Capítulo 32

Hola, hola!!!! ¿Cómo les va? Espero que todo bien por ahí, chiquillas!!!! Gracias por leer y estar! :D besos y nos leemos mañana!

P.D.: Les cuento que falta poco para que termine eh!!!! Se viene el final… ;)

Twitter: @Caparatodos

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Pero aquella noche estaban los tres: ella, Peter y Paz. Casi una familia. Miró al angelito que tenía en brazos. Sí, formaría parte de su vida y la visitaría, pero, ¿sería suficiente? Lali sacudió la cabeza y sintió un nudo en la garganta. Peter quería a la beba y había formado un fuerte lazo con ella. ¿Qué importaba que Paz no tuviera una figura materna? Tendría un padre que la amara.

Capítulo 32:

–¿Lali? ¿En qué estás pensando? –le preguntó él con dulzura.

Ella levantó la cabeza. El nudo en la garganta no la dejaba hablar, así que se limitó a sacudir la cabeza.

–La quieres, ¿no es así?

Lali vaciló y luego asintió. Era verdad. Paz se había abierto paso hasta su corazón sin que ella se lo pudiera impedir. Se mordió el labio y trató de contener las lágrimas.

–Has tomado una decisión –le dijo Peter de pronto.

Las lágrimas cayeron. Lali asintió brevemente con la cabeza e hizo un puchero.

–Creo que la voy a acostar –murmuró en un hilo de voz.

Él le agarró con fuerza la mano.

–Estás huyendo.

–No –solo quería recuperar el control. Lali se levantó y liberó la mano de la suya–. No tardaré mucho.

         

         

Cuando Lali volvió a la sala, Peter clavó la mirada en ella. Se había acomodado en el sofá, y ella dudó un instante antes de sentarse en el extremo opuesto. Se giró para mirarlo y subió sus pies descalzos al asiento.

–¿Has decidido quedarte con la niña? –le preguntó Peter.

Lali parpadeó. Los ojos de Peter reflejaban soledad. ¿Se estaría dando por vencido?

–No, no cambié de opinión. Al menos no en eso. Quiero a Paz –ya está, ya lo había dicho–. Pero, que yo me hago cargo, no sería lo mejor para ella –se levantó con impaciencia.

–¿Porque estás empeñada en que se críe con una familia?

Porque sería una madre terrible.

–Eso por una parte, pero no es la única razón –se inclinó hacia el árbol de navidad y recogió un documento enrollado y atado con un lazo dorado–. Tenía pensado dártelo mañana, pero este es un buen momento –se lo dio a Peter.

Él desenrolló la hoja mientras la miraba.

–¿Qué es esto?

–Es el consentimiento de adopción –suspiró ella–. Está a tu nombre.

Cuando Peter levantó la mirada, el brillo de sus ojos provocó que le dieran ganas de llorar otra vez, pero ahora de felicidad… y de alivio. Estaba haciendo lo correcto.

–No puedo ofrecerle una hermana mayor ni una madre –aseguró él–, pero puedo ofrecerle un hogar, un jardín y un sitio al cual llamar suyo. Y sobre todo puedo ofrecerle todo el amor que soy capaz de dar. Pero, ¿qué pasa con la otra familia?

Su preocupación enterneció a Lali.

–Ya se lo conté a Lucía. Me prometió que ella se lo diría –al menos no les había asegurado la adopción de Paz.

Aparte de la tristeza que le provocaba tener que decirle adiós a Paz cuando pasara navidad, también se sentía aliviada al saber que Peter no se la llevaría lejos. Trabajaría y viviría en Buenos Aires. Iba a comprar una casa pensando en Paz. Lali podría seguir viéndola. Así que no debería sentirse así, tan… vacía. Como si le hubieran arrancado el corazón.

Y sin embargo, la noche que hicieron el amor Peter le ofreció algo más. Le había pedido que se casara con él. Ella lo rechazó son contemplaciones. Durante un mágico instante se detuvo a considerar qué habría pasado si hubiera aceptado, pero envió a lo más hondo de su mente aquel pensamiento. El momento no se repetiría. Peter no volvería a pedírselo porque ya tenía lo que quería. A Paz.

En cuanto a ella, estaba confundida por los sentimientos que Peter despertaba en su interior. Rabia. Pasión. Empatía. Y algo que no se atrevía a nombrar.

Así que cuando se acercó y la rodeó con sus brazos, las luces del árbol y los alegres colores de los papeles de regalo desaparecieron en una nebulosa de lágrimas cuando Lali empezó a llorar desconsoladamente.

–Dale, Lali, no llores –suspiró Peter rodeándola con sus brazos.

–No estoy llorando –se defendió ella.

–Claro que no –Peter la besó en la coronilla–. Gracias por mi regalo de. Es el mejor que me han hecho en la vida.

–Ha sido un placer –Lali se dio cuenta de que lo decía de verdad. Alzó la cara, llena de lágrimas–. Pero más te vale hacer feliz a Paz –le advirtió.

Peter se puso muy serio.

–Mi oferta sigue en pie. Si te casas conmigo podrás ver tu misma lo feliz que es.

A Lali le dio un vuelco al corazón. La oferta era muy tentadora. Desvió la mirada hacia las parpadeantes luces del árbol. Los sentimientos que Peter le despertaba la llevaban a creer que se estaba enamorando de él.

A quién engañaba, ya estaba enamorada.

Hacía tanto tiempo que no le pasaba que se había olvidado de lo que era. Y en aquel entonces era distinto. Un amor de adolescencia. Ahora era más profundo, menos impulsivo. Pero Lali sabía que si aceptaba la propuesta de Peter tendría que asegurarse de que su amor fuera lo suficientemente fuerte para los dos. No podría haber vuelta atrás porque Paz sufriría.

No se hacía ilusiones: Peter no la amaba. ¿Podría llegar a hacerlo en el futuro?  

Continuará…