Capítulo 51

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Colgó, se cambió de ropa y se dirigió hacia el restaurante intentando no pensar en Lali. No funcionó, así que lo cambió por la teoría del caos, de la que tenía un vago recuerdo. El efecto mariposa, de eso se acordaba, el batir de alas de una mariposa en Hong Kong puede causar un huracán en Florida o prevenir un tornado en Tejas diez años después, elige lo que quieras porque es impredecible. Así era Lali, la primera noche le pareció inofensiva, dos semanas después había batido las alas y ahora estaba hecho un lío. Era una mariposa fantasma.

Capítulo 51:

Miró hacia el cine antiguo medio esperando ver a Lali allí, ya que era la primera noche del ciclo de Elvis. Pero no estaba. Lo que tenía sentido, pues los sucesos no se repiten en la teoría del caos. La idea de que se trataba de una ciencia hizo que todo aquello le preocupara mucho menos. No estaba loco, el destino no le acosaba, solamente estaba al borde del caos. Aquello era mucho mejor.

Dobló en la esquina para ir a Emilio intentando recordar qué significaba el «borde del caos». Era algo sobre lanzar una moneda, el momento en el que estaba en el aire tenía relación con lo del borde. El punto en el que el sistema era absolutamente imprevisible, en el que estaba a punto de elegir un camino. O también un montón de arena al que se le iba añadiendo arena grano a grano. El borde del caos era el momento en el que caía el último y el montón se desplazaba o provocaba una avalancha. Peter aminoró el paso al acordarse de un ayudante de investigación que llevaba usaba un sweater azul y ponía los pelos de punta por la absoluta sinceridad con que trataba el tema. Según él, el borde del caos era un momento de turbulencia, de caos mental si el sistema era un ser humano, pero también un momento de gran potencial, posiblemente el lugar en el que empezaba la vida. «El lugar en el que el sistema cae en cascada hacia un nuevo orden y deja de ser y empieza a devenir».

Peter apartó de su mente esos pensamientos y abrió la puerta de Emilio's.

—¡Peter! —oyó a Victorio llamarlo, y se quedó inmóvil, sabiendo antes de darse la vuelta de que Lali estaría allí, extraña atractora, mariposa real, locus del destino. Se dio la vuelta y la vio, sentada en una mesa con el resto del grupo, con aspecto de ángel asombrado, con sus hermosos labios y sus oscuros ojos muy abiertos por la sorpresa, y sintió que le faltaba el aire otra vez, se le encendía la sangre y todo su sistema iba de acá para allá, rebotando bajo su piel, un futuro impredecible en el que todo dependía de su próximo bandazo en el caos.

Lali se mordió el labio y le sonrió con tristeza, sin pensar en nada más. Peter cruzó el salón para ir hacia ella, casi aliviado de que se produjera la avalancha.

Peter cogió una silla de la mesa de al lado y Lali se apartó un poco para hacerle sitio. Vestía una blusa vaporosa, esa vez de piezas con estampados transparentes de diferentes colores. Estaba guapa, sexy y más deseable de lo que podía haber imaginado.

A su lado, Agustín se encogió de hombros y le lanzó una mirada de disculpa.

—Agustín dijo que ibas a trabajar hasta tarde —comentó Lali cuando Peter se sentó.

—Mentí.

Lali se movió un poco más y Peter notó un ligero perfume a lavanda y se sintió mareado.

—Bueno, al menos eres sincero con tu insinceridad.

—Me educaron para ser encantador, no sincero —dijo y se relajó al ver que ella sonreía.

—¿Has visto En el bosque? Es mi musical favorito de Sondheim.

—El mío también —dijo Peter mirándola a la cara—. A Agustín le gusta Sweeney Todd y a Victorio Un domingo en el parque con George, pero...

—¿Lo dices en serio? —preguntó Lali moviendo las pestañas de sus oscuros ojos— ¿Son todos fans de Sondheim?

—En la universidad vivimos con un tipo al que le gustaba el teatro —«qué guapa estás», pensó.

—¿Había un cuarto compañero? —preguntó y después cerró los ojos—. Claro, era Emilio, trabajaban en su restaurante.

—No, era de su abuelo. El suyo lo abrió hace un par de años.

—Y no se come el mundo. Por eso traje a María. Me costó toda la noche convencerla, pero creo que le gusta.

—Buenísimo —dijo Peter que no sabía de qué hablaba ni le importaba. Estaba demasiado bien a su lado como para encima pedirle que le explicara nada.

—María resuelve problemas. Busca negocios que necesitan ayuda y... los ayuda.

—Y se promociona así —dijo Peter sin darle importancia.

—No. Los elige. Hay un montón de sitios que necesitan un empujoncito para seguir funcionando, María consigue un trabajo y se lo da. No es a largo plazo, en cuanto las cosas van bien se va, pero durante el año que permanece es mágica. Algo así como tú con las mujeres.

—¡Hey! —protestó Peter, pero vio que Emilio le hacía señas desde la cocina y se calló—. Ahora vuelvo.

—Ahí afuera hay una mujer, la rubia que está con Agustín —dijo Emilio jalándolo para que entrara—. Acaba de decirme que está pensando en trabajar aquí. ¿Sufre alucinaciones?

—En absoluto. Agustín la conoce mejor que yo, pero si quieres que te dé mi opinión, yo la contrataría. No te va a hacer ningún mal y Lali asegura que es un genio en todo lo que hace.

—¿Y qué hace?

—No estoy seguro —vaciló Peter mirando a través de la ventana redonda para ver a Lali—. Me baso en lo que dice Lali.

—Bueno, confío en ella.

—Yo también —aseguró Peter siguiendo a Emilio hasta la mesa justo a tiempo para escuchar lo que Lali decía.

—Acabo de enterarme de que estos chicos son fans de Sondheim.

—¿Qué? —dijo María mirando a Agustín.

—¿No puedo tener distintas facetas? —quiso saber éste.

—Gracias a Emilio —continuó Lali—. Al que menciono porque quiero oír su voz.

—¿Eh? —protestó éste.

—No te resistas —le pidió Peter sentándose de nuevo al lado de Lali—. Siempre consigue lo que quiere.

—Me gusta la canción Momentos —dijo Lali mirando a Emilio—. O En el bosque, que es muy alegre.

—No, Sweeny Todd —pidió Agustín. Cantó la primera estrofa con un tono increíblemente bajo, Victorio se le unió en la siguiente y cantaron hasta que Emilio se dio por vencido y los ayudó a acabar «the demon barber o I Fleet... Street», mientras Peter observaba cómo sonreía Lali y pensaba: «Bésame».

—Seguramente no es lo mejor que se puede cantar en un restaurante —comentó Peter cuando Lali terminó de aplaudir y Emilio hizo una mueca.

—¿Tú no cantas?

—Sólo en la ducha —contestó imaginándosela en la ducha.

—Cobarde —dijo Agustín rompiendo el encanto—. Claro que sabe cantar, lo que pasa es que tiene miedo.

—Pero tú no —intervino María volviendo a mirar a Agustín—. Tienes múltiples talentos. ¿Cómo no me había dado cuenta?

—¿Qué más sabe hacer? —preguntó Candela y Agustín sonrió.

—Tiene talentos de los que hablaremos más tarde. Emilio, la pasta es excelente. Este sitio debería estar lleno todas las noches.

—Es de lo que te tienes que encargar tú. Sálvalo, lo quiero mucho —le pidió Lali.

—Deja que vea primero la cocina.

Se levantó, pasó al lado de Emilio y empujó las puertas batientes.

—¿Va a...?

—Es la mejor mesera que tendrás jamás y te traerá clientes. Está estudiando la cocina. Si le parece aceptable, se quedará contigo.

Emilio se fue a proteger su cocina y Peter le sirvió más vino a Lali.

—Tómate esto. Quiero hablarte de algo y necesito que estés un poco borracha.

—Suelo perder el encanto —dijo tomando su copa—. Mira, he estado pensando en la bola de nieve, en el cine y en todo lo demás y quiero pedirte perdón por llamarte demonio. Han sido coincidencias.

—No... Agustín cree que se debe a la teoría del caos.

—Y Candela que es un cuento de hadas —dijo tomando un sorbo.

—¿Cuento de hadas? —preguntó Peter, que se había vuelto a perder.

—Ya sabes, eres un príncipe, está predestinado, seremos felices siempre. No te preocupes, para todo lo demás es muy cuerda —aseguró sonriendo—. La cuestión es que si nos atenemos al plan, todo irá bien.

—Muy bien. El plan —miró sus suaves y gruesos labios curvados en aquella reconfortante sonrisa y empezó a sentir vértigo una vez más. «Bésame», pensó—. Creo que deberíamos empezar a salir. ¿Quieres ir al cine?

Continuará…