Capítulo 4

Hola, chicas!!!!! ¿Qué tal su día? Espero que todo bien!!!! Gracias por leer, comentar y animarse a leer una nove más :D Gracias por ser TAN GENIAS!!!!!!!! Un beso enorme y mañana nos volvemos a leer!

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Agarró a Peter del polo y lo jaló, acercándolo a ella. Sin darle tiempo a reírse siquiera, lo besó.  

Capítulo 4:

Fuegos artificiales, trompetas, voces angelicales… Todos los clichés se hicieron realidad cuando Peter la rodeó con sus brazos y respondió con entusiasmo a ese beso improvisado. Quería creer que había sido ella quien había interrumpido el beso, pero fue él quien se separó primero. Parpadeó varias veces. Buscó la misma expresión de sorpresa en sus ojos, pero no encontró más que esa sonrisa de siempre.

—¿Y bien? —le preguntó él a los demás—. ¿Hemos pasado el examen?

Candela arqueó una ceja mientras estudiaba la cara de Lali.

—O eres mejor actriz de lo que dices ser, Lali, o Peter es muy bueno besando porque… ¡Wow!.

Lali levantó la barbilla y, haciendo acopio de esa osadía que en tantos líos la había metido en el pasado, agarró a Martín del cuello de su camisa de algodón y le dio otro beso en los labios. Esa vez no hubo fuegos artificiales. Lo alejó rápidamente y se giró hacia los demás con gesto desafiante.

—¿Algún comentario más sobre mis habilidades interpretativas?

Martín se aclaró la garganta.

—Bueno, a lo mejor debería ser yo quien te acompañara este fin de semana —dijo con una sonrisa pícara e intentó agarrarla de nuevo.

Lali lo esquivó y sus amigas no pudieron evitar a reír.

—Demasiado tarde, amigo —dijo Peter—. Ya tengo la maleta en el auto. Y hablando de eso, ¿no deberíamos irnos ya, Lali? ¿Y ustedes no tendrían que volver al trabajo?

Eugenia miró el reloj.

—En realidad, sí. Que lo pasen bien y recuerden que nos tienen que dar todos los detalles.

Candela se volteó para mirar a su hermano.

—¿Quieres poner Valen en su sillita? Así practicas un poco.

Peter levantó ambas manos y retrocedió un poco.

—No. He dicho que Valentina no va a ayudarme con esta apuesta. Ya sabes que los bebés me asustan. Si Lali necesita mi ayuda con algo, solo tiene que pedírmelo, pero Valentina no es una muñeca para practicar.

Lali dio un paso adelante y tomó a su hija en brazos. Dedicándole una sonrisa con huecos entre los dientes, la pequeña pataleó y balbuceó un poco, contenta de ser el centro de atención. Aseguró a la niña en su silla para el auto y le dio ese mono de peluche llamado Risitas que la acompañaba a todos sitios.

—¿Quieres que maneje yo? —le preguntó Peter—. Así puedes cuidar de Valen.

Lali lo pensó un momento y entonces le tiró las llaves.

—Claro. ¿Por qué no? Así haces algo útil.

Peter le guiñó un ojo a Euge.

—Tienes razón. Es una esposa mandona.

Todo el mundo se rio, Lali incluida.

—¡Esperen! —exclamó Candela—. Casi me olvido.

—¿Qué? —preguntó Lali.

Candela se sacó algo del bolsillo. Era una alianza.

—Les traje esto. Creo que tenemos la misma talla aproximadamente y este me queda muy bien. Peter, ¿trajiste el tuyo como te dije?

Peter levantó la mano izquierda y les enseñó la alianza que tenía en el dedo. Lali se llevó una sorpresa. No se había dado cuenta hasta ese momento. Que no hubiera pensado en ese pequeño detalle demostraba que estaba muy poco preparada para embarcarse en semejante aventura.

—¿De quién es ese anillo? —le preguntó a Candela.

—Era de mi abuela. Peter lleva el de mi abuelo. Los heredamos cuando murieron. Anoche me di cuenta de que les harían falta unos anillos para convencer a la familia de que están casados, así que llamé a Peter y le dije que trajera el suyo. Yo te doy el mío.

—No quiero llevar algo tan valioso, Cande. Seguro que tengo algo que puedo usar. Tengo un anillo de plata en algún lado. Creo.

—¿Pero qué le va a pasar porque lo tengas unos días? —preguntó Candela—. Además, es mucho más creíble si los anillos combinan. Ya me lo devuelves cuando regresen. Y voy a querer todos los detalles.

—A lo mejor Peter debería ponértelo —sugirió Martín con otra sonrisa maliciosa.

Preguntándose qué bicho le había picado a ese amigo que siempre había considerado muy serio, Lali frunció el ceño y se puso el anillo rápidamente. Le quedaba un poco apretado, pero era mejor así. No quería arriesgarse a perderlo.

—Ya está. Bueno, será mejor que se vayan a trabajar, chicos. Peter, si vamos a seguir adelante con esto, vámonos de una vez.

Él se rio a carcajadas y abrió la puerta del lado del conductor.

—Sí, amor.

Los otros seguían riéndose cuando Lali subió al auto y se puso el cinturón. Era imposible compartir tanto entusiasmo.

Continuará…