Capítulo 34

Hola de nuevo!!!! Cómo estuvo su día?! Ya listas para empezar una nueva semana??? Ojalá que sí y la empiecen con todo! Nos leemos mañana y muchas gracias!!!! :D Besos!

Twitter: @Caparatodos

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–Voy al baño. Ahorita vuelvo. No te comas toda mi torta.

–Te llamé en cuanto llegué. ¿Quieres venir a cenar conmigo mañana por la noche? –le dijo Peter apenas vio a Candela alejarse.

Capítulo 34:

–Pareces distinto –comentó Lali sin sonreír.

–Me siento distinto. Lali, ¿cómo estás, de verdad?

–El trato era que tú vivieras en Buenos Aires.

–Ya no puedo hacer eso –dijo él–. Al menos no sería capaz de mirarme al espejo sin avergonzarme de mí mismo.

–¿Entonces, qué estás haciendo aquí, Peter?

–Te estoy invitando a cenar.

–¡No me refiero a eso!

–Lali, hace un momento te pregunté cómo estabas.

–Cansada, sana. Y ya no puedo pintarme las uñas de los pies, porque no llego. –Y luego se dijo también que se despertaba a las tres de la mañana, que muchas veces se sentía aterrada, y muy sola. «Pero no voy a contártelo, no señor», pensó–. No estás cumpliendo con el trato.

–Sí. En lo que a mí respecta, terminó. No tiene sentido. Es inútil.

–La respuesta es no, no voy a cenar contigo mañana por la noche.

–¿Te asusta?

–Cuido mis intereses.

La estrategia de Peter no parecía dar resultados.

–El bebé es un interés nuestro, tuyo y mío, y el mozo viene a traerte el té, te lo advierto por si quieres mandarme a paseo.

Lali se apretó las manos, como si estuviera a punto de estallar, y se quedó muda. Entonces apareció de nuevo Candela, y miró la cara sonrojada de Lali.

–¿Has visto Los Miserables, Peter?  ¿Te gustó? –preguntó Cande.

–Cande, déjame que te haga una pregunta, y luego hablaré de todas las películas que visto en los últimos ocho meses. ¿Sabes que yo soy el padre del hijo de Lali?

–Sí. Agustín me lo contó hace unos meses.

–¿Vas a anunciar la paternidad de mi hijo a todos los habitantes de la ciudad? –preguntó Lali entre dientes.

–No, sólo a los que me interesan.

–¿A tu mamá? –preguntó Lali con ganas de saltarle a la yugular.

–Todavía no lo decidí.

–Entonces, piénsalo bien –contestó. Y luego dijo, jugando con el limón del té–. Aquí el tiempo ha sido bueno últimamente, ¿cómo estuvo en Buenos Aires?

–¡No he hecho este viaje para hablar sobre el tiempo!

–Bueno, hoy he sabido una cosa, Lali, que no eres indiferente a Peter –interfirió Cande–. Y no me extraña. Nunca has sido calculadora ni has tenido sangre fría.

–No, eso se lo dejo a él –dijo Lali.

–¡Maldición! –exclamó Peter.

–Vas a ver una película, me encuentras por casualidad, y entonces haces como si no hubiera pasado nada, y continúas con lo que estábamos la última vez, cuando te fuiste diciendo un adiós para siempre. Perdóname, si no te creo.

Visto de ese modo, no era muy convincente, pensó Peter.

¡Pero cómo podía explicarle la escena de Tina con su osito de peluche, o la de la pareja en el subte de Buenos Aires?

–Ven a comer conmigo mañana, y te contaré lo que ha pasado en ese tiempo. Con todos los detalles importantes.

–Seguro... En veinticuatro horas habrás tenido tiempo para inventártelos.

Candela se rió de pronto.

–Parecen Agustín y yo en nuestros peores momentos.

–Dos contra uno, no es justo –dijo Lali como una nena chiquita.

–Son dos contra dos –bromeó Cande.

–Yo estoy a tu favor, no en tu contra –agregó Peter,

–¡Ay! ¡Cállense los dos! ¡Y dame un trocito de torta, Candela! ¡Lo primero que voy a hacer después de que nazca este bebé es comerme una torta entera de chocolate! –se quejó Lali.

Cande cambió de tema, y dio su opinión sobre la película, y terminaron el té.

–Estoy segura de que no es una buena jugada dejarlos solos, pero tengo que ir al baño. Uno de los tantos inconvenientes de estar embarazada –dijo Lali, al levantarse de su silla.

Peter la miró alejarse, con amor y compasión, al ver que había perdido su antigua gracia al andar.

–Estás enamorado de ella, ¿no? –le preguntó Candela directamente.

–Sí. Me llevó todo este tiempo darme cuenta. Quiero casarme con ella. Por eso estoy aquí.

–¡Estoy tan contenta! –le dijo sonriendo–. Yo se lo he dicho desde el principio, que es mucho más difícil criar a un hijo sola, siempre que los dos quieran hacerse cargo del niño... –el silencio de Cande incluía una pregunta sobreentendida.

–Quiero casarme por ella. No tiene nada que ver con el bebé. Pero también quiero ser padre, parte de la familia.

–Sé que este no parece el mejor momento, ella odia la idea del matrimonio... Pero me parece que no te vas a dar por vencido fácilmente.

–¿Cómo era Guillermo, Cande?

–No quiere hablar de él. Ni siquiera conmigo, y soy su mejor amiga.

–La primera vez que hice el amor con ella me di cuenta de muchas cosas de él, y ninguna me pareció buena.

Espontáneamente Cande extendió la mano y la puso sobre la de él.

–Si hay algo que nosotros podamos hacer para ayudarte, dínoslo. Los invitaré a los dos a cenar el fin de semana, ¿qué te parece?

–Quizás no vaya si sabe que voy yo.

–Entonces no se lo diré –dijo Cande.

Cuando apareció Lali, Candela retiró la mano, y pidió la cuenta.

–Buena suerte, Peter.

–Gracias –contestó Peter. Y supo que había ganado una amiga y una aliada.

Y al ver que Lali los miraba con cara de sospechar algo, pensó que necesitaría todos los aliados del mundo. Sus fantasías chocaban con la realidad: Lali tenía el mismo interés en casarse que ocho meses atrás.

Continuará…