Capítulo 16

Hola!!!!! Espero que la semana la hayan comenzado con tutti!!!! Y si no, al menos con ganas de remarla así mejora con el pasar de las horas y días! ;) No siempre todo puede estar bien y ser pura felicidad pero, aunque cuesta, el chiste de disfrutar eso se basa en aprender a superar lo malo y, sobre todo buscarle lo bueno así se nos hace un poco más fácil de llevar ¿no? Gracias por leer, estar y comentar!!!! Les dejo uno larguito! Nos leemos mañana, chicas!!!! Besos :D

Twitter: @Caparatodos

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–¡Contrataste una niñera!

Capítulo 16:

Decidida a no darle más ventaja de la que le había dado a Peter con la sorpresa de su aparición, Lali cerró la computadora y se levantó. Peter la hacía sentir chiquita. Lali maldijo en silencio. La próxima vez se pondría tacos.

–Por supuesto que sí –lo miró con toda la calma que pudo–. Tengo que trabajar.

–Tienes derecho a la baja por maternidad.

Lali sacudió la cabeza.

–Trabajo por mi cuenta, así que solo puedo tomarme unos días –y estaban programados para la próxima semana, cuando se suponía que iba a nacer la bebé–. Además, no voy a hacerme cargo de la niña, ¿te acuerdas? Así que no necesito el descanso por maternidad.

Los ojos de Peter brillaron con furia.

–¿Y nada de eso ha cambiado desde que trajiste a la bebé a tu casa?

Lali sintió otra oleada de incomodidad y buscó palabras para explicarle sus sentimientos al hombre que la estaba mirando como si le hubieran salido dos cabezas.

–¿Cómo iba a cambiar algo? Tengo que trabajar –se lo quedó mirando fijamente. La mejor defensa era un buen ataque–. Tú tienes mujeres contratadas. Seguramente algunas incluso con un puesto de responsabilidad. Imagino lo que pensarías si una de ellas tuviera pensado volver a trabajar y luego se tomara varios meses de vacaciones.

Peter parpadeó pero luego se encogió de hombros.

–Al final lo entendería –puso los brazos en jarras y ladeó la cabeza–. Y eso no tiene nada que ver contigo. Tú eres tu propia jefa.

–Lo que significa que no puedo desaparecer sin más de la oficina. Necesito planear con anticipación mi tiempo libre y buscar a alguien que me reemplace –y lo más importante, quería evitar encariñarse demasiado con la bebé–. Quiero volver al trabajo.

–¿Y cuándo tienes pensado hacerlo?

–Lo antes posible.

–¿Y dejar a la bebé, a la que ni siquiera le has puesto nombre, con la niñera?

Lali contuvo un bostezo.

–Paz estará feliz de la vida.

–¿Paz? –Peter dio un paso atrás–. ¿Le pusiste Paz?

–Obviamente.

Peter parecía sorprendido.

–¿Ahora mismo? ¿Para demostrar que estaba equivocado?

–¡Por supuesto que no! Escogí el nombre antes –no quiso admitir que había estado buscando en Internet–. No deberías creerte tan importante.

–Vine pensando que te encontraría dispuesta a rogarme que me la llevara –los ojos de Peter se oscurecieron–. Tendría que haberme imaginado que contratarías a una niñera.

Esperaba verla fallar a la primera. Aquello le dolió. Porque aunque hubiera contratado una niñera para mantenerse alejada de la bebé, en el fondo sabía que Peter tenía razón. Había fallado. No sabía nada sobre bebés, y no ayudaba que su ignorancia se debiera a que no esperaba tener hijos nunca. Solo servía para dejar al descubierto su secreto, la convicción de que sería una madre espantosa. Y lo cierto era que las críticas de Peter le dolían más porque no estaba acostumbrada al fracaso.

–¿No viniste a ver a Paz? –le preguntó. Estaba demasiado cansada como para seguir peleando.

–Gracias a la niñera seguramente por fin haya comido.

Lali sintió una punzada de irritación. ¿De verdad pensaba que estaba descuidando a la bebé?

–Cuidé de ella toda la noche. La niñera acaba de llegar.

–Entonces será mejor que vaya a ver qué hace.

Lali apretó los dientes y se giró para mirar fijamente la pantalla de la computadora.

–Ninguno de los perfiles de parejas que me dejó Lucía en el hospital encajan con lo que yo busco –dijo incapaz de contenerse y se giró para mirarlo.

Peter estaba allí, quieto como una estatua en la puerta del escritorio con una intensa mirada. Esperando. Pero Lali se negó a darle falsas esperanzas.

–Lu me trajo nuevos perfiles. Seguramente encontraré al menos una pareja que me parezca.

–¿Vas a escogerla esta noche?

Lali sacudió la cabeza y se estremeció por dentro al pensar en lo que le esperaba.

–Lo haré mañana –se alejó de la intensidad que Peter irradiaba y volvió a centrarse en la computadora.

Unos instantes después escuchó sus pasos y cómo cerraba la puerta suavemente detrás de él. Lali se levantó y fue a sentarse en el sillón que tenía al lado de la ventana con la computadora sobre su panza. Así estaba mucho más cómoda. Cuando Peter se fuera podría relajarse del todo. Se echaría en su cama y recibiría con gusto el descanso que su cuerpo anhelaba.

         

         

Peter abrió la puerta del escritorio de Lali con la palma y volvió a entrar. Una mirada hizo que se detuviera sobre sus pasos.

El témpano de hielo se había dormido.

Cruzó la habitación con pasos silenciosos sobre la alfombra gris pálido y se detuvo al lado del sillón. Pero en lugar de la fría perfección de un témpano, la piel de Lali tenía un sonrojo muy femenino. El pelo le acariciaba la frente. Parecía más joven. Más bonita. Más dulce.

Peter sacó de su cabeza aquella ilusión.

La computadora que tenía sobre la panza corría el peligro de caerse. Lali había estado trabajando, por supuesto, ¿Qué esperaba, que estuviera ejerciendo de madre? Contuvo un resoplido de disgusto. La niña estaba donde la había dejado, en brazos de la niñera. Agarró la computadora de Lali con cuidado y lo dejó sobre el escritorio. Luego se giró hacia ella y se fijó en la postura tan incómoda que tenía sobre el pequeño sofá. Los pies cruzados y el cuerpo retorcido de forma que una de las mejillas quedaba apoyada contra los cojines de cuero. No parecía estar muy cómoda.

Se inclinó sobre ella, le levantó los pies y se los estiró sobre el sillón. Lali volvió a dejarlos caer dormida hacia el borde. Tal y como estaba echada, lo más probable sería que se despertara con una contractura en el cuello. Peter no sabía por qué, pero no era capaz de dejarla así. Cuando llegó le pareció que estaba muy cansada, unas sombras grises rodeaban sus expresivos ojos. Dejando a un lado su falta de instinto maternal, lo cierto era que Lali había pasado por mucho durante los últimos días. Había dado a luz a la hija que su hermana había rechazado. Tenía que decidir el futuro de la bebé. Debía estar agotada.

Peter experimentó una primera punzada de simpatía hacia ella. Tal vez no estuviera de acuerdo con sus decisiones, pero podía reconocer lo estresante que debía ser. Se inclinó y la tomó en brazos. Ella emitió un gemido ahogado y agitó las pestañas antes de apoyarse contra su hombro.

Olía a lilas. Peter refunfuñó entre dientes. Levantándose, salió del lugar. Al final del pasillo había una puerta entreabierta. La abrió con el pie y descubrió la habitación principal de la casa.

Allí no había blanco brillante ni metal como en el resto de la casa. Una cama con dosel ocupaba el centro de la femenina y bonita habitación. En una esquina había una cómoda de estilo francés con una colección de frascos antiguos y cepillos de plata. Peter deslizó la mirada hacia un par de zapatillas de ballet colgadas de sus desgastadas cintas rosas en un gancho de bronce. Sonrió. En la pared de enfrente había un cuadro muy grande con una bailarina.

Era un dormitorio cargado de nostalgia y romanticismo. No esperaba algo así de alguien tan frío y profesional como Mariana Espósito. Entró en el dormitorio y la colocó con cuidado sobre la cama con edredón de lino antes de dar un paso atrás. Podía escuchar su respiración. Tenía los labios entreabiertos. Un beso y se despertaría.

Era una idea ridícula pero no podía dejar de pensar en ello. Se sentía muy tentado. Finalmente se dejó llevar por aquella tentación y se inclinó hacia delante. Depositó el más dulce de los besos en sus labios y luego se incorporó. Se sentía absolutamente estúpido.

Lali ni siquiera se movió. Había interpretado mal el cuento. No era la Bella Durmiente, así que en lugar de despertarse, la reina de hielo siguió durmiendo.

Continuará…