Capítulo 27

Hola, hola!!! ¿Qué tal su día? Ojalá haya sido bueno y dándole dándole! Gracias por sus comentarios!!!! Me encanta que les guste :D Besos y vuelo que no llego a clases!!!

Bienvenida de vuelta Lu! :D

P.D.: Vieron que Lali va a participar en una peli acá en Perú?!!!! Emoción!

Twitter: @Caparatodos

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Después de una parada rápida en su panadería preferida, Lali manejó hasta el edificio de su amiga. El departamento estaba en el tercer y último piso. Sujetando el pan con una mano, y apoyando a Valentina sobre la cadera, tocó la puerta de Candela.

Capítulo 27:

—Hola, Lali.

La joven estuvo a punto de caerse de espaldas. Era Peter.

—Entra —le dijo, sonriendo.

—Hola, Peter.

Valentina sonrió y sacudió su monito de peluche.

—Hola, Valen. ¿Qué tal todo, chiquitina?

La niña balbuceó una respuesta. Peter se rio a carcajadas.

—Sí, muy bien. Lo que tú digas.

Candela apareció en ese momento. Quitándole el pan de las manos, le dio un abrazo a su amiga y un beso a Valentina.

—Estoy ansiosa porque me cuentes todo —le dijo a Lali en un tono bromista—. Peter no quiso decirnos nada. Dice que como es tu familia, tú eres quien decide qué historias se cuentan.

Euge estiró los brazos y Valentina se lanzó a ellos con entusiasmo. Lali dejó el bolso de los pañales en el suelo y fue a saludar a Martín, que se había levantado apenas la vio entrar.

—Peter ni siquiera quiere decirme si gané la apuesta —dijo Martín, quejándose—. No hace más que decirme que es un empate, así que no habrá intercambio de dinero. Pero eso no tiene sentido.

—Es que no quiere aceptar tu dinero —dijo Lali sin mirar a Peter—. Ganó la apuesta, limpiamente. Nadie tuvo motivos para sospechar.

Candela dejó escapar un grito de victoria.

—Te dije que podía hacerlo —dijo, presumiendo ante Martín y Euge—. Peter es muy buen actor.

—No tuve que hacer nada —dijo Peter—. Nadie me preguntó nada. Simplemente pasamos unas horas en la casa de la familia de Lali y nos regresamos. Fue pan comido. No vale la pena pagar cien dólares por eso.

—Muy bien. De acuerdo. Yo invito la comida el miércoles —dijo Martín—. Los invito a todo el mundo.

—Me parece genial —dijo Candela rápidamente, no vaya a ser que cambiara de opinión.

—Trato hecho.

Candela caminó hacia la cocina.

—Muy bien. Voy a meter este pan al horno para que se tueste un poco y después nos cuentan todo mientras comemos.

Lali miró a Peter de reojo. No iban a contarlo todo…

La comida transcurrió entre bromas y anécdotas.

—No fue tan dramático —dijo Peter, cuando Lali les contó que le había salvado la vida a Valentina.

—Mi tío me dijo que Valen se estaba poniendo azul. Si Peter no hubiera estado allí, no sé qué habría pasado.

—Y tú dijiste que no eras bueno con los niños —le dijo Candela a su hermano. Los ojos le brillaban de orgullo.

—Habría reaccionado igual si hubiera sido Lali la que se estaba ahogando. Me enseñaron que el procedimiento es el mismo para adultos y para niños. Simplemente hay que tener un poquito más de cuidado con los niños. Pero, bueno, todos ustedes conocen sobre primeros auxilios, así que eso ya lo saben… Tengo que admitir que reaccioné sin pensar. Pero cuando todo terminó, fui al baño y me eché un poco de agua en la cara —confesó—. No quiero tener que hacer algo así nunca más.

Lali frunció el ceño. Se preguntó si lo decía de verdad.

—¿Entonces ya no vas a ofrecerte de voluntario para niñera? —le preguntó Martín, riéndose.

Peter se rio, miró a Valentina y levantó las dos manos, rindiéndose.

—Ser completamente responsable de ese angelito me da mucho miedo.

Lali mantuvo la vista fija en el plato. Peter no hacía más que recordarle por qué era mejor no hacerse ilusiones.

—Entonces tu tía no resultó ser un hueso tan duro de roer, ¿no? —dijo Euge un momento después.

—Bueno, teniendo en cuenta que lo primero que le dijo a Lali cuando llegamos fue que si se esforzaba un poco, podría perder el peso que le quedaba del embarazo…

—¡No me digas que dijo eso! —exclamó Candela.

—Sí que lo dijo —afirmó Lali, sonriendo.

Todos se rieron suavemente.

—¿Vas a volver a verlos, Lali? —preguntó Euge.

—Creo que voy a esperar a ver cómo reacciona todo el mundo cuando mi madre les cuente la verdad sobre mi relación con Peter.

—¿De verdad crees que va a confesar? —preguntó Martín.

Lali asintió.

—La abuela me dijo que le daría a escoger entre dos opciones. O lo confesaba todo o se arriesgaba a que ella dijera la verdad en el momento menos apropiado.

Candela apoyó la barbilla en la palma de la mano.

—Dijiste que le habías confesado la verdad a tu abuela porque te sentías mal por haberle mentido. Supongo que el tema del anillo no llegó a salir en ningún momento.

Lali y Peter intercambiaron miradas.

—La abuela de Lali está mal de salud —dijo Peter—. No creo que Lali quiera hablar sobre eso ahora mismo.

—Claro… —Candela miró a Lali con ojos culpables—. Lo siento, Lali. No sé en qué estaba pensando.

Por suerte, Valentina la salvó de tener que contestar. De repente arrojó al aire un poco de su comida.

—¡Ah! —exclamó, entusiasmada.

Todo el mundo comenzó a reír.

Lali no se entretuvo mucho tras la cena.

—Tengo que acostar a Valentina —le explicó a su anfitriona—. Te veo mañana en el trabajo, ¿de acuerdo?

—Claro.

—Ah, Cande, casi me olvidaba —sacó la alianza—. Aquí tienes. Muchas gracias..

—De nada —Candela miró hacia el otro lado de la habitación. Peter y Martín estaban enfrascados en una conversación sobre trabajo—. Bueno, Lali… ¿Peter y tú se llevaron bien este fin de semana?

—Ah, no. Ni se te ocurra pensarlo —le advirtió Lali, frunciendo el ceño.

—¿Qué quieres decir? —Candela parpadeó, haciéndose la inocente.

—No trates de hacer de Cupido. Lo digo en serio.

—Por favor, Lali, solo preguntaba. Ya veo que te lo tomaste muy a pecho.

—No sigas por ahí, Cande, ¿dale? No queremos tensiones en nuestro pequeño grupo de almuerzo. Ninguno de nosotros quiere eso.

—No, obvio que no —admitió Candela—. Pero es que hacen una pareja tan linda.

—Y Martín y tú también. ¿Quieres que empiece yo también?

—¿Martín y yo? Eso es una locura. Además, creo que Euge es más su tipo, en el caso de que estuviera interesado en alguna de nosotras, lo cual es poco probable.

—Oye, Lali, ¿necesitas ayuda para guardar todo en el auto? —le dijo Peter desde el otro lado de la habitación.

—No. No hace falta. Gracias. Los veo el miércoles, chicos.

Durante todo el viaje de vuelta, Lali no pudo hacer otra cosa que refunfuñar en contra de Candela. Al llegar a casa, se encontró con un auto viejo, estacionado junto a la vereda. No lo reconocía, pero sí conocía al joven que estaba sentado en su puerta.

Bajó de su auto rápidamente y corrió hacia la casa, sorprendida.

—¡Salvador! ¿Qué estás haciendo aquí?

Continuará…