Capítulo 41

Hola, hola!!!! ¿Cómo les fue? ¿Qué tal estuvo el día por sus lares? Espero que bien y que, en medio de todo, bueno o malo, haya sido productivo y sirviera para aprender algo! Gracias por sus comentarios, gracias por leer!!!!! Besos y hasta mañana!!!

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—El no hizo la apuesta —intervino Sonia—. De hecho...

Peter sacó un billete de diez del bolsillo y lo dejó encima de los de Sonia.

—La veo —aceptó, y se inclinó sobre Lali.

Capítulo 41:

—Ya, que es inocente... —empezó a decir Lali, pero se calló en el momento en el que Peter se le acercaba, dándole tiempo más que suficiente para que retirara la cara.

Abrió más los ojos, sus labios se separaron y exclamó «¡Oh!» antes de que él la besara suavemente, deseando recordar cada segundo en esta ocasión la forma en que sentía y sabía, dulce y suave. Sintió que aspiraba su aliento, le devolvía el beso y se lo daba todo otra vez. La voz en el interior de su cabeza dijo: «ES ELLA» y Peter se olvidó de sus buenas intenciones y le acunó la cara entre las manos, y se perdió en ella.

Cuando dejó de besarla Lali tenía los ojos medio cerrados y las mejillas ardiendo.

—¿Ganaste? —preguntó sin aliento.

—Sí —contestó antes de volver a besarla con más fuerza aquella vez y notando que su mano se aferraba a su camisa. Entonces, algo lo golpeó en la nuca e hizo que chocaran sus cabezas. Lali retrocedió y exclamó: «¡Ay! ».

—¡Mierda! —gritó Peter dándose la vuelta para encontrarse con María—. ¡Deja de pegarme!

—Lo haré cuando tú pares.

—No pasa nada —intervino Lali un poco aturdida todavía—. Era solamente una apuesta.

—¡Nada de eso! —exclamó María.

—Mira, Lali sabe cuidarse sólita.

—Ajám… ahora dime que la conoces, que te preocupas por ella y que la vas a amar hasta el fin de tus días.

—¿Qué te pasa? La besé. Son cosas que pasan.

—Y por una vez en la vida me alegro mucho de que lo hayas hecho —dijo Sonia cogiendo la plata de la barra.

—Pensé que habías ganado tú —le dijo Lali a Peter con mirada ardiente y respiración agitada.

—Y lo hice. Lo que perdí es la apuesta —dijo separándose de ella.

—Dale, Estadísticas —la apuró María jalándola del brazo.

—Veamos —dijo Lali meneando la cabeza como para despejarla—. ¿Lo ha visto alguien?

—Todo el bar ha levantado los carteles con las puntuaciones. Ha sido como en los juegos olímpicos.

—¿Y cómo quedamos? —preguntó Peter cantarín al tiempo que se tranquilizaba.

—El juez ruso cree que tienen que mejorar. Los abucheó —dijo María.

—Bueno, los rusos siempre son muy duros. ¿Puedes soltarla, por favor?

—No —dijo María jalando otra vez el brazo de Lali.

—Tengo que volver —le dijo Lali—. Hay que seguir con el plan.

—¿Qué plan?

—El de no salir. Darnos un respiro. Los dos. ¿No te acuerdas?

—Es verdad —reconoció mientras pensaba: «¿Por qué creí que sería una buena idea?»—. El plan, esperar a Elvis. Buenísimo —dijo levantando el vaso de whisky—. Por el plan.

—Sí, que seas feliz —se despidió Lali cogiendo la bandeja con las copas para seguir a María.

—Así que la rubia te odia —comentó Sonia.

—Se llama María y no le hice nada.

—Creo que es por lo que pretendes hacérselo a su amiga. De todas formas, ha reaccionado exageradamente. ¿Hay algo que no me hayas contado?

—¿Como qué? Esta vez soy inocente —declaró aunque en su interior pensó: «No, no lo soy».

—No te creo. He visto cómo la besabas y tienes razón. Juega en tu equipo.

—Ya no —dijo Peter tocándose la nuca—. Tenemos un plan, no salir. Voy a acabarme esto y me iré a casa a tomar una aspirina.

—No te servirá de nada. Prueba con una ducha fría.

—Me alegro de comprobar que has recuperado tu sentido del humor —dijo Peter antes de dirigirse a su departamento en busca de paz y analgésicos.

Esa semana Lali empezó a filtrar sus llamadas para evitar a Benjamín, que mostraba una imperiosa necesidad de hablar con ella, aunque con Peter no necesitó filtrar nada pues se mantenía irritantemente silencioso. Evitar las llamadas de alguien que no mostraba la decencia de descolgar el teléfono resultaba muy frustrante. Incluso la cena de los deseos acabó siendo muy molesta porque María les contó que había conocido a la ex novia de Peter.

—Melisa dice que es buen tipo. Simplemente está bloqueado por una especie de patología que lo obliga a conseguir que las mujeres lo amen para luego abandonarlas. De niño le dieron un cariño con reservas y ahora busca el amor desesperadamente.

—A mí no me parece desesperado —comentó Lali.

—A mí tampoco. Me parece que su ex está exagerando—intervino Candela meneando la cabeza.

—Es psicóloga. Ya saben cómo son. Pero eso explica por qué ha ido dejando semejante colección de corazones rotos y seguir siendo el tipo que conocemos. Tengo mis sospechas acerca de él, aunque no creo que sea malo. No creo que disfrute abandonándolas —dijo mirando a Lali—. Me contó que una de las cosas que hará será descubrir qué necesitas y dártelo. Le hablé de tus bolas de nieve y aseguró que ya puedes prepararte para las que te envíe.

—Bueno, hasta ahora solo trajo un gato —confesó Lali, y María dejó el tenedor en la mesa.

—¿Un gato? Debe de estar perdiendo su don. Tendría que haber sido una bola de nieve. ¿Dónde está el gato?

—En mi cuarto.

María se levantó para ir a verlo.

—Ese gato parece venir del mismo infierno. ¿En qué estaría pensando?

—Me trajo comida de lo de Emilio y debió seguirlo. Entonces fue cuando vio las bolas de nieve—dijo Lali encogiéndose de hombros pues no quería discutir.

—¿Y?

—Y me dijo que colecciono parejas. Algo que no me había dado cuenta, pero tiene razón.

María abrió la boca para protestar, pero se levantó y fue a mirar la repisa de la chimenea.

—¡Dios santísimo! ¡Son todas parejas excepto la mía! A no ser que el Capitán Hook esté saliendo con la Bruja Maléfica a escondidas. ¿Cómo no me había dado cuenta?

—Mejor aún, ¿cómo se ha dado cuenta él? —dijo Candela.

Continuará…