Capítulo 31

Hola, hola!!!! ¿Cómo les va? Espero que todo bien y hayan tenido un buen domingo, listas para empezar la semana con todo!!!!! A las que empiezan clases, dale dale que le meten, eh! ;) Besos y miles de gracias por leer!!!! Hasta mañana!

P.D.: Les cuento que falta poco para el final… así no las toma por sorpresa ;)

Twitter: @Caparatodos

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Dio media vuelta y entró en la casa sin darle tiempo a decir nada. Cerró la puerta con fuerza. Salvador seguía sentado en el sofá, mirando a la niña.

Capítulo 31:

—Sigue dormida —le dijo a su hermana.

—Gracias por cuidarla. ¿Pudiste hablar con Roberto?

—Sí. Le dije que estoy aquí contigo. Me dijo que se alegraba de que estuviera bien. Quiere que vaya a casa mañana por la tarde y que hable con mamá y con él, pero yo le dije que tenía que pensarlo. Le dije que me iba de casa y él me dijo que me va a acompañar a buscar algún lugar si me parecía bien. Incluso se ofreció a ayudarme con los gastos, pero yo sé que ya tiene bastante con sus propios hijos.

—Creo que las cosas te van a salir bien, Salva. Sé que te va a ir bien en la universidad. No te arrepentirás de ir.

—No me preocupa tanto lo de ir a la universidad. Es que no quería vivir más en casa.

—Sí. Creo que eso lo dejaste bastante claro —dijo Lali, con una sonrisa—. Voy a acostar a Valentina —añadió, yendo hacia la niña—. Después podemos tomarnos unos mates y charlar un rato antes de acostarnos. Me temo que vas a tener que dormir en el sillón.

—No importa. Iré a buscar mis cosas mientras la acuestas.

—Muy bien. Tengo que estar en el trabajo a las siete y media mañana. Valentina y yo nos levantamos temprano.

—Está bien. Yo creo que me iré por la mañana. Si Julián no deja que me quede con él unos días, a lo mejor puedo quedarme en casa de la abuela.

—Vamos a llamar a Julián juntos cuando acueste a Valentina.

Agarró a la pequeña y se dirigió hacia la habitación. Tenía las emociones revueltas y lo único que la tranquilizaba un poco era la sensación de rutina. No podía pensar en Peter en ese momento.

         

         

Peter se llevó una decepción, aunque no una sorpresa, cuando entró en el restaurante y vio una silla vacía. Era el último miércoles de agosto.

—¿Dónde está Lali? —les preguntó a Euge y a Candela en un tono casual.

—Nos dijo que tenía unas cosas que hacer —le explicó Euge—. Y quería pasar por la guardería. Dijo que Valentina estaba un poco remolona esta mañana y quería asegurarse de que no estuviera enfermándose.

Peter deseaba que la niña se encontrara bien, pero no podía evitar preguntarse si no era una excusa para no comer con él. El miércoles anterior le habían dicho que tenía cita en la peluquería, pero el domingo ella no había mencionado nada sobre ir a la peluquería.

No había vuelto a saber nada desde aquel día… ¿Iría el miércoles siguiente? Un par de semanas no era suficiente para hacerlo olvidar… ¿Cuándo se había enamorado de ella? ¿Durante ese fin de semana que habían pasado juntos, o antes?

—Eh, Peter, ¿vas a pedir o…?

La pregunta de Martín lo sacó de sus pensamientos.

—Eh, sí. Pollo kung pao —le dijo al camarero.

—¿Qué te pasa, Peter? —Candela lo miró con ojos de sospecha.

—Es que tengo hambre. Eso es todo. ¿Qué tal el trabajo esta semana? —preguntó, cambiando de tema deliberadamente.

Le dirigió la pregunta a Euge, con la esperanza de darle un giro a la conversación.

—Muy ajetreada —dijo ella y se puso a hablar de todas las cosas que habían pasado desde la última vez que se habían visto.

Peter fingió estar prestando mucha atención, pero no podía dejar de mirar hacia esa silla vacía de vez en cuando. Era consciente de que su hermana lo observaba con atención, pero trataba de evitar su mirada a toda costa.

Trató de mantenerse lo más ocupado posible durante los días siguientes. Se acercaba un día libre y había mucho que hacer antes de ese fin de semana de tres días. El invierno llegaba a su fin y, aunque quedaran unos pocos días, el verano aceleraría mucho el trabajo. El tiempo transcurrió muy rápidamente. Las reuniones se daban una tras otra y el papeleo, los problemas y las decisiones parecían no tener fin. Estaba tan ocupado que apenas tenía tiempo de pensar en Lali. No pensaba en ella más que unas doce veces cada hora…

Era viernes por la tarde. Peter estiró los músculos del cuello. Miró su mail y se encontró con un mensaje de Salvador. La nota era breve. El muchacho decía que le había caído muy bien su compañero de cuarto y que le había ido bien durante la primera semana de clases. También le daba las gracias por la beca.

De repente sonó su teléfono. Aún lo tenía en la mano.

Miró la pantalla. Era su hermana.

—¿Cande? Pensaba que Euge y tú se iban a la casa del lago con sus amigas, a pasar el fin de semana.

—Voy de camino a casa de Euge. Solo quería que fueras a ver a Lali, ¿quieres? Es que no me quiero ir sin saber que está bien.

Peter frunció el ceño.

—¿Qué pasa con Lali? ¿Por qué no iba a estar bien?

—Está enferma. Empezó a sentirse mal ayer en el trabajo y hoy no fue a trabajar. Es la primera vez que falta desde que la conozco. Y como no tiene familia aquí, y Euge y yo nos vamos unos días, solo quiero asegurarme de que tenga a alguien cerca. Sé que tiene otros amigos, pero ya sabes cómo es de terca. Nunca pediría ayuda. A lo mejor podrías pasar por su casa y ver si necesita algo, ¿dale?

—¿Lali está enferma? ¿Y qué pasa con Valentina?

—Valen no se sentía muy bien ayer. Lali tuvo que dejarla con un vecino que la cuida cuando no hay guardería.

—¿La llamaste?

—Claro. Un par de veces. Me aseguró que se siente mejor, pero sonaba muy mal. Yo le dije que podíamos quedarnos si quería, y ayudarla con la niña, pero se negó rotundamente.

—Voy a verla.

—Gracias, Peter.

Continuará…