Capítulo 14

Hola!!! Qué tal las trató el día?! Ojalá que todo bien, pero si no fue así espero que mejore con el pasar de los días! Recuerden que aunque en el momento no lo podamos ver, en la vida, todo tiene una razón de ser… ;) Un beso para todas y nos leemos mañana!

Chari: Ahí está mejor?! Jajaajaja estos días estuve un poco complicada + el hecho que tengo que dejar listos 12 cap para cuando no esté… no es muy buena ecuación! :P Pero intentaré hacerlos más largos!

Rita: Leí lo que te pasó… no tengo palabras solo desearte mucha fuerza y pedirte que no te caigas… ni por ti, ni por el hombre que tienes al lado ni por esa familia que tanto anhelas! Sabes que de este lado cuentas conmigo y con muchas chicas que te tienen cariño y quieren ver bien! Beso enorme y NO TE RINDAS Rita!!!

Twitter: @Caparatodos

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—¿Te importó mucho? —preguntó.

Capítulo 14:

—¿Por qué habría tenido que importarme? —respondió ella, encogiéndose de hombros—. Era necesario que me encargue de la tienda.

—¿Me equivoco al creer que las cosas no le fueron bien a Patricio en la escuela militar?

—No pasó al ejército. La estricta disciplina militar era más de lo que él pensaba y regresó apenas se graduó.

—¿Sigues pintando? —inquirió él, aunque sabía que la respuesta iba a ser negativa.

Lali había estado esperando aquella pregunta. ¿Cómo habría podido olvidarse de hacerla? Hacía mucho tiempo que sus cuadros y sus sueños estaban guardados en un depósito de su casa.

—No. Pero hablemos de ti. Cuéntame cómo te convertiste en escritor.

Aunque Peter se había dado cuenta de que el tema de la pintura era una herida abierta para ella, decidió no presionarla. Se sirvió un poco de vino antes de contestar.

—No hay mucho que contar. Después de irme de aquí, me dirigí hacia capital y trabajé en la construcción. No había mucho más donde poder elegir sin el diploma de graduación. Trabajé muy duro, pero mi mente se aburría. Empecé a leer en mi tiempo libre. Leí mucho robándole horas al sueño. Entonces, una noche tomé unas hojas y comencé a escribir. No pasó mucho tiempo antes de que llenara el cuarto donde vivía con mis escritos.

—¿Y qué pasó entonces?

Lali, más que ninguna otra persona, sentía en su propia carne el proceso creativo de Peter. Él se tomó su tiempo para responder. No veía razón para contarle su historia. Pero Lali lo miraba con sus ojos violetas muy abiertos y los labios húmedos y expectantes. Sintió el impulso desesperado de besarla a pesar de que sabía de sobra la clase de mujer que era. Decidió terminar su historia.

—Nunca pensé que mis escritos fueran a ser publicados, pero una amiga mía se quedó a dormir una noche y leyó algo. Conocía a un editor y me animó a que se lo mandara. Al poco tiempo me enteré que había sido publicado por una editorial pequeña.

Era la versión abreviada de lo sucedido. Había abandonado Arcadia con la confianza en sí mismo bastante maltratada. Tal vez nunca hubiera llegado a ningún sitio de no ser por la mujer que acababa de mencionar. Había conocido a Karina Málaga en Buenos Aires. Ella era todo lo que cualquier otro hombre podría haber soñado, una persona inteligente, atractiva, divertida y cariñosa. Pero Peter no podía haber amado a nadie más que a Lali. Karina se dio cuenta de que no tenía la menor oportunidad desde el principio, aunque eso no había impedido que lo animara y lo convenciera para mudarse a Buenos Aires por las ventajas que representaba para su carrera.

—¿Y subiste por ti mismo hasta la cima?

A Lali le habría gustado saber qué clase de relación lo había unido con aquella mujer. A pesar de los años transcurridos, todavía le dolía imaginárselo en los brazos de otra.

—Casi, casi —la corrigió él, sintiendo el orgullo de quien ha dejado atrás los malos tiempos—. Desde hace algunos pocos años, mis novelas han tenido un relativo éxito. Hay un editor de los importantes que está interesado en lo próximo que escriba. Pero tengo que escribirlo. No es nada que se haga en un abrir y cerrar de ojos. Tengo que trabajar y después hará falta que le guste.

Lali lo miró como si lo viera por primera vez desde que había vuelto a Arcadia y Peter se detuvo pensando que había hablado demasiado. De repente, Lali evaluaba los cambios que se habían producido en él. La piel y el pelo eran los mismos, pero todo lo demás era diferente. Su pecho se había ensanchado, su cuerpo era más marcado y la línea de su mandíbula más perfilada. Peter había dejado de ser el chico flaco que ella había conocido para convertirse en un hombre.

—Has cambiado.

—Haces que suene como si fuera algo malo. Si no mal no recuerdo, yo era un sinvergüenza que sólo pensaba en divertirse. Ahora soy un profesional respetado que no hace nada más peligroso que manejar demasiado rápido o intentar estacionar sin pagar el parquímetro.

Lali estuvo a punto de protestar. Ella siempre le había considerado algo más que un simple gamberro. Lo recordaba como un muchacho lleno de contagioso buen humor. Nunca se había sentido más viva que cuando estaba a su lado. Al final, se limitó a encogerse de hombros.

—No lo decía como algo despectivo. Sólo me refería a que nunca pensé que acabarías siendo escritor.

—Pero te lo hace un poco más fácil, ¿no es verdad? —dijo él, dejando escapar toda la amargura que había estado conteniendo.

—No entiendo qué me quieres decir —dijo ella, pensando que no le gustaba el brillo que había aparecido en sus ojos.

—Hablo de ti y de mí. De aquí y de ahora. Incluso tu padre no se hubiera opuesto a que cenaras con un escritor de prestigio —articuló Peter, sintiendo que podía llegar a odiarla.

Lali advirtió el dolor que se escondía tras su agresividad y sintió que su corazón se rompía. Quería decirle que nunca se había avergonzado de él, que sólo había sido una adolescente tonta que le tenía un miedo paralizante a su padre.

—Te ha ido bien, Peter. Te abriste camino por ti mismo y eso me alegra.

Peter arrugó la frente con tanta intensidad que ella podía ver la vena que le palpitaba en la sien. Hizo un esfuerzo por recordarse a sí mismo que no podía confiar en nada de lo que ella dijera. Consiguió controlar su amargura y se levantó.

—No me molesto si quieres ayudarme con los platos.

Peter daba por terminada la discusión. Lali permaneció sentada un minuto antes de seguirlo a la cocina.

Media hora después, Lali acariciaba con devoción el mantel de encaje que Claudia le había dejado con los ojos llenos de lágrimas. Peter la observaba en silencio sin poder explicarse aquella reacción. Su madre había guardado la pieza durante treinta años. No le parecía el tipo de objeto que alguien pudiera llegar a querer.

—¿De verdad quería que me lo quedara?

Peter asintió fascinado. Consideraba a Lali un camaleón que podía cambiar de la ternura a la traición en menos de lo que se tardaba en guiñar un ojo.

—No lo entiendo —dijo al fin.

—Era una de sus posesiones más preciadas. Tu abuela se lo dejó en herencia. Cuando lo ponía en la mesa siempre pensaba en su hogar.

—¿Por qué te lo dejó a ti?

—Porque le dije que me parecía hermoso. Pero no es eso lo que me conmueve. Significa tanto para mí por lo mucho que significaba para tu madre.

—¿De verdad? Me sorprendes. No puedo creer que alguien pudiera significar mucho para ti, Lali.

Continuará…