Capítulo 23

Hola chicas!!!! ¿Qué tal empezaron la semana? Con pilas para remar jajajaja Espero que todo bien y nada, dándole :D Gracias por sus comentarios, por leer y tomarse el tiempo de ponerse al día y todo! Porque se que es complicado con los tiempos ;) Un beso y mañana nos leemos!!!!

Cami: Ayyyy que lindo leerte!!! :D Gracias por animarte y no esperar a que acabe :/ jajajaja 
Titel: Obvio que se te extraña cuando no apareces!!! Al menos yo las tengo a todas presentes!!!! Y siii deja salir a tu niña que por más grandes que seamos nunca nos viene mal! jajaja ni eso ni perder la sonrisa :P
Vale: Vale!!!!! me sale que tu tw no existe (vale_cadenas) ya no estás en tw o cambiaste de user??? Besos y esperemos sigas por esos lares así no perdemos el contacto pues!

Twitter: @Caparatodos

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En su pecho comenzó a nacer la esperanza. Lali estaba empezando a ver las cosas como él…

Finalmente se movió. Ella cerró los ojos.

–¿Lali?

Capítulo 23:

Al escuchar su tono interrogante, ella abrió los párpados. Y lo miró directamente a los ojos. Peter sintió una descarga eléctrica. Estaba tan cerca que podía ver las sombras de sus pupilas. Se despertó en él el deseo… y algo más, algo nuevo y fresco.

Era como si Lali perteneciera a aquella casa, y como si esa idea lo hiciera feliz sin saber por qué. Inclinó la cabeza. Sus labios se encontraron con los suyos. Peter esperó. Lali abrió los labios. El beso se hizo más apasionado.

Cerró los ojos y se dejó llevar por la suavidad de Lali, una suavidad que no esperaba descubrir, y se centró en grabar aquel instante en la memoria para analizarlo más adelante. Para encontrarle sentido a lo inexplicable. Por el momento se limitó a disfrutar de la sensación de su cuerpo contra el suyo. Del calor. De la feminidad. Del dulce aroma a lilas tan suyo.

Finalmente, cuando levantó la cabeza, tenía la respiración entrecortada y se sentía desorientado y confuso.

Para su mortificación, Lali se recuperó primero.

–Bueno –dijo ella cuando el sonrojo de las mejillas empezó a desaparecer–. Creo que después de esto no hace falta que veamos la habitación principal.

         

         

Lali consultó su reloj.

Estaban otra vez abajo, en la terraza protegida de la brisa que agitaba las copas de los árboles que rodeaban la casa.

–¿Tienes algún apuro? –le preguntó Peter apoyándose en la baranda, tapándole la vista del cuidado jardín que había abajo.

Lali levantó la cara para mirarlo, y él hizo un esfuerzo por concentrarse en lo que le decía.

–No, pero estoy pensando que es día laboral y yo debería estar trabajando –señaló con la mano lo que la rodeaba–. Resolviendo los problemas de otras personas y perdiéndome toda esta belleza.

Para Peter fue un alivio romper el hechizo de sus ojos, girarse y seguir la dirección que le mostraba con el brazo, hacia los jardines, el rio y el horizonte lejano.

Experimentó una sensación de afinidad. Una visión de él, Paz, y… dejó escapar un suspiro.

–Tengo una proposición que hacerte. Relájate conmigo mañana –eso le daría veinticuatro horas para pensar en cómo abordar el tema del que tenían que hablar.

Lali levantó la mano y se subió los lentes.

–Perdón, ¿qué dijiste? –le preguntó parpadeando.

–Tómate el día libre. Podemos salir con Paz, aprovechar el sol y aire veraniego. Es casi Navidad, disfruta de un poco de descanso.

Ella frunció el ceño.

–Imposible. Tengo mucho trabajo.

En aquel momento se escucharon unos tacos golpetear sobre el piso de la terraza a su espalda. La corredora había regresado.

Lali no dijo nada, así que Peter suspiró.

–Entonces anda a trabajar. Yo iré al parque con Paz.

Para su sorpresa, no puso ninguna objeción.

–¿Vas a hacer una oferta por la casa? –le preguntó Lali en voz muy baja para que la corredora no la escuchara.

Él asintió. Se sintió de pronto muy cansado de no hablar claro.

–Sí –afirmó–. Este será mi hogar.

         

         

De regreso en su casa, Lali se despidió precipitadamente con la excusa de ver cómo estaba Paz. El recuerdo del inesperado beso en aquella maravillosa casa todavía le daba vueltas en la cabeza.

Estaba confundida. No se veía con fuerzas para acompañar a Peter y a Paz al parque. Sabía que intentaría presionarla de nuevo, que intentaría convencerla de que él era la mejor opción para la niña. Estaba confusa. Paz estaba despierta y balbuceaba alegremente en la cuna.

–Acaba de despertarse –le dijo Mariela desde la mecedora en la que estaba leyendo el periódico–. Estoy segura que supo que venías. Voy a ir a la cocina a prepararle un biberón.

–Gracias –Lali se acercó a la cuna y miró a la beba.

Paz movió la cabeza… y se rio. Lali se dijo que era imposible, era demasiado chiquita para reírse. Y no había pasado suficiente tiempo con ella como para formar un lazo. Era imposible que la pequeña la reconociera…

Pero no pudo resistirse. Se inclinó y se rio con ella. Sintió una punzada en el corazón. Tenía el pecho caliente y tirante. Trató de convencerse de que la mención del biberón había estimulado la producción de leche. Era mejor eso que pensar que se trataba del famoso instinto maternal que se despertaba por haber visto a su hija.

Paz dio unas patadas al aire con sus piernecitas desnudas, y Lali le agarró uno de sus piececitos. Le acarició la planta con las yemas de los dedos y la pequeña gritó fascinada.

–¡Tienes cosquillas! Descubrí tu secreto. Pero no te preocupes –susurró acercándose todavía más–. No se lo voy a contar a nadie.

Sintió un calor profundo y desconocido. ¿Qué hechizo le estaba provocando Paz? ¿Por qué ya no podía pensar en ella sin sonreír? ¿Cómo iba a dejar que se separara de ella? Aquello era precisamente lo que había tratado de evitar. Aquel golpe emocional que le llegaba hasta el vientre. Como si supiera que tenía toda su atención, la niña gorgojeó y agitó las piernas. Lali volvió a sonreír, pero esta vez con tristeza.

No estaría al tanto de todos los secretos de Paz. Eso sería privilegio de otra mujer, de alguien que la quisiera con toda su alma, una madre que no estaría paralizada por el miedo y por el dolor.

–Voy a encontrarte la mejor mamá del mundo, te lo prometo.

Estaba tan obnubilada con la pequeña que no escuchó la llegada del hombre que estaba en la puerta. Ni tampoco lo vio dudar antes de irse con el ceño fruncido de preocupación ensombreciendo su cara.

Continuará…