Capítulo 40

Hola!!!! Qué tal todo hoy?! Espero que bien y con todas las pilas para empezar el finde, pero sobre todo para disfrutarlo ;) Como ya leyeron antes (o eso espero ajajaja) hoy cumple un año el blog!!! Así que de nuevo muchas gracias por tanto! Como al blog le gusta ser mimado, así como a mí :P, les dejo nove y pronto se viene algo para ustedes! Besos y GRACIAS de nuevo, porque nunca me voy a cansar de decirlo así se aburran! Nos leemos mañana y buen viernes para todas!!!! 

PipuLalita y Jor: AMO sus comentarios, es como que metidos en personaje jajajaja me encantan y hasta yo siento que me quieren pegar :P Y Lilly, muchas opinan igual que tú jajajaaj

Chari: Ruthy te contestó en el anterior ;)

Twitter: @Caparatodos

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Ella tenía que alejarlo. ¿Entonces por qué se sentía tan cruel?

Capítulo 40:

–No podía deshacerme de Guillermo. Por donde mirase, ahí estaba él igual que tú, Peter, los últimos cuatro días. Por todos lados había algo tuyo. ¡No quieres dejarme en paz, igual que él!

–Si me quedo aquí, me comparas con Guillermo. Y si me voy, te pierdo. No es una elección muy fácil.

–No puedo evitarlo. No te amo, Peter. ¡No te amo!

Lo sentía, de verdad, sentía que no lo amaba, pensó Peter. No se casaría nunca con él si no lo amaba. Quería que desapareciera de su vida. Y ése era el final.

–Hasta que no te olvides de Guillermo, no podrás casarte con nadie. Ni vivir con nadie. ¿Por qué no vas a verlo? –dijo con desesperación. Haciendo un último esfuerzo por llegar a ella.

–¿Y por qué voy a hacerlo? No te amo, ¡por el amor de Dios!¡ Métetelo en la cabeza!

Era su corazón el que no podía creerlo, pensó Peter con pena.

–¿Y qué pasa con el bebé, con nuestro hijo?

–¡Ni se te ocurra intentar quitármelo! –dijo ella con los ojos bien grandes.

–Si me crees capaz de hacer eso, realmente no hay posibilidad de nada... ¡Me voy! ¡No aguanto más todo esto!

Era lo que ella quería. Lali lo miró abandonar la habitación, agonizante. Se sintió terriblemente culpable, e infeliz. Pero no la hizo cambiar de parecer.

Se quedó donde estaba. Se oían los ruidos de Peter haciendo las maletas. No había necesidad de decir adiós.

–No seguiré en Rosario. Deja un mensaje en la contestadora cuando nazca el niño.

Lali trató de decir algo, pero no pudo. El la saludó con la cabeza y se fue.

Lali se hundió en la silla más cercana con la cara entre las manos. El se había ido. Estaba sola. Y ella lo había querido así.

Peter no volvería. Estaba segura de eso. Había conseguido su objetivo de apartarlo.

Una semana después, el teléfono de la casa de Lali sonó. Ella temió que fuese Peter, como tantas veces, pero no era él.

–¿Lali? Soy Claudia Molinari. ¿Cómo estás, querida?

–Muy bien, gracias –contestó ella– ¿Y usted?

–Nunca me ha gustado el mes de junio. Pero salvo eso, estoy bien de salud. Lali, David ha hecho un trabajo excelente en el mantenimiento del jardín, pero hay algo que siento que tienes que ver, y quería saber si podrías venir mañana por la tarde. ¿O pasado mañana, tal vez?

–Mañana está bien.

–Digamos a las tres y media, por ejemplo. Así puedes tomar una taza de té conmigo.

Era un junio frío y ventoso, Lali se abrigó bien y fue a ver a la señora Molinari. Tal vez quisiera agregar más árboles que aguantaran bien todo el año.

La puerta se abrió, y Claudia la recibió en una habitación pequeña que Lali no conocía, donde había una chimenea encendida.

–Siéntate, querida. Ahora traigo el té –dijo Claudia, y salió de la habitación.

A Lali le gustaba curiosear las estanterías de libros de otra gente. Pero al hacerlo descubrió algunas fotos de Peter, lo que la puso nerviosa. Peter de pequeño con un perro. Peter recibiendo un diploma de estudios en la universidad. Peter vestido de novio, con una mujer joven, colgada de su brazo, y mirándolo embelesada. Y luego la más temida: Peter de padre, con una pequeña de... dos años quizás. Milagros.

–Conoces a mi hijo, ¿no? –intervino Claudia.

–Ehh... Sí

–Fue una tragedia la muerte de su esposa y su hija en un accidente automovilístico. Y lo peor fue que Peter se culpó por ello. Como estaba ocupado con un contrato, Jimena y Milagros fueron al matrimonio de una amiga solas. El iba a ir más tarde. Es muy buen conductor, así que se convenció de que si él hubiera manejado en el momento del accidente no habría ocurrido –dijo Claudia sin poder evitar un suspiro. –Nunca sabremos la verdad. Pero el tema es que Peter no sale con nadie, ni se involucra en ninguna relación ya.

Lali estaba inmóvil. Recordaba la expresión en la cara de Peter el día que le había contado lo de Milagros y Jimena. Pero no le había dicho que él se había sentido responsable de su muerte. Había sido demasiado doloroso para él. Y ella no había querido preguntarle los detalles.

Y desde ese momento ella no había hecho más que alejarlo.

De pronto se dio cuenta de algo: su madre no sabía que algo había cambiado en su hijo, porque se había enamorado otra vez. A pesar del pasado había vuelto a amar. Había comprendido que el amor y la posibilidad de la pérdida iban juntos en la vida, pero que el amor era lo más importante.

Lali frunció el ceño. ¿Qué había dicho él? ¿Algo del metro de Buenos Aires?

Ahora se daba cuenta de que había estado tan preocupada por que se fuera que ni se lo había preguntado.

En ese momento entendía por qué se había culpado también de su caída. Por lo menos había tratado de tranquilizarlo en ese sentido; algo había hecho bien, pero sólo eso.

Continuará…