Hola, hola!!!! ¿Cómo les va? ¿Qué tal estuvo su día?
Ojalá que bien y, que de no haber sido así, hayan tenido las herramientas,
fuerzas y compañía para superarlo. Gracias por leer, por su tiempo y sus
locuras!!! Hasta mañana! Besos y capítulo larguito :D
Twitter:
@Caparatodos
____________________________________________________
—Gracias.
—Pero
es un hombre maravilloso.
—Todo
el mundo lo dice, pero me cuesta creerlo.
Capítulo 49:
A
las siete, Peter decidió que si miraba un minuto más el programa del seminario
empezaría a darse cabezazos contra la mesa y ya había tenido suficientes
heridas craneales ese mes. Por otro lado, si iba a buscar a Lali a Azaroso sólo
lograría que lo llamara demonio otra vez. O, si estaba de buen humor, idiota.
Se levantó, se estiró y después se dirigió a casa, aminorando el paso delante
del cine antiguo. Era la última semana del ci-clo dedicado a John Carpenter y
había poca cola para ver Golpe en la pequeña China.
«Kurt
Russell le das su mereciado a los malos —pensó—. No he vuelto a verla desde que
era niño». La última persona de la cola abandonó la boletería, fue allí y
compró una entrada. Aquello era mejor que pasar la noche solo, concentrado en
no pensar en... nadie.
Al
entrar había un trailer que anunciaba un ciclo de Elvis Presley y se acordó de
Lali. «Olvídala», se dijo antes de acomodarse en unos asientos hacia el centro,
rodeado de butacas vacías. Sin embargo, a los pocos minutos de película, cuando
Kurt empezó a decir tonterías en su camión, aparecieron cinco miembros de una
misma familia y le pidieron que se moviera. La persona que tenía a la derecha
en su nuevo lugar estaba en silencio, así que se recostó y se perdió en la
película, relajado por primera vez desde la noche anterior.
Cuando
se encendieron las luces, se levantó al mismo tiempo que la mujer que tenía al
lado —baja estatura, pelo castaño— y que se había agachado para recoger su saco
gris a cuadros.
Se
miraron un largo y atónito momento. Después, la mujer salió del cine y él la
siguió. Cuando estaban afuera, ella se volteó.
—¿Qué
probabilidades había? —preguntó Peter.
—No
sé ni cómo calcularlas —contestó Lali comenzando a caminar. Peter se puso a su
lado porque no eran horas para que caminara sola.
«Una
coincidencia —pensó Peter—, sucede a todas horas. No pasa nada. No significa
nada.»
Cuando
llegaron a su departamento, Lali subió la primera sin discutir quién iba el
primero y, por primera vez, estaba demasiado desconcertada como para pensar en
su trasero.
—Gracias
por acompañarme —dijo en la puerta.
—De
nada.
Se
miraron un largo momento, Peter notó que le faltaba el aliento, que se perdía
en sus ojos y pensó: «No, tú no». Lali meneó la cabeza y cerró la puerta, y
Peter bajó los cincuenta y ocho escalones sin saber a ciencia cierta si
alegrase o no.
Cuando
llegó a la calle se detuvo y miró hacia la ventana que en su dormitorio. El
gato se recortaba a la luz de una lámpara y lo observaba, seguramente con un
ojo cerrado. Se imaginó a Lali sentada en el edredón de satén, echada sobre
almohadas bordadas que olían a lavanda, con sus rizos con puntas rubias contra
el satén azul y se colocó mentalmente a su lado, atrayéndola, envuelto en sus
brazos y notando sus curvas contra su cuerpo. Imaginó que se apoderaba de su
lujuriosa boca, la turgencia de sus pechos en sus manos, su cadera alzándose
sobre él, apretándose contra su suavidad, temblando en su cálida humedad,
oyéndola gemir y gozar mientras se movía, y se dio cuenta de que la deseaba más
de lo que jamás había deseado a nada ni a nadie.
La
luz se apagó en el dormitorio, el hechizo se deshizo y Peter cerró los ojos
ante el oscuro y frío sobresalto que le proporcionó volver a la realidad.
Después se dio la vuelta y volvió a la calle principal, a las luces y el ruido,
a un sitio seguro.
El
jueves, cuando María fue al departamento de Lali para la cena de los deseos,
Candela abrió la puerta con cara recelosa. Cuando María levantó una ceja como
para decir «¿Qué pasa?», Candela meneó la cabeza y dio un paso atrás para
dejarla pasar.
—Hola
—la saludó Lali suavemente y María pensó: «El idiota de Peter».
—¿Qué
te hizo?
—Nada.
Siéntate. Preparé una ensalada enorme y me muero de hambre. Vamos a cenar.
—¿Todavía
tienes el gato? —preguntó al verlo sobre el sillón.
—Me
encanta. Siempre está cuando lo necesito, me toca con su patita cuando estoy
deprimida, me da calor por la noche y tiene una hermosa voz. Creo que es la
reencarnación de Elvis.
—Se
acabó la larga espera —dijo María mientras pensaba: «El muy idiota le dio algo
que ni siquiera sabía que necesitaba». Tras diez minutos de pan, ensalada y
conversación forzada sobre el animal, María ya no podía más—. Ayer hablé con
Melisa y me dijo que Peter intentaría...
—A
mí me cae bien —la interrumpió Candela.
—¿Qué?
—Que
me cae bien.
—Eso
no quiere decir que la animes a...
—No
importa —dijo Lali y las dos se volvieron para mirarla—. Estoy intentando
alejarme de él, pero no funciona. ¿Se acuerdan de la bola de nieve que había
perdido? Bueno, la encontró. Vino el martes, fue directamente al sótano y cogió
la caja en la que estaba.
—Pura
suerte—opinó María.
—Y
anoche decidí ir al cine. ¿A que no saben quién estaba a mi costado cuando se
encendieron las luces?
—Eso
sí que pone los pelos de punta. Te está acosando —dijo María.
—No.
Agarré el periódico y se cayó la hoja con la programación de los cines. Vi que
volvían a pasar Golpe en la pequeña China y pensé: «Bueno, Kurt Russell mata a
los malos». Fue un impulso. No se lo dije a nadie, ni siquiera al gato. Y allí
estaba. Es como mágico.
—Es
como si fuera el diablo —comentó María.
—Es
como si fuera el príncipe —añadió Candela. María y Lali la miraron—. En el
cuento. Tiene que ir en detrás de algo para conseguirte. Y la bola de nieve era
una de esas cosas.
—Cande,
amiga —protestó Lali agotada por su estupidez—. Juguemos a los deseos. Si fuera
una persona sensata no me sorprendería nada de esto. Así que voy a ser sensata
y no sorprenderme. ¿Cuál es tu deseo, María?
—Si
me entero de que Peter Lanzani te está acosando le arrancaré las extremidades
una a una. ¿Candela?
—Si
se ponen tontas tendré que buscarme otras amigas —dijo ésta mirando con el ceño
fruncido a Lali—. Te está ganando. Como en el cuento de hadas. Dijiste que su
beso te despertó.
—Dije
que su beso me excitó, que no es lo mismo. No me parece mal utilizar el cuento
como metáfora, pero esto es la vida real. No hay príncipe ni madrastra ni
manzana envenenada.
—Y
si sigues pensando así, no habrá final feliz. El verdadero amor te está
haciendo señales para que le prestes atención y tú lo rechazas porque no
quieres creer en él. Tienes el cuento de hadas delante de las narices —dijo
Candela.
—Un
momento —les pidió María intentando evitar el desastre.
—Y
tú eres la peor—la acusó Candela volteándose a mirarla—. Lali no cree en el
amor para ella, pero tú no crees en él para nadie. Eres una escéptica del amor.
—Una
escéptica del amor, me gusta —comentó María.
—Bueno,
pues yo sí creo en el amor. Eso pienso. En lo que no creo es en los cuentos de
hadas —intervino Lali.
—Toda
mi vida he sabido que tarde o temprano aparecería mi príncipe —le dijo
Candela—. ¿Cuántas veces me has dicho que todo el mundo tiene rachas de suerte
en los negocios, pero que no todos están preparados para ellas? Bueno, pues eso
puede aplicarse también al amor. He estado planeando mi casamiento toda mi vida
porque soy lo suficientemente inteligente como para saber que es la decisión
más importante que tendré que tomar y ahora apareció Victorio y estoy
dispuesta. Y ustedes dos se lo van a perder cuando llegue porque no quieren
creer en él, porque si no fuera verdad se sentirían defraudadas.
—Por
favor... —exclamó María poniendo cara de circunstancias.
—Habían
decidido sentirse defraudadas, se molestaría que sucediera lo contrario, su
interpretación del mundo depende de lo que les defraudan de los hombres. Eso es
cobardía. Sobre todo tú —dijo mirando a Lali—. Tienes a Peter delante, que te
quiere tanto que no puede pensar con claridad, el destino te envía mensajes que
hasta yo soy capaz de ver y te aferras a esa apuesta como si fuera una coraza.
Ni siquiera le preguntaste por ella, ¿no?
—¿Qué
quieres que diga? Sí, la hice, pero soy tu príncipe y te quiero de verdad. ¿Nos
vamos a la cama?
—Normalmente
no eres tan torpe, así que imagino que se debe al miedo. ¿Y si fuera real? ¿Y
si fuera tu final feliz y te quisiera tanto que fuera para siempre? ¿Qué
harías? —Lali meneó la cabeza—. No lo sabes. No te lo has planteado nunca. Has
pensado en todo, menos en eso. Eres un caso perdido —Candela fue a la cocina a
dejar su plato y volvió para meter la silla debajo de la mesa—. Nos vemos
mañana en Azaroso. Veré a Victorio y me acordaré de por qué creo.
—Espera,
Can —le pidió Lali, pero ésta ya estaba en la puerta.
Cuando
la cerró de un portazo, Lali se sentó frente a María.
—Bueno,
al menos nosotras somos sensatas.
—Sí
—dijo María—. ¿A ti te funciona?
—No
muy bien. ¿Trajiste postre?
—Helados
de frambuesa.
—Sírveme
un poco. Ya seré sensata mañana.
me gusta el pensamiento de cande
ResponderEliminarmery se esta dejando llevar mucho por melisa
y en cuanto a lali ella tiene miedo y a su vez se esta dejando llevar por lo que dicen las chicas
besos
CUAL ES EL NOMBRE Y AUTOR DE LA NOVELA? TE LO AGRADECERIA.
ResponderEliminarApuesta Peligrosa ;)
EliminarMaass
ResponderEliminarOMG ambos no dejan de pensar en el otro y pues están ebamorados no podrán soportarlo más quiero que se encuentren y hablen caray o mejor que chapen jaja
ResponderEliminarRuthy
Maas nove
ResponderEliminarCuanta razón tiene cande! Más!
ResponderEliminar+++++++++++++
ResponderEliminar@x_ferreyra7
Bravo por Candela, alguien qur le habla a las dos con claridad :):)
ResponderEliminarÓle por Cande, por fin una persona que ve las cosas de distinta forma, ahora sólo falta que Lali recapacite con lo que le ha dicho Cande y se olvide de la tonta de Mery por dios. . .
ResponderEliminarMuy sensata Cande.
ResponderEliminarSi k hay príncipe,Peter.
Madrastra,Melisa.
La manzana María.
El destino los une cada vez más.
Jajjajajajaja,y volvió a subir los escalones
Otroooooooooo :D
ResponderEliminarBien hecho Cande :3 Lali ya de una vez ve las señales. Sube prontooooo
ResponderEliminar