegó el turno de las fotos de familia individuales. Estas requirieron tantas tomas que la sesión se hizo interminable.

—Ya basta de fotos —dijo la abuela después de haber revisado todas las tomas en la pantalla de la cámara.

        Lali creyó oír suspiros de alivio.

La anciana se agarró de su andador y se levantó lentamente de la silla. Peter fue a ayudarla al ver que se tambaleaba un poco. Lali los vio entrar a la casa. Majo y Teresa sacaron jarras de jugo y lo que quedaba del postre. Una vez más todo se organizó al estilo bufet. La gente se amontonó alrededor de las mesas, comiendo y tomando.

Mirando el reloj, Lali habló con su madre.

—Peter y yo nos tenemos que ir en un rato, abuela. Nos espera un largo camino.

—¿No se van a quedar todo el fin de semana? Pensé que vendrías con nosotros a misa mañana por la mañana.

—Nos gustaría, abuela, pero de verdad que tenemos que volver a casa. Peter tiene una reunión importante el lunes a primera hora y tiene que prepararla.

La anciana asintió, resignada.

—Quiero que Peter y tú vengan conmigo unos minutos. Trae a Valentina también.

Lali y Peter intercambiaron miradas.

—Claro —dijo Lali, tragando en seco.

Sin decir nada más, la señora dio media vuelta y comenzó a caminar por el pasillo que llevaba al fondo de la casa. Su andador golpeaba el suelo una y otra vez. Lali y Peter fueron detrás de ella.

—¿A dónde vas, mamá? —preguntó Majo, caminando hacia ellos—. ¿Necesitas algo?

—Necesito que te quedes aquí mientras hablo con mi nieta. Intenta no pelearte con tu hermana durante estos minutos.

Lali esbozó una sonrisa disimulada. La abuela los invitó a pasar a su habitación y le pidió a Peter que cerrara la puerta. Abrió un cajón de la cómoda y sacó una cajita pequeña de cartón. Se giró y miró a su nieta.

—Que Peter tenga a Valentina un rato.

—Eh…

Con el corazón desbocado, Lali abrió la cajita. Por alguna extraña razón sabía lo que iba a encontrar allí dentro.

—No puedo aceptarlo, abuela.

—Es el anillo de compromiso que tu abuelo me dio en el 54. Ya no puedo usarlo por la artritis. Quiero que tú lo tengas.

Temblando, Lali cerró la cajita.

—Me dijiste que este anillo sería para quien formara parte de una pareja duradera y feliz. Esa no soy yo, abuela.

—Sé que Peter y tú no son más que recién casados, pero tengo un buen presentimiento —asintió con firmeza.

Lali miró a Peter con desesperación. Él se encogió de hombros. Le estaba dejando la decisión a ella.

—Abuela, hay algo que tengo que decirte. Tal vez deberías sentarte.

Un silencio ensordecedor se apoderó de la habitación cuando Lali dejó de hablar. Estaba sentada en la cama, junto a su abuela. Peter se había sentado en una pequeña silla.

—Lo siento mucho, abuela —le dijo cuando el silencio se hizo insoportable—. De verdad que no intentaba burlarme de ti. Pero quería verte, bueno…

—Y tu mamá te puso en una situación tan difícil que no sabías qué hacer. Te juro que no sé qué hice mal al criar a esa chica. No reconocería lo que es el sentido común aunque le diera una patada en el culo.

—Sé que debes de estar muy enojada con ella, y conmigo, pero espero que puedas perdonarnos a las dos —dijo Lali.

—Ahora que lo pienso, realmente no me mentiste.

—Intenté no hacerlo. Pero por omisión, supongo…

—Durante más de un año, cada vez que te mencionaba, Majo se refería a tu hija y a tu marido. Sin embargo, tengo que decir que no hablaba mucho de ti. Ya conoces a tu madre; ella siempre es más importante que nadie, incluso que sus hijos. Pero todo este tiempo, nos hizo creer que estabas casada. Y después tuvo la poca vergüenza de chantajearte para que siguieras con la farsa.

—No fue chantaje exactamente.

—Manipulación entonces. Si querías ver a tu abuela, tenías que entrar en su juego.

—Bueno, sí, pero…

—Debería haber tenido más mano dura cuando era una niña. La culpa la tiene su padre. La malcrió demasiado.

Lali no supo qué decir.

—Muy bien —la abuela miró a Peter fijamente—. ¿Realmente te llamas Peter?

—Sí, señora. Juan Pedro Lanzani.

—Bien… ¿Y mi nieta y tú son…?

—Amigos —dijo Peter, mirando a Lali con una sonrisa—. Muy buenos amigos.

—Mmm —la señora lo observó durante unos segundos y entonces miró a la pequeña—. ¿No es tu hija?

—Valentina es mi hija —dijo Lali con firmeza—. Su padre era un buen hombre, pero no estaba interesado en formar una familia. Ya no es parte de nuestras vidas.

—No sigas los pasos de tu madre, Lali. Te metiste con un hombre que no se quedó a tu lado, pero espero que hayas aprendido bien la lección.

—La aprendí. Confía en mí.

—¿Y qué me dices de ti, jovencito? ¿Cómo terminaste metido en este lío?

Continuará…