Capítulo 36

Hola chicuelas!!!! Cómo estuvo su día?! Espero que bien! Gracias a todas por la ayuda para buscar la nove, sobre todo a la que dejó el link :D la nove es de http://siemprequedaraahilaliter.blogspot.com Besos y mañana nos leemos! Que terminen bien el día y descansen ;) 

Y antes de irme WOW! Pasamos las 900mil visitas, GRACIAS, gracias y más GRACIAS a ustedes por tanto!!!!! Son lo más y siempre están ahí para hacerme el aguante! En días es un año que ustedes vienen haciendo del blog lo que es! Gracias!!!!! 

Cata: Me alegro que la hayas encontrado y sí, después de esta se viene otra nove ;)

Twitter: @Caparatodos

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La idea de un masaje en la espalda le parecía maravillosa. Estaba agotada. Y si había podido soportar la reunión con el comité podría soportar cualquier cosa.

Capítulo 36:

–Te traeré un vaso de leche descremada también.

–¿No me traes pepinillos, o torta de chocolate?

–Las azucenas son comestibles, al menos eso me dijeron –comentó él mirando las flores.

Lali, en medio de la confusión, se alegraba de verlo.

–Si quieres ir acercándote a la palabra «sí», me parece que debieras ofrecerme algo más que una ensalada de azucenas y leche descremada.

El se rió.

–Anda y ponte algo más cómodo. Avísame cuando estés lista –le quitó las flores y fue hacia la cocina.

Mientras estaba poniendo las flores en el florero, vio que una de las puertas del armario estaba desencajada. Buscó y encontró un destornillador y pegamento para madera. Cuando volvió Lali estaba a punto de terminar el trabajo.

–Gracias. Una de las griferías del baño gotea, puedes arreglarlo también, si quieres. ¡Ah, y la televisión se ha malogrado! ¿Por qué no la revisas por las dudas?

–Después del masaje en la espalda.

–¿Quieres hacerte indispensable, Peter?

–Buena idea. Tú misma pareces una lila con esa ropa –le dijo él, al verla tan elegante con la bata.

–Hice un trabajo, y me gasté toda mí comisión en ropa –dijo ella. El lugar donde había trabajado era una de las zonas de comercios más caros. Peter cortó una de las lilas, le bajó la cabeza, y se la puso entre el pelo–. Siempre lo consigues –le dijo Lali en el momento que le rozó la mejilla.

–¿El qué?

Era difícil de explicar. Lo miró y vio que él la miraba con picardía y ternura.

Estaba embarazada de ese hombre atractivo y sexy que tenía delante. Y le seguía pareciendo tan irresistible como siempre. ¿O sería que ella era una depravada?

–Nada, todo, no sé –dijo ella, confundida.

–¿Por qué no vamos arriba? Me parece que estarás mejor en posición horizontal –preguntó Peter, satisfecho con su respuesta.

–No quiero que me hagas el amor.

–No he venido a verte por sexo, Lali. Es bastante más complicado que eso.

–¿Sabes qué? Mi problema contigo es que tengo que aprender a decir «no», y no «sí», como tú dices –se quejó Lali, mientras subía las escaleras.

–Puedes practicar con otros hombres con los que te encuentres –dijo Peter.

Le levantó la bata que tenía puesta y le frotó la espalda con la palma de la mano, aumentando la presión cada vez más, hasta notar que los músculos de Lali se aflojaban. En diez minutos, se quedó dormida.

El se quitó toda la ropa, excepto los calzoncillos, y se acostó a su lado, y luego los tapó a ambos con la colcha. Le puso una mano en la barriga. Y entonces supo que lucharía con todas sus fuerzas por la vida, por su vida, por esa mujer y ese niño que no había nacido aún.

Lali se despertó una hora más tarde aproximadamente. Se sentía feliz y relajada. Le llevó unos segundos darse cuenta de por qué se sentía así. La razón la tenía abrazada a su espalda, contra su cuello. No se sentía ni asustada ni sola.

También tenía mucha hambre.

–Peter. No he comido desde la una, o desde las once de la mañana. Y necesito algo más contundente que leche descremada –le sonrió.

El la miró sonriendo, y le dio un beso dulce e intenso. Lali lo besó también. ¿Qué otra cosa podía hacer? Y le acarició los hombros y el pecho. Hacía mucho tiempo...

Él le soltó el pelo, y la volvió a besar. Sabía lo que quería decirle. Quería decirle «te amo». Era una verdad tan simple como compleja, y se moría por compartirla con ella.

«Todavía no. Es demasiado pronto», se dijo.

–¿Quieres que pida una pizza?

–Suena muy bien.

Comieron y Peter se fue temprano a su casa. Al día siguiente arregló la grifería, revisó el televisor y lo llevó a arreglar, y preparó la cena él mismo: pollo al horno. El sábado por la noche fueron a cenar a casa de Cande y Agustín, y el domingo Peter plantó los bulbos en el jardín de Lali.

–¡Es tarde para plantarlos! Pero David ha estado tan ocupado que me daba vergüenza pedírselo...

–Salgamos a algún sitio esta noche. Busca algo lindo para ponerte. Iremos a comer a ese restaurante nuevo especializado en mariscos del que tanto hablan.

–Si no te molesta, Peter, prefiero comer en casa. Me siento como un barril me ponga lo que me ponga –dijo ella.

–Sí, me molesta. ¡Dale, Lali! ¡No es que no quieras que te vean así! ¡Lo que no quieres es que te vean conmigo!

–Conozco a un montón de gente en esta ciudad. ¿Por qué no nos subimos al techo de la casa y gritamos a los cuatro vientos que tú eres el padre de mi hijo?

–Buena pregunta, ¿por qué no?

Continuará…