Capítulo 15

Hola, hola!!!!! ¿Cómo les va? ¿Qué tal pasaron el domingo? Espero que bien y listas para empezar la semana… al menos más que yo! Jajajaja siempre da flojera empezar clases pero a darle con todo para quienes las empiezan mañana! ;) Gracias por leer, comentar y estar ahí! Son lo mejor, les juro!!!!! Un beso y empiecen con todo la semana!!!! Nos leemos mañana!

P.D.: No sé si la leen o no, porque varias veces la recomendé, pero no me voy a cansar de repetirlo y menos ahora que NO SABEN lo buena que está! Lean la nove de Inma http://mirincon-inma.blogspot.com INCREIBLE es poco ;)

Twitter: @Caparatodos

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–¿Y tú crees que no eres egoísta? Estamos a puertas de Navidad. ¿Vas a mandar a la bebé que llevaste nueve meses a una casa de acogida? Pasará su primera navidad como una huérfana. Sola. No lo voy a permitir. Llamaré a Lucía ahora mismo. No me importa cómo lo haga, pero la bebé que tienes en brazos se viene a casa conmigo.

Capítulo 15:

Llevarse a la bebé a su casa era lo más tonto que había hecho en su vida, pensó Lali a la mañana siguiente. Hacía una hora que se había dado por vencida a que la beba se durmiera tras pasarse la noche preparando biberones y sin pegar un ojo. Miró el reloj y descubrió que ya eran las siete y media de la mañana del lunes. Normalmente ya estaría en el estudio y habría respondido sus correos. Pero esa mañana ni siquiera había prendido su computadora.

Estaba agotada, pero el esfuerzo valía la pena.

Se había negado a que Peter secuestrara a la bebé. Si lo hacía nunca la dejaría ir, eso lo sabía. La única manera de evitarlo había sido llevándosela con ella. Y el sacrificio iba a terminar con ella. O como mínimo le rompería lo poco que le quedaba de corazón.

Miró a la pequeña, que estaba echada en el sillón, a su lado.

–¿No crees que deberías dormir una siesta?

La beba se la quedó mirando con sus grandes ojos marrones muy abiertos. Lali suspiró. No sabía lo que estaba haciendo, pero los consejos que le había dado una enfermera y que ella había escrito en el cuaderno antes salir del hospital habían sido un regalo del cielo. Al menos la bebé no moriría de hambre, acababa de terminarse un biberón. Pero Lali era consciente de lo poco que sabía. No había asistido a las clases prenatales ni había leído ningún libro durante el embarazo porque esa era el área de Candela.

Había llamado a una agencia para contratar a una niñera antes de salir del hospital el día anterior. La agencia no había podido conseguirle a una persona al instante y Lali lamentaba haberse precipitado al decirle a Peter que iba a llevarse a la bebé con ella, pero el orgullo había impedido que se arrepintiera.

Lali cerró los ojos y pensó en la noche anterior. La palabra trastorno se quedaba corta para describir la experiencia. Y todavía faltaban ocho días para poder firmar el consentimiento de adopción.

Lali no quería ni pensar en ello. Abrió los ojos y miró a la bebé, que ahora estaba estirando las piernas. Sabía que lo más complicado iba a ser mantener una sana distancia emocional con ella. Pero no había sido capaz de hacerlo la noche anterior. Desde que llegaron a casa, la mayor parte del tiempo había estado con ella en brazos para intentar dormirla.

Su celular emitió un sonido.

Lali lo agarró y miró la pantalla táctil. Los mensajes habían empezado a llegar a primera hora de la mañana, clientes y compañeros que no sabían nada de la llegada del bebé la noche del viernes y pensaban que aquel era un lunes normal de trabajo. Lali sabía que debía enfrentarse a un mar de llamadas y correos y que debería reenviárselos a Fabiola, su secretaria. Pero en ese momento estaba demasiado cansada para moverse o para pensar en nada.

Solo quería dormir.

La beba escogió aquel momento para eructar. Por muy cansada que estuviera, a Lali le resultó imposible no sonreír. Pero hizo un esfuerzo por contenerse. Aquella no era la manera de mantener una distancia saludable. Desvió la mirada otra vez hacia su celular. Sonó otro mensaje. Y luego llamaron.

Era la agencia con la que se había puesto en contacto el día anterior para avisarle que una niñera ya estaba en camino. Lali suspiró aliviada al colgar. Arrugó la nariz y dijo mirando a la niña:

–El sueño está en camino.

Tendría que reunir la energía suficiente para llamar a su oficina, chequear que Fabiola haya cancelado todas las reuniones del día y luego, sí, se iría a la cama. Sería un sueño hecho realidad.

La niñera resultó ser una mujer bastante enérgica llamada Mariela. En menos de media hora había devuelto el orden, haciendo que Lali se sintiera fuera de lugar. Estaba acostumbrada a tomar decisiones, cerrar acuerdos, dar consejos, pero en el tema de los niños era una novata. Le resultaba duro aceptar lo inepta que era. Explicarle la situación a Mariela tampoco había sido fácil. Como el hecho de que la niña aún no tuviera nombre. Pero la niñera ni siquiera pestañeó.

Lali se dirigió a su escritorio blanco y plateado en el que pasaba la mayor parte del tiempo cuando no estaba en la oficina y trató de concentrarse. No era que se sintiera diferente, aunque tenía el estómago blando y los senos tirantes e hinchados. El embarazo le había cambiado el cuerpo. Y ahora, aunque le costara trabajo admitirlo, la bebé también le había cambiado la vida. Lali prendió la computadora y llamó a Fabiola.

Cuando colgó se dio cuenta de que había agudizado el oído para escuchar lo que Mariela hacía. Se quedó mirando la pantalla que tenía delante. En contra de su voluntad, se puso a buscar nombres para la pequeña. Había páginas con nombres de flores, nombres extranjeros…

El timbre interrumpió sus pensamientos. Unos segundos después se abrió la puerta de su escritorio y una presencia masculina no deseada apareció en el umbral.

–¡Contrataste una niñera!

Continuará…