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—De
nada —dijo meneando la cabeza finalmente. Soltó su rehén y ella se alejó por la
calle sin mirar atrás, satisfecha por la comida, pero no tan contenta como
podría estarlo.
«Es
lindo», pensó antes de borrarlo de sus pensamientos.
Capítulo 34:
El
martes, Lali miró la ensalada que tenía encima de la mesa de su despacho para
comer y pensó: «Tiene que haber algo más que esto». Era por culpa de Peter, había
probado la comida de verdad a mediodía y aquello la había envenenado. Antes de
conocerlo a él jamás había pensado en la comida excepto como algo que ella no
podía permitirse. Antes de que empezara a hacer dieta por el vestido para el
casamiento, la mantequilla no existía en su vida. «Debería tener mantequilla»,
pensó y después se dio cuenta de la locura que decía.
Aunque
sí podría tener pollo al vino.
Hizo
la ensalada a un lado, entró en Internet y buscó «Pollo al vino», porque hacer
una búsqueda de Peter Lanzani no hubiera servido en absoluto para su plan.
«Un
plato muy popular», se dijo al encontrar 48.300 resultados. Incluso a pesar de
la extraña aleatoriedad que demostrarían la mayoría de ellos, eran un montón de
recetas. Había una con alcachofas que le pareció una locura. En otra había que
añadir jugo de limón, algo que no podía irle bien; otra era con pimientos, otra
con cebolla. Resultaba sorprendente la cantidad de formas que había encontrado
la gente para arruinar una receta fácil. Imprimió dos que le parecieron
adecuadas e iba a desconectar cuando, por un impulso inesperado, buscó
«dislexia». Una hora más tarde, apagó la computadora, impresionada por lo que
había conseguido Juan Pedro Lanzani.
Cuando
terminó de trabajar, paró en una tienda de comestibles. Había algo en tener un
plan para cenar, con receta en la mano, que la hacía sentirse mucho menos
hostil hacia la comida. Por supuesto, tendría que adaptar la receta. Ésta pedía
rebozar el pollo con harina, lo que significaba unas calorías de más y también
carbohidratos. Se saltaría el rebozado. Tenía sal y pimienta, y el perejil no
tenía calorías, así que cogió un poco. No tenía ningún problema con las
pechugas de pollo deshuesadas y sin piel, pero ¿y la mantequilla y el aceite de
oliva? «Es para reírse», pensó y cogió uno de cada uno. Los champiñones eran
esencialmente agua, así que podría comerlos. Después venía la sección de
licores, donde encontró el vino. Pagó con sensación triunfal después de haber
atravesado la sección del pan con paso decidido, fue a casa, se puso algo
cómodo, puso a todo volumen el equipo y Elvis comenzó a sonar.
Una
hora más tarde, el disco volvía a empezar y Lali contemplaba el desastre que
había en su única sartén e intentaba averiguar qué había hecho mal. Había
dorado el pollo en su sartén antiadherente y había seguido el resto de
instrucciones, pero se veía horrible y sabía fatal. Dio unos golpecitos con la
espátula en el borde de la cocina y pensó: «Es un hecho, no sé cocinar, pero me
merezco una buena comida», antes de descolgar el teléfono.
—¿Emilio?
¿Haces delivery?
El
seminario se estaba convirtiendo en el mayor desastre que había tenido Lanzani,
Sierra y D’Alessandro, sobre todo porque la idiota que estaba a cargo de las
clases no dejaba de cambiar las especificaciones del seminario.
—Estoy
enviando información al mail. Métanla en algún sitio —les pidió en una de sus
llamadas.
—¿Por
qué no se morirá esa bruja? —dijo Agustín cuando llamó un martes a las cinco
menos diez—. Quedé con María esta noche.
—Yo
me quedo a recibir el fax. Candela lo entenderá —se ofreció Victorio.
—No,
anda. Me quedo yo. No tengo ninguna cita y estoy demasiado cansado para ir a
ningún lado —dijo Peter.
Agustín
y Victorio se fueron, los dos con rumbo a una mujer cariñosa y Peter se quedó a
leer el mail y a comprimir el calendario del seminario una vez más, contento de
no tener que estar en ningún sitio ni tener una mujer que reclamara su atención
y su tiempo. A las siete apagó la computadora aliviado y se dio cuenta de que
tenía mucha hambre.
Ir
donde Emilio le pareció una idea excelente.
—No
me digas —le pidió cuando entró a la cocina por las puertas de vaivén—. Pollo
al vino.
—Ya
comí bastante por una buena temporada —respondió en el momento que sonaba el
teléfono—. Prefiero algo sencillo, spaghetti caprese. Espera, el cuarenta por
ciento de la pasta que se vende son spaghetti. Eso demuestra falta de imaginación,
que sean fettuccini.
Peter
se calló cuando Emilio levantó la mano y contestó el teléfono. Éste escuchó y
luego miró por encima del hombro de Peter.
—Normalmente
no lo hacemos, pero con un cliente especial siempre podemos hacer una
excepción. Pollo al vino, ¿no es así? No, no es ningún problema. Dale una buena
propina al repartidor —colgó y le sonrió a Peter—. Era Lali. Quiere pollo al
vino. ¿Puedes llevárselo tú?
—¿Qué?
—preguntó confundido.
—Sabes
dónde es y seguramente te queda de camino a casa.
—No
está de camino a mi casa ni a la de nadie, excepto a la de Dios, vive en una
pendiente que es casi vertical. ¿Qué te hace pensar que tengo ganas de ir?
—No
sé —contestó encogiéndose de hombros—. Llamó, estabas acá, hacen una buena
pareja y me pareció buena idea. ¿Se pelearon?
—No,
no lo hemos hecho, pero no vamos a volver a vernos porque soy una equivocación
para ella y además está esperando a Elvis. Llámala y dile que el repartidor se
murió.
—Entonces
no podrá cenar, y ya la conoces, es una mujer de buen diente.
Peter
pensó en la cara de Lali cuando comía pollo al vino, igual de deliciosa que
cuando comía churros. Lo que no era ni remotamente tan encantador como la
expresión de su cara cuando la besó...
—Bueno,
lo llevará Bernardo —concluyó Emilio.
—No,
yo lo haré. Y apúrate, ¿dale? Me muero de hambre.
Me encanta como todo los lleva a terminar juntos!! Mas!
ResponderEliminarQue el pedido sea para dos jajajaja ME ENCANTA! Emilio es un GENIO!
ResponderEliminarespero maaas
jajajajajaj Me encanto ya quiero ver la cara de Lali cuando aparezca Peter con el pedido!!
ResponderEliminarEspero el proximo!
Jajaj otrooo :)
ResponderEliminarJajajaja el cambio de opinión de Peter al recordar las caras de Lali al comer!
ResponderEliminarPobre Lali y su fallido intentó de cocinar.
Me encanto, Emilio los une, Peter se reíste y al final desiste jeje
Besos
Amo a Emilio,jajajajajajaja,más directo ,no puede ser ,y encima siempre tiene las palbras justas.
ResponderEliminarComo k Peter iba a dejar ir a Bernardo,ni d coña.
Prefiere subir esa cuestecita ,y sus escalones.
Me da k el mal humor d Lali ,es xk no come nada bien ,y desde k conoció a Peter k se empeña en alimentarla ,y a Emilio k congeniaron tan bien ,y es un genio d la cocina,Lali está con buen apetito,y cambiando su humor,para mejor.
Donde quedó ,no nos vamos a ver d nuevo?.........jajajajajajajaja
++++++
ResponderEliminar@x_ferreyra7
Emilio definitivamente se lleva todos los aplausos!
ResponderEliminarQ tal un del8ivery entregado por Peter?????????
Jajajaja me morí con ..."Llámala y dile que el repartidor se murió" jajajaja Es lo más!
ResponderEliminarQuiero más!
Lore
Los amo! Mas novee
ResponderEliminarP: dile que el repartidor se murio jajajajjajaja :P ya quiero saber que va a pasar!!!!!!!!!!!
ResponderEliminarP.D. No quieres hacer un día de estos un maraton??
Es el destino. . .
ResponderEliminarMe encanta Cami
jajjaja No está de camino a mi casa ni a la de nadie, excepto a la de Dios jajjajaja PETER XD Llámala y dile que el repartidor se murió. jajajajja como me rei XD q buen capitulo,aunq no quieran el destino los une
ResponderEliminar++++++++++
ResponderEliminarEsperando más más más más maratón
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