Capítulo 18

Hola, hola!!!!! ¿Qué tal les va? Espero que todo bien!!!! Un beso y nos leemos mañana!! :D

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Al tenerla tan cerca pudo ver cómo se le oscurecían las pupilas. La idea de ofrecerle consuelo había desaparecido de su mente. Un deseo oscuro y perturbador lo invadió. Trató de responder, pero no le salía la voz. Se trataba nada más ni nada menos que de Mariana Espósito. No le caía bien. Y acababa de dar a luz el viernes. No debería sentir deseo. ¿Dónde estaba su sentido común?

Capítulo 18:

–¿Qué quieres que haga con el árbol? –logró decir finalmente.

Lali estiró los hombros. El velo de fragilidad desapareció.

–Ah, el árbol. Me las estaba arreglando bien yo sola.

Peter apretó los labios. Así era Lali, decidida e independiente. Dejando claro que no necesitaba consuelo ni ayuda. Tal vez no fuera tan vulnerable como él pensaba.

–¿No aceptas nunca la ayuda de nadie? –le preguntó con desesperación dejando caer la mano.

Debería sentirse aliviado de que hubiera vuelto a ser fría. El curioso y paralizador hechizo que se había apoderado de su cuerpo comenzó a disiparse.

¿De verdad había querido besar a Mariana Espósito? La respuesta era sí, y lo sorprendió. Había querido besarla, saborear su boca y perderse en su feminidad. Sí, en su feminidad. No le cabía duda de que Lali era absolutamente femenina. No volvería a dejarse engañar por el atuendo de saco negro.

¿Sería posible que Lali el témpano fuera en realidad Lali la seductora?

–A veces acepto la ayuda de Candela. Pero es demasiado joven.

–Tu hermana sigue pidiéndote ayuda para todo –le dijo Peter con frialdad–. La sacas de todos los problemas. Incluso te encargas de la adopción del bebé que ella ha rechazado.

Por una vez Lali no supo qué decir. Peter la vio abrir y cerrar los ojos. Finalmente se dio la vuelta y se acercó a una de las tres cajas que había en el piso. Abrió la más cercana y sacó una bola roja de Navidad.

Peter se sintió como un sapo. Era casi Navidad, tiempo de amor y de familia. Había insistido en ayudar a Lali a decorar el árbol y ahora la estaba haciendo sentir mal. Aquello no estaba bien. Peter no pudo evitar pensar que su abuela se sentiría avergonzada de su comportamiento por arruinar el momento de placer de Lali y obligarla a aceptar su ayuda. Ella le había pedido que se fuera. Así que tomó una decisión.

–No quieres que me quede a ayudarte con el árbol, así que me iré y volveré más tarde, cuando Paz se despierte –Peter suspiró se dirigió hacia donde había dejado el saco.

–Puedes quedarte… si quieres –le dijo Lali a su espalda.

Él se giró sorprendido. Ella ni siquiera lo miraba, pero de todas maneras se sintió ilusionado.

–Gracias –murmuró agradecido. Antes de que ella cambiara de opinión, se agachó y sujetó el árbol con entusiasmo–. Me parece que allá va a quedar bien, ¿no crees?

Lali se puso el pelo detrás de la oreja y miró hacia donde él señalaba.

–Sí, tienes razón. Es el lugar perfecto.

Los labios de Peter se curvaron en una sonrisa y la miró a través del hueco que había entre dos ramas.

–Bien. Por una vez estamos de acuerdo.

 Ella lo miró a los ojos, y tras un instante de vacilación sonrió también.

–Sí, al parecer lo estamos.

Mariana Espósito tenía hoyuelos en las mejillas. Para evitar la confusión que le provocaba aquel descubrimiento, Peter se agachó y colocó la base del árbol.

–¿Tienes luces para él árbol? –preguntó levantando la cabeza.

Lali rebuscó en una de las cajas y sacó una guirnalda de luces haciendo una reverencia. Otra sonrisa… y otra vez los hoyuelos.

Peter sintió cómo se le agolpaba la sangre y apartó la mirada. Cuando fue a coger las luces, los delicados dedos de Lali rozaron los suyos. Hubo una conexión eléctrica. Él no se atrevió a mirarla mientras sacaba la guirnalda. Ella se le acercó más para ayudarlo. Peter inhaló con fuerza su aroma. Lilas. Sí, corría el peligro de convertirse en adicto a aquella sutil fragancia.

Por eso, sacudió la cabeza en gesto de rechazo mientras ella se acercó al enchufe con el cable. Un clic en el interruptor y el color iluminó el lugar. Incluso la blusa blanca de Lali reflejó el arco iris. El efecto resultaba mágico. Peter se la quedó mirando. Se consideraba un buen conocedor de la belleza femenina. Había salido con las mujeres más bellas del mundo. Entonces, ¿por qué no se había fijado en lo proporcionado de sus facciones? La nariz, el delicado arco del labio superior, la forma de los labios, todo ello combinado creaba un rostro hermoso.

Pero él no se había dado cuenta hasta ese entonces. No se había molestado en mirar más allá de los sastres oscuros, los lentes grandes y las formas bruscas. ¿Qué más se habría perdido?

–Tienes unos ojos preciosos, ¿sabías? –le dijo de repente–. Pero no se te ven con esos horribles lentes que tienes puestos.

Los ojos de Lali reflejaron sorpresa y luego se le sonrojaron las mejillas.

–Gracias… supongo.

–Era un cumplido. No deberías esconder tus atributos.

Como respuesta, Lali se subió los lentes, bajó la cabeza y volvió a rebuscar en las cajas.

–Creo que por aquí hay más bolas.

Había cambiado de tema. Peter apretó los labios. ¿Acaso esperaba otra cosa? ¿Tan difícil le resultaba a Lali aceptar un halago? Cada vez sentía más curiosidad por aquella mujer a la que dos semanas atrás ni se habría parado a mirar.

Continuará…