Capítulo 7

Hola, hola!!! ¿Todo bien el sábado? ¿Cómo las trató? Espero que bien y descansando/disfrutando! ;) Gracias por sus comentarios en los dos capítulos de ayer, me alegra que les guste y me encanta leerlas y leer todas sus hipótesis, son INCREIBLES en serio! Tanto si son ciertas como si no, la imaginación y fijación en los detalles me deja impactada! Gracias :D Un beso y pasen linda noche, hasta mañana

Twitter: @Caparatodos

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–No es mi hija… –Lali se quedó sin voz mientras él salía de la habitación dejándola con la bebé en brazos.

Capítulo 7:

La niña dejó escapar un sollozo.

Lali se quedó mirando la carita arrugada de  la pequeña que tenía en brazos y trató de no sentir dolor. ¿Cómo Candela y Agustín se atrevían a hacerla pasar por todo eso?

       

Apenas había logrado controlar sus emociones cuando un minuto después Peter volvió a entrar con la fuerza de un huracán seguido por dos enfermeras que lo miraban con admiración y entusiasmo.

       

¿Provocaría el mismo efecto en todas las mujeres con las que se encontraba? No era de extrañar que aquel hombre fuera tan pedante.

Al verla con la niña en brazos, las enfermeras intercambiaron una mirada. La beba lloró con más fuerza.

       

–Denle de comer –las apuró Peter.

       

En lugar de regañarlo por su impaciencia, la enfermera más bajita corrió a quitarle a la bebé de los brazos mientras la otra se dirigía hacia un módulo situado en una esquina de la habitación y empezó a preparar el biberón con calma. Liberada del cálido peso de la bebé, Lali dejó escapar un suspiro de alivio… y cerró los ojos.

       

Se la llevarían a la sala infantil y le darían el biberón allí. Lo único que necesitaba era deshacerse de Peter, entonces podría relajarse e incluso dormir. Y construir las reservas mentales necesarias para cuando volvieran a traer a la niña.

       

–¿Quieres que te levante un poco la cama?

El tono ácido hizo que Lali abriera los ojos.

       

–Si me disculpas, me gustaría descansar.

       

–No hay tiempo para descansar ahora –Peter señaló a la enfermera que sostenía a la bebé–. Tienes que alimentar a la niña.

Lali sintió un nudo en la garganta.

       

–No –Lali deslizó las manos bajo las sábanas. No iba a volver a tomar a la niña en brazos, no quería volver a sentir el inesperado calor de aquel diminuto ser humano apoyado contra su corazón–. No voy a darle el pecho. Se alimentará con biberón. El personal del hospital está al tanto de eso, ya hable con ellos.

La enfermera que tenía a la niña en brazos se dirigió hacia la puerta.

       

–Así es, señor, estamos al tanto de los pedidos de la señorita Espósito.

La otra enfermera fue tras ella, dejando a Lali a solas con el hombre con el que menos deseaba estar.

       

Peter abrió la boca para soltar un sermón sobre las madres egoístas, pero el sonido de unos pasos lo hicieron detenerse. Lali miró detrás de él hacia la puerta de la habitación.

       

–¿Puedo pasar?

La voz débil de su cuñada le provocó un asombroso efecto a la mujer que estaba en la cama. La máscara tirante se suavizó. Y luego su rostro se iluminó con una dulce sonrisa, una sonrisa que a él nunca le había dirigido.

       

–Cande, claro que puedes pasar –Lali le dio una palmadita al colchón–. Ven, siéntate aquí.

       

Peter todavía estaba molesto con su hermano por cambiar de opinión con respecto a la bebé, aunque nunca se lo admitiría a Lali. Por eso le resultó extraño ver la simpatía con el que recibía ella a su hermana. Esperaba un mal gesto, o al menos algún reproche, pero no el cariño y la preocupación que volvió a sus ojos marrones.

Así que Lali era capaz de amar y de entregarse. Pero no a su bebé.

       

Peter sintió un profundo dolor en su interior que reabrió heridas que consideraba cicatrizadas. Para ocultar su reacción, se acercó a la cómoda en la que había una jarra de agua en una bandeja. Tomándose un momento para recuperar la compostura, sirvió un vaso de agua y luego volvió a girarse hacia la cama.

       

–¿Quieres un poco de agua? Debes estar sedienta.

La sorpresa iluminó la cara de Lali. Pero antes de que pudiera responder se escuchó el sonido de una vibración.

       

–Debe ser Lucía Torres. Le dejé un mensaje urgente –Lali sacó las manos de debajo de las sábanas y agarró el celular.

Candela, que estaba a punto de sentarse al borde de la cama, se detuvo en mitad del movimiento.

       

Y Peter se dio cuenta de que él también se había puesto tenso. Teniendo en cuenta la resistencia de Lali a quedarse con la niña, debería estar agradecida de su oferta para quedarse con ella.

       

Su insistencia en ponerse en contacto con la trabajadora social era la prueba de lo decidida que estaba a seguir adelante con su plan para dar en adopción al bebé. Peter volvió a dejar el vaso en la bandeja con tanta fuerza que se derramó un poco de agua por los bordes. Pero él no se dio cuenta. Estaba mirando cómo Lali fruncía el ceño al mirar la pantalla del celular.

       

–No es Lucía. Es mi secretaria –afirmó.

       

La llamada no duró mucho. Peter miró su reloj. Eran las siete de la tarde de un viernes. El tono de Lali se volvió más brusco, sus respuestas no revelaban mucho. Otro pobre desgraciado estaba a punto de ser desplumado.

Lali ya estaba colgando.

       

–Te agradecería que coordinaras una reunión para principios de la próxima semana –murmuró al teléfono–. Confírmame la hora, por favor.

Aquello llamó la atención de Peter.

       

–¿A principios de la próxima semana? Supongo que no estarás pensando volver al trabajo tan pronto. ¿Olvidaste que tienes una recién nacida que necesita atención? –dijo en cuanto Lali colgó.

       

–No –Lali apretó los dientes–. Pero tengo un trabajo que cumplir, y se suponía que la bebé no nacería hasta la próxima semana –objetó.

Candela se rio.

–No puedes esperar que un bebé se adapte a tu agenda, Lali. Aunque ahora que lo pienso, la niña nació el viernes a la noche. Tal vez la tengas ya entrenada.

Lali le lanzó una mirada asesina a su hermana. Peter cayó en la cuenta de que Lali esperaba que el bebé encajara en sus planes. Ahora entendía por qué estaba tan negada a ser madre. Su egoísmo no la dejaba. Aquella mujer nunca salía con nadie. No parecía tener vida social aparte de su hermana. Quedarse con la bebé significaría darle un espacio de su vida a otra persona, y ella nunca lo permitiría. Todo lo que conocía de ella lo llevaba a la misma conclusión: era la mujer más egocéntrica que había conocido en su vida.

Pero había algo que no encajaba con aquella imagen. Candela tendría que haberle rogado a su hermana que aceptara ser su vientre de alquiler. Que Lali hubiera cargado durante nueve meses con el bebé era lo único que no cuadraba con la imagen que él se había hecho de ella. Permitir que un bebé en el que no tenía ningún interés se apoderara de su cuerpo era un gran compromiso.

Pero Peter sabía que eso también podía explicarse. Lali era abogada. Conocía todos los trucos, y no querría arriesgarse a que otra mujer pudiera cambiar de opinión cuando naciera el bebé.

Lali estaba hablando otra vez. Se concentró en lo que estaba diciendo.

–Bueno, ahí es cuando tenía pensado que empezara mi baja maternal –le estaba contando a Candela–. Otra semana más y todo quedaría listo en el estudio. Así lo tenía planeado.

–Ay, Lali –la burla había desaparecido del rostro de Candela–. A veces me preocupas. Necesitas ese viaje a África más que Agustín y yo. De hecho deberías irte a la India, hacer algo de meditación.

–No digas tonterías. Estoy feliz con mi vida.

Al parecer Lali no era tan tranquila y relajada como había pensado. Su tono irritado demostraba que después de todo era humana.

Continuará…